EL DORSO DE ALGO QUE BRILLA
Después de escribir mi artículo "El silencio de la gente buena", fuí contactada por un ejecutivo de la principal de Lady of America, a quien le explique con detalles lo que estaba pasando. A mi regreso al gimnasio las propietarias estaban furiosas conmigo, me llamaron a su oficina y me cayeron con mil reproches. Por supuesto yo no esperaba que me esperaran con una celebración, pero si que tuvieran el valor de reconocer sus errores y por lo menos otorgar una disculpa a quienes han ofendido y estuvieran prestas a reparar el daño que han causado.
Los puntos a discutir en aquella oficina fueron los mismos gastados aspectos que nos caracterizan como sociedad temerosa de la justicia:
1- lo que pase con los demás aunque sea en mi presencia no es mi asunto
2- si no me gusta el gimnasio porque no me he marchado
3- debo sacrificar mi comodidad dentro del gimnasio en aras de satisfacer sus caprichos.
4- están cobrando extra por el spinning porque sus tarifas son inferiores a las que hay en el mercado. (no es cierto)
Ante este panorama, pero sobre todo ante la rigidez mental extrema de estas dos mujeres no hay mucho que hacer, queda esperar que los directivos de Lady of America tengan poder sobre lo que los propietarios de sus franquicias hacen dentro de sus establecimientos, que supongo que les debe afectar por cuanto no es la imagen de un solo establecimiento la que esta en riesgo, sino la imagen y el nombre de toda la compañía.
Pese a la rabia que ellas tenían, no consiguieron arrastrarme a las fauces de su descomposición emocional, no me comprometo personal ni emocionalmente con la rabia de los demás. Durante la conversación intentaron seducirme por todos los medios para que abandonara el gimnasio, pero fuí firme al expresar que me gusta el gimnasio, las clases y los instructores, que lo único que no me gusta es como somos tratadas por una de las propietarias, y la manera arbitraria de establecer normas allí.
Abandoné la oficina en paz y tranquila, para encontrarme con que mis compañeras estaban ansiosas por saber lo que estaba pasando, pero sobre todo con la curiosidad por saber si al igual que todas las personas que las han confrontado antes, yo había sido echada del gimnasio Comprendí con tristeza que su curiosidad no obedecía a un deseo expreso de solidarizarse conmigo, sino a simplemente satisfacer su necesidad de tener la información para poder chismosear luego. Me rehúse a hablar con ellas sobre lo que esta pasando, si ellas lo quieren saber tendrán que leer mi blog.
Durante mi estancia en el gimnasio me di cuenta que los instructores me estaban evadiendo y que uno de ellos que siempre ha sido muy simpático conmigo tropezó su mirada con la mía, pero la dejo en un punto perdido en el infinito con tal de no saludarme ni sonreírme, supe después que fueron intimidados por la propietaria para que no hablen conmigo.
Al salir del gimnasio algunas de mis compañeras me siguieron para averiguar lo que estaba pasando, pero me llamo la atención que se escondían y que seguían presas del miedo por las propietarias que entre otras cosas una de ellas me estaba siguiendo solo para asegurarse que nadie hablara conmigo.
Pese a que no entiendo la procedencia de tanto temor, comprendí una cosa, que para la mayoría de las personas el mundo es blanco y negro, y los conflictos interpersonales solo pueden hacer dos cosas: separar si las partes tienen puntos de vista diferentes, o unir si una de las dos cede la razón al oponente. Yo en cambio tengo acceso a una extensa gama de grises, puedo ver en esta situación, una diversidad de puntos de vista, puedo seguir asistiendo al gimnasio sin gozar de la aprobación de su propietaria, ella no es quien me dicta las clases, además no siento ninguna rabia o sentimiento negativo en su contra, solo reconozco en ella un ser humano equivocado, yo solo soy un medio para que ella haga un alto en el camino, pero es su decisión si lo hace o no. Mientras ella no me siga faltando al respeto y vulnerando mis derechos yo puedo incluso sostener una conversación amigable con ella, mis diferencias con ella no me separan del ser humano en esencia que es ella, y quizá por eso es que no siento temor a reclamar que mis derechos sean respetados.
Estoy reafirmando que los conflictos no se resuelven dejándonos dominar por la rabia que le sigue al temor, pues el resultado es una sensación de frustración insoportable, estoy aprendiendo a respetar el miedo de los demás, solo me apena que las futuras generaciones estén siendo educadas por mujeres que tienen miedo de cosas tan mínimas, y que seguramente permitirán cosas peores en sus vidas y en las de sus hijos. Estoy aprendiendo a ver el dorso de algo que brilla.
Luz Dary Jiménez Monsalve.
Los puntos a discutir en aquella oficina fueron los mismos gastados aspectos que nos caracterizan como sociedad temerosa de la justicia:
1- lo que pase con los demás aunque sea en mi presencia no es mi asunto
2- si no me gusta el gimnasio porque no me he marchado
3- debo sacrificar mi comodidad dentro del gimnasio en aras de satisfacer sus caprichos.
4- están cobrando extra por el spinning porque sus tarifas son inferiores a las que hay en el mercado. (no es cierto)
Ante este panorama, pero sobre todo ante la rigidez mental extrema de estas dos mujeres no hay mucho que hacer, queda esperar que los directivos de Lady of America tengan poder sobre lo que los propietarios de sus franquicias hacen dentro de sus establecimientos, que supongo que les debe afectar por cuanto no es la imagen de un solo establecimiento la que esta en riesgo, sino la imagen y el nombre de toda la compañía.
Pese a la rabia que ellas tenían, no consiguieron arrastrarme a las fauces de su descomposición emocional, no me comprometo personal ni emocionalmente con la rabia de los demás. Durante la conversación intentaron seducirme por todos los medios para que abandonara el gimnasio, pero fuí firme al expresar que me gusta el gimnasio, las clases y los instructores, que lo único que no me gusta es como somos tratadas por una de las propietarias, y la manera arbitraria de establecer normas allí.
Abandoné la oficina en paz y tranquila, para encontrarme con que mis compañeras estaban ansiosas por saber lo que estaba pasando, pero sobre todo con la curiosidad por saber si al igual que todas las personas que las han confrontado antes, yo había sido echada del gimnasio Comprendí con tristeza que su curiosidad no obedecía a un deseo expreso de solidarizarse conmigo, sino a simplemente satisfacer su necesidad de tener la información para poder chismosear luego. Me rehúse a hablar con ellas sobre lo que esta pasando, si ellas lo quieren saber tendrán que leer mi blog.
Durante mi estancia en el gimnasio me di cuenta que los instructores me estaban evadiendo y que uno de ellos que siempre ha sido muy simpático conmigo tropezó su mirada con la mía, pero la dejo en un punto perdido en el infinito con tal de no saludarme ni sonreírme, supe después que fueron intimidados por la propietaria para que no hablen conmigo.
Al salir del gimnasio algunas de mis compañeras me siguieron para averiguar lo que estaba pasando, pero me llamo la atención que se escondían y que seguían presas del miedo por las propietarias que entre otras cosas una de ellas me estaba siguiendo solo para asegurarse que nadie hablara conmigo.
Pese a que no entiendo la procedencia de tanto temor, comprendí una cosa, que para la mayoría de las personas el mundo es blanco y negro, y los conflictos interpersonales solo pueden hacer dos cosas: separar si las partes tienen puntos de vista diferentes, o unir si una de las dos cede la razón al oponente. Yo en cambio tengo acceso a una extensa gama de grises, puedo ver en esta situación, una diversidad de puntos de vista, puedo seguir asistiendo al gimnasio sin gozar de la aprobación de su propietaria, ella no es quien me dicta las clases, además no siento ninguna rabia o sentimiento negativo en su contra, solo reconozco en ella un ser humano equivocado, yo solo soy un medio para que ella haga un alto en el camino, pero es su decisión si lo hace o no. Mientras ella no me siga faltando al respeto y vulnerando mis derechos yo puedo incluso sostener una conversación amigable con ella, mis diferencias con ella no me separan del ser humano en esencia que es ella, y quizá por eso es que no siento temor a reclamar que mis derechos sean respetados.
Estoy reafirmando que los conflictos no se resuelven dejándonos dominar por la rabia que le sigue al temor, pues el resultado es una sensación de frustración insoportable, estoy aprendiendo a respetar el miedo de los demás, solo me apena que las futuras generaciones estén siendo educadas por mujeres que tienen miedo de cosas tan mínimas, y que seguramente permitirán cosas peores en sus vidas y en las de sus hijos. Estoy aprendiendo a ver el dorso de algo que brilla.
Luz Dary Jiménez Monsalve.
Comentarios
Siempre la transparenciaen todo sentido es major. Pero no todos lo saben.
MC.
Adelante!
Carmen Teresa