LOS HOMBRES RICOS DE LAS MUJERES BELLAS
Había una vez un hombre que tenía mucho dinero y mucho poder, que tenía muchos guardaespaldas y secretarios privados que le ayudaban en sus múltiples ocupaciones. Cierta vez que llegaron a una ciudad, su secretario principal descendió de la limosina con una corte de hombres y se dirigieron a la recepción del hotel pidiendo una camilla para el hombre, a quien todos conocían porque su nombre aparecía en todos los diarios del mundo. La recepcionista visiblemente preocupada se apresuró a preguntarle al secretario del hombre "está muy enfermo el señor X?" y el secretario respondió "no, es solamente que él ya tiene tanto dinero que ya no necesita caminar"
Esta semana mientras tomaba el sol en la playa recordé esta anécdota cuando entró un nuevo personaje a nuestro inventario visual, un hombre en una patineta con motor que puede rodar tanto en pavimento como en la arena, como todos sabemos, detrás de algunos señores maduros de poco cabello y prominente abdomen ruedan en las mismas patinetas chicas rubias hijastras de Igora Royal y Loreal, esbeltas, que en la época de los ochentas se ganaban su figura a punta de gimnasio pero que en la época actual ya no necesitan tanto esfuerzo porque para eso están las cirugías traga grasa y los señores que pagan por ellas. La imagen era muy peculiar, porque el hombre a quien le vendría muy bien recorrer ese par de millas caminando, lucía orgulloso su patineta con motor y su rubia, en una playa donde la cultura del deporte esta tan arraigada, que hasta las personas mayores salen a caminar y practican yoga. Una mujer que estaba cerca de mí, se quejaba de la contaminación visual que era tener esos aparatos en la playa y lamentaba la pobreza de aquel hombre que no tenía la conciencia del ejercicio físico.
Me quedé ese día recordando la época de los noventas que fue brillante para los Caleños (nativos en Cali Colombia) con aquella sub economía que mantuvo a la ciudad boyante, todos de una u otra forma teníamos que ver con el negocio aunque en ese momento lo ignoráramos, la mayoría de mis amigas se habían organizado con un buen proveedor que pagaba sus cuentas y que las mantenía bellas, yo misma considere en algún momento cambiar de talla de hombre, porque sabía que un esposo de talla pequeña no era directamente proporcional con una economía boyante. Las niñas aspiraban a reinas y a presentadoras de televisión y el poder económico prometía catapultarlas al éxito. A falta de cirujanos había una mujer muy famosa en Cali que moldeaba el cuerpo de las reinas y las modelos a punto de un aceite reductor y de masajes con rodillo como para amasar pan, que ella terminaba con compresas de abundante hielo en el estomago. Y funcionaba, aunque me hagan esa cara las lectoras hijastras del bisturí, eran épocas donde ser esbelta tenía mucho mérito porque era en franca lucha ganada casi, casi limpiamente.
Las niñas conseguían cinturas diminutas y abdomen plano con aquella mujer y estoy segura que con una buena dieta y con algo de ejercicio, aunque el ejercicio siempre ha sido el peor enemigo de la estética, las mujeres siempre queremos ser esbeltas sin esfuerzo alguno, pero incluso para aquellas estaba la gimnasia pasiva, algo que nunca comprendí la razón de ser, puesto que para mi la palabra gimnasia ya implicaba ejercitar el cuerpo. La experta en gimnasia pasiva era una de las mujeres más hermosas que mis ojos hayan visto en este planeta, y con su belleza capturaba su buena clientela, todas queríamos ser como ella, aunque en el fondo sabíamos que lo de ella eran bondades genéticas. Pero siempre me preguntaba como le hacía uno con ese tipo de gimnasia para generar endorfinas y sentirse más animado, como sucedía con una hora de gimnasio, sudor corriendo por las sienes; y ese dolor exquisito en los músculos que le da pretexto a uno para decir Ayyyy!.
Yo fui una flaca por naturaleza, después del parto comí como una vaca y quedé como si no hubiera tenido una hija, mi abdomen no requería tratamientos, aún así el ejercicio ha sido mi vicio, tenía los senos con la cadencia propia de quien ha amantando a su hija por casi dos años y me di cuenta que eso le importaba más a mis amigas que a mi esposo y a mi, eran ellas y no él, ni ellos, quienes me mandaban a comprar el brasier de realce, eso fue hasta que comprendí que sólo era al pretexto para criticarle a uno aunque fuera una zona del cuerpo, una compulsiva manía femenina que debe venir incluida en algún paquete hormonal. Esas si eran épocas de orgullo donde uno sabía que una mujer con hijos exhibía un cuerpo esbelto que le era propio, que lo había trabajado por ella misma, me parece a mi que tiene más mérito eso que saber que le debes tu figura a una cifra de dinero con la que habías podido alimentar a un segmento de la población con hambre que incluso y estoy segura puede haber en tu propia familia.
Tenía un amigo que era un señor maduro de poco cabello y de abdomen prominente quien conducía su auto a cinco millas por hora al lado de su rubia que estaba trotando en su finca para estar en forma para él, cuando le pregunté porque no corría junto con ella, me dijo que un hombre como él no necesitaba hacer tanto sacrificio para atraer mujeres, que ellas lo querían como era, cuando le dije que no se trataba de su figura sino de su salud me dijo que ese era un precio demasiado alto que él no estaba dispuesto a pagar, a lo cual le dije que por lo visto el dinero no sólo otorgaba poder sino falsas ilusiones porque nos daba la sensación que podíamos pagar todo con él, sin embargo él no tenía con que pagar por el coraje para tener un estilo de vida más saludable y disfrutar de mas años de vida junto a su rubia despampanante. Me dijo que le estaba dando los argumentos necesarios del porque yo nunca estaría en su harem ni en el de ningún hombre rico "las mujeres inteligentes son un lastre, mejor come frutica vé"
Esta semana mientras tomaba el sol en la playa recordé esta anécdota cuando entró un nuevo personaje a nuestro inventario visual, un hombre en una patineta con motor que puede rodar tanto en pavimento como en la arena, como todos sabemos, detrás de algunos señores maduros de poco cabello y prominente abdomen ruedan en las mismas patinetas chicas rubias hijastras de Igora Royal y Loreal, esbeltas, que en la época de los ochentas se ganaban su figura a punta de gimnasio pero que en la época actual ya no necesitan tanto esfuerzo porque para eso están las cirugías traga grasa y los señores que pagan por ellas. La imagen era muy peculiar, porque el hombre a quien le vendría muy bien recorrer ese par de millas caminando, lucía orgulloso su patineta con motor y su rubia, en una playa donde la cultura del deporte esta tan arraigada, que hasta las personas mayores salen a caminar y practican yoga. Una mujer que estaba cerca de mí, se quejaba de la contaminación visual que era tener esos aparatos en la playa y lamentaba la pobreza de aquel hombre que no tenía la conciencia del ejercicio físico.
Me quedé ese día recordando la época de los noventas que fue brillante para los Caleños (nativos en Cali Colombia) con aquella sub economía que mantuvo a la ciudad boyante, todos de una u otra forma teníamos que ver con el negocio aunque en ese momento lo ignoráramos, la mayoría de mis amigas se habían organizado con un buen proveedor que pagaba sus cuentas y que las mantenía bellas, yo misma considere en algún momento cambiar de talla de hombre, porque sabía que un esposo de talla pequeña no era directamente proporcional con una economía boyante. Las niñas aspiraban a reinas y a presentadoras de televisión y el poder económico prometía catapultarlas al éxito. A falta de cirujanos había una mujer muy famosa en Cali que moldeaba el cuerpo de las reinas y las modelos a punto de un aceite reductor y de masajes con rodillo como para amasar pan, que ella terminaba con compresas de abundante hielo en el estomago. Y funcionaba, aunque me hagan esa cara las lectoras hijastras del bisturí, eran épocas donde ser esbelta tenía mucho mérito porque era en franca lucha ganada casi, casi limpiamente.
Las niñas conseguían cinturas diminutas y abdomen plano con aquella mujer y estoy segura que con una buena dieta y con algo de ejercicio, aunque el ejercicio siempre ha sido el peor enemigo de la estética, las mujeres siempre queremos ser esbeltas sin esfuerzo alguno, pero incluso para aquellas estaba la gimnasia pasiva, algo que nunca comprendí la razón de ser, puesto que para mi la palabra gimnasia ya implicaba ejercitar el cuerpo. La experta en gimnasia pasiva era una de las mujeres más hermosas que mis ojos hayan visto en este planeta, y con su belleza capturaba su buena clientela, todas queríamos ser como ella, aunque en el fondo sabíamos que lo de ella eran bondades genéticas. Pero siempre me preguntaba como le hacía uno con ese tipo de gimnasia para generar endorfinas y sentirse más animado, como sucedía con una hora de gimnasio, sudor corriendo por las sienes; y ese dolor exquisito en los músculos que le da pretexto a uno para decir Ayyyy!.
Yo fui una flaca por naturaleza, después del parto comí como una vaca y quedé como si no hubiera tenido una hija, mi abdomen no requería tratamientos, aún así el ejercicio ha sido mi vicio, tenía los senos con la cadencia propia de quien ha amantando a su hija por casi dos años y me di cuenta que eso le importaba más a mis amigas que a mi esposo y a mi, eran ellas y no él, ni ellos, quienes me mandaban a comprar el brasier de realce, eso fue hasta que comprendí que sólo era al pretexto para criticarle a uno aunque fuera una zona del cuerpo, una compulsiva manía femenina que debe venir incluida en algún paquete hormonal. Esas si eran épocas de orgullo donde uno sabía que una mujer con hijos exhibía un cuerpo esbelto que le era propio, que lo había trabajado por ella misma, me parece a mi que tiene más mérito eso que saber que le debes tu figura a una cifra de dinero con la que habías podido alimentar a un segmento de la población con hambre que incluso y estoy segura puede haber en tu propia familia.
Tenía un amigo que era un señor maduro de poco cabello y de abdomen prominente quien conducía su auto a cinco millas por hora al lado de su rubia que estaba trotando en su finca para estar en forma para él, cuando le pregunté porque no corría junto con ella, me dijo que un hombre como él no necesitaba hacer tanto sacrificio para atraer mujeres, que ellas lo querían como era, cuando le dije que no se trataba de su figura sino de su salud me dijo que ese era un precio demasiado alto que él no estaba dispuesto a pagar, a lo cual le dije que por lo visto el dinero no sólo otorgaba poder sino falsas ilusiones porque nos daba la sensación que podíamos pagar todo con él, sin embargo él no tenía con que pagar por el coraje para tener un estilo de vida más saludable y disfrutar de mas años de vida junto a su rubia despampanante. Me dijo que le estaba dando los argumentos necesarios del porque yo nunca estaría en su harem ni en el de ningún hombre rico "las mujeres inteligentes son un lastre, mejor come frutica vé"
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