LOS ADULTOS QUE NO CRECIERON.

“En una investigación del 2006, el Nobel de Economía Daniel Kahneman entrevistó a cientos de mujeres de Texas, Estados Unidos, y halló que cuidar a los niños es de las actividades menos placenteras para aquellas madres trabajadoras de la muestra y, en una lista de 19 opciones, pasar tiempo con ellos aparece en el puesto 16, por debajo de cocinar, ver televisión, hacer ejercicio, hablar por teléfono, dormir la siesta y hacer mercado”

 Me lo encuentro en el parque a veces, el lleva a su pequeña Marie de 2 años a jugar; y yo llevo a la pequeña Samantha, el ritual se repite una y otra vez, como si fuera un libreto que él ha memorizado rigurosamente, sube a Marie al columpio y empieza a empujarla, mientras sostiene el teléfono sobre su hombro izquierdo y mantiene largas conversaciones con alguien, algunas veces sus conversaciones son sobre finanzas, otras veces sobre sus problemas laborales, y otras simplemente sobre lo que hace en su tiempo de ocio, es decir hablar por teléfono, mientras tanto la pequeña Marie, lucha infructuosamente por llamar la atención de su padre haciendo cosas de las que me percato y que me derriten. A menudo le escucho decir que no puede, que está jugando con su hija, y yo me pregunto que clase de juego es ese en que uno se limita a empujar mecánicamente a sus hijos en un columpio y a usar el teléfono como pretexto para ignorarlos. Otras veces se le llena la boca diciendo que está compartiendo tiempo con su hija ¿? Pero ese es el común denominador en los parques aquí, y no lo hacen sólo los hombres, cada vez más mujeres se sumergen en el mundo del Ipod y del blackberry para evitar compartir realmente con sus hijos.

Observando la transición de la maternidad y la paternidad en estos tiempos y en esta cultura del afán, de la comida rápida, de la productividad y del consumismo, me percato que los hijos son una especie de trofeo cuando están en el vientre y los primeros meses de nacidos, ese trofeo que le deben a la sociedad y a la familia para demostrar que les han cumplido con uno de los aspectos que se espera de ellos como adultos. Pasados unos años, el trofeo se convierte en poco menos que un objeto que no saben en dónde poner, ni que hacer con él, al que hay que tener a toda costa entretenido para que no se aburra, aunque posiblemente sea para que no se de cuenta muy rápido de lo solitaria que será su vida, porque pronto ya no podrá contar con sus padres, ya que estos tienen que buscar más trofeos y metas sociales para asegurarse la importancia que no tienen para ellos mismos; y que necesitan para obtener más reconocimiento en su entorno bien sea laboral o social.

Parece como que sus hijos les estorban, o les representan una obligación que se ha convertido en una carga de la que no pueden liberarse porque ya es muy tarde. Ahora es cuando más valoro la clase de responsabilidad con que fui educada, mi madre estuvo dotada de un instinto materno con el que podía sondear sobre que cosas era responsable y sobre cuales no, ella nunca evitó que me enfrentara al aburrimiento y al ocio, eso fue algo con lo que yo siempre tuve que lidiar, por supuesto que me regaló juguetes y que se ocupaba de mi recreación, pero mantenerme entretenida no era su mayor prioridad, ni invertía grandes sumas de dinero en ello. Ahora le agradezco que así haya sido porque fue en aquellos espacios de “aburrimiento” donde tuve la fortuna de conquistar mi creatividad y buscar la manera de llenar las hora en que simplemente no había nada que hacer, y fue justamente gracias a ello que descubrí mi pasión por la lectura y la escritura, después de eso mi madre no tuvo que ocuparse más de mi diversión porque siempre tenía mi cuaderno y mi libro a mano.


Y como uno adopta la educación que recibió como fuente de inspiración para educar a los hijos, así mismo fue como mi hija fue guiada, ella nunca tuvo ni atari ni esa maquinita de “nientiendo”. La televisión no fue su niñera por lo que no pasó mucho tiempo frente a este aparato aprendiendo como incrementar la violencia en el mundo, ella fue una niña silvestre como yo, derrochando creatividad que ella usaba haciendo tarjetas y pintando.

No hemos sido perfectas ninguna de las dos, pero si nos hemos sensibilizado más respecto a la importancia que tiene educar a los hijos no para engrosar la lista de solitarios, depresivos y violentos en el mundo, sino para guiar seres humanos que adquieran una sensibilidad con su entorno y un mayor sentido de responsabilidad con el planeta de tal forma que nuestros bisnietos tengan un lugar donde vivir.

A veces tengo la sensación que son los padres quienes necesitan supervisión en vez de los hijos, a veces he visto pequeños con una madurez envidiable, y con un sentido de responsabilidad no sólo por ellos mismos, sino por sus hermanos, como si les hubiera tocado madurar prematuramente para poder sobrevivir en este mundo moderno al que han sido arrojados para competir con los juguetes de sus padres que son los medios de comunicación y las redes sociales.

Y es muy curioso que un aparato que está destinado para ayudarnos a comunicar con los demás, sea el mismo que nos desconecta de nuestra familia inmediata. Cada nuevo aparato contiene nuevas herramientas que hacen más adicto al teléfono dependiente, que lo hacen sentir más necesidad de estar conectado con alguna red social, todo para tener el control sobre todo lo que está pasando en su pequeña red social, es como si por fin hubieran descubierto un mundo en el que son importantes para alguien más, ya que no han tenido éxito con ellos mismos.


Comentarios

xervantex ha dicho que…
Y esa es la sociedad que heredaremos a nuestros trofeos, perdón quise decir hijos.
Anónimo ha dicho que…
Excelente vision de este aspecto de la sociedad de consumo

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