EL ANIMERO

Me gusta sentarme en mi ventana a observar, a leer las fotonovelas, y saborear Mis bombones de coco mientras espero que pase por el marco de mi ventana José Barrientos, el hombre más atractivo de Gómez Plata, y el más valiente también, debe estar montado en los 23 años, es alto con su piel bastante oscura, a quien solo lo separan un par de tonos de la raza negra, sus ojos color miel redondos melancólicos y románticos saltan en un rostro oscuro perfecto e impecable, su boca se parece a mis bombones de coco, hasta tienen una tonalidad parecida, y su cuerpo goza de toda la rudeza del campesino que hace largas travesías con grandes bultos a su espalda, pese a que nunca lo he visto cargar bultos, la madre naturaleza que le otorgó lo que le quitó a otros supongo, pero José Barrientos pese a que siempre ha atravesado mi ventana, solo capturó mi atención unos meses atrás cuando se ofreció como animero.
Un animero es un personaje que cada año durante el mes de noviembre hace una rigurosa correría inusual. A partir de la media noche, el animero debe ir al cementerio y recorrer una a una las tumbas habitadas por personas que ya se marcharon de este mundo, y recogerlas simbólicamente, como el novio que recoge a su novia antes de sacarla de paseo, después de eso, deberá caminar con todas ellas que van detrás de él, por cada una de las calles del pueblo, mientras hace gemir una campana que rompe el silencio de la noche y que tras la desaparición de su eco, emerge la voz fuerte del animero quien en un tono lastimero grita "un padrenuestro para las benditas animas del purgatoriooooooo". El tono adquiere un matiz de tal dramatismo que cuando uno lo escucha todas las vellosidades del cuerpo se le erizan a uno, en el mismo instante uno se sienta en la cama y reza el padrenuestro que debe concluir con unas letanías "animas benditas del purgatorio quien las pudiera salvar, que dios las saque de pena y las lleve a descansar".

Hay dos reglas que todo habitante de Gómez plata y de la mayoría de los pueblos que siguen la tradición de los animeros no deben romper, que son: jamás por nada del mundo asomarse por los postigos de las ventanas a verlas, porque podríamos sufrir un desmayo o como dice la jerga del pueblo "las animas lo privan a uno del susto". La otra premisa es que, hay que rezar el padrenuestro que piden de lo contrario las animas no te dejaran dormir esa noche. Durante el mes de noviembre la vida nocturna de Gómez Plata no existe, el pueblo tiene que estar vacío para la correría del animero, quizá por eso, durante el mes de diciembre la actividad nocturna se intensifica.
Me sorprende el poder que tiene sobre un pueblo la religión, la soberanía vestida de humildad de un sacerdote que consigue que un alcalde ponga en toque de queda a un pueblo porque los muertos necesitan de ese tiempo, en Gómez Plata los muertos siguen viviendo, y siguen protagonizando, también lo hacen en otros pueblos, como Yolombo, Yali, Carolina, Guadalupe, y casi todos los que conozco y de los que tengo noticia. No es tan mala la muerte desde esta perspectiva, disfrutar de un mes de rumba nocturna y en compañía de José Barrientos, ¡que lujo!.
Me siento apasionada por el valor que reviste a un hombre que es capaz de ir a un cementerio de noche, que además esta ubicado en las afueras del pueblo, y tiene un singular aire lúgubre que hace que uno quiera marcharse a morir a otro sitio con tal de no quedar sepultado allí, aunque con la promesa de la visita anual durante un mes de José Barrientos muchas quizá cambiaran de opinión.
(tomado de mis memorias del año 1976)
Luz Dary Jiménez Monsalve

Cementerio de Gómez Plata (Antioquia)