ME HE BAÑADO MENOS PERO ME HE REÍDO MÁS
Quienes conocen a mi padre también conocen su interés por Henry George y su propuesta económico-social sobre un impuesto único a la tierra. La propiedad privada es algo que hoy en día damos por sentado y poco cuestionamos. ¿Cómo se hicieron a estos terrenos quienes primero se declararon sus dueños? ¿Qué privilegios tenían que podían imponer esta injusticia y convertir a quienes ocupaban estas tierras en sus esclavos? ¿Qué métodos usaron para desplazar a quienes habían vivido en este lugar por cientos o quizás miles de años? ¿Cómo puede un ser humano poseer un bien natural? ¿Cómo es posible que montañas, ríos, praderas, bosques, nevados, lagos, etc tengan escritura?
Estas y muchas otras preguntas fueron la herencia anticipada de mi padre mientras descubría el mundo y me daba cuenta que la libertad, la justicia y la equidad eran conceptos relativos. Entiendo y comparto muchas de sus inquietudes y su pasión por la propuesta georgista me ha inspirado a “ocupar”, desde hace dos semanas, una de las 80,000 propiedades vacías –léase, de engorde- en el centro de Londres. “Ocupar” es legal en Inglaterra siempre y cuando no se cause daño al entrar. Para mi ha sido más un acto de desobediencia civil; una bofetada al sistema que quiere hacernos creer que no hay más opción que la de trabajar, trabajar y trabajar para comprar, comprar y comprar para así mantener “estable” la economía nacional.
El edificio -que solía ser una discoteca- tiene 5 pisos y un sótano en el que está la única ducha con agua caliente. Los 14 “ocupas” -9 hombres y 5 mujeres- vivimos en el cuarto y el quinto piso y tenemos acceso a una cocina, una sala y dos baños. Los pisos restantes los hemos transformado en un espacio de puertas abiertas para eventos de arte, fotografía, cine, teatro y música. La mayoría son de entrada libre porque creemos que la cultura no tiene precio y debe estar al alcance de todos.
Para celebrar nuestra conquista –la del edificio- tuvimos una comilona vegan preparada con comida rescatada y luego vimos y debatimos cortometrajes independientes en el segundo piso de la discoteca, que es ahora un cine.
En este espacio convivimos anarquistas, vegetarianos, ciclistas, anticapitalistas, meseras, socialistas, artistas, mecánicos y un abogado. Algunos empleados y otros al igual que yo, auto-desempleados. Hemos decidido “trabajar” por fuera del sistema y dedicarnos temporalmente a causas que nos apasionan. Durante este tiempo he descubierto que “trabajar” es un concepto muy amplio que ha sido exclusivamente relacionado con retribución económica.
En mi opinión, madres y abuelas trabajan mientras cuidan hijos y nietos, trabaja el artista que dedica sus días a componer, crear o esculpir, trabaja quien cuida de un anciano o de una persona enferma, trabajan quienes voluntariamente cuidan parques y zonas verdes o limpian iglesias, cosen botones o dirigen coros. Hay cantidad de intercambio de servicios en los que el dinero no tiene valor y por lo tanto sobra. Del aire no se puede vivir pero si de nuestro esfuerzo; no para generar dinero sino para conseguir las cosas que realmente necesitamos que terminan siendo mas bien pocas. Comprar se ha convertido en mi última opción.
Llevo dos semanas viviendo en una de las ciudades más costosas del mundo sin gastar ni un solo peso –ni personal, ni público, ni privado. He visitado mercados a las 5am y rescatado frutas y verduras imperfectas; imperfectas para un sistema que tiene estándares de belleza hasta para la comida. Me he bañado menos pero me he reído más, me he despertado a horas inusuales pero he debatido sobre temas que me interesan, no tengo nevera pero veo el cielo cada vez que cojo la leche de soya que está colgando en un cajón en el patio, no tengo acceso a un computador pero visitando la biblioteca pública he conocido gente especial, no tengo un ingreso económico pero no me hace falta nada.
Nadie dijo que fuera fácil, de todas maneras yo no estaba buscando algo fácil. Hoy tengo la inspiración, el entusiasmo y la salud para continuar con esta aventura. Un mundo mejor es posible si mejores núcleos comunitarios son posibles.
Adelante
Claudia
Estas y muchas otras preguntas fueron la herencia anticipada de mi padre mientras descubría el mundo y me daba cuenta que la libertad, la justicia y la equidad eran conceptos relativos. Entiendo y comparto muchas de sus inquietudes y su pasión por la propuesta georgista me ha inspirado a “ocupar”, desde hace dos semanas, una de las 80,000 propiedades vacías –léase, de engorde- en el centro de Londres. “Ocupar” es legal en Inglaterra siempre y cuando no se cause daño al entrar. Para mi ha sido más un acto de desobediencia civil; una bofetada al sistema que quiere hacernos creer que no hay más opción que la de trabajar, trabajar y trabajar para comprar, comprar y comprar para así mantener “estable” la economía nacional.
El edificio -que solía ser una discoteca- tiene 5 pisos y un sótano en el que está la única ducha con agua caliente. Los 14 “ocupas” -9 hombres y 5 mujeres- vivimos en el cuarto y el quinto piso y tenemos acceso a una cocina, una sala y dos baños. Los pisos restantes los hemos transformado en un espacio de puertas abiertas para eventos de arte, fotografía, cine, teatro y música. La mayoría son de entrada libre porque creemos que la cultura no tiene precio y debe estar al alcance de todos.
Para celebrar nuestra conquista –la del edificio- tuvimos una comilona vegan preparada con comida rescatada y luego vimos y debatimos cortometrajes independientes en el segundo piso de la discoteca, que es ahora un cine.
En este espacio convivimos anarquistas, vegetarianos, ciclistas, anticapitalistas, meseras, socialistas, artistas, mecánicos y un abogado. Algunos empleados y otros al igual que yo, auto-desempleados. Hemos decidido “trabajar” por fuera del sistema y dedicarnos temporalmente a causas que nos apasionan. Durante este tiempo he descubierto que “trabajar” es un concepto muy amplio que ha sido exclusivamente relacionado con retribución económica.
En mi opinión, madres y abuelas trabajan mientras cuidan hijos y nietos, trabaja el artista que dedica sus días a componer, crear o esculpir, trabaja quien cuida de un anciano o de una persona enferma, trabajan quienes voluntariamente cuidan parques y zonas verdes o limpian iglesias, cosen botones o dirigen coros. Hay cantidad de intercambio de servicios en los que el dinero no tiene valor y por lo tanto sobra. Del aire no se puede vivir pero si de nuestro esfuerzo; no para generar dinero sino para conseguir las cosas que realmente necesitamos que terminan siendo mas bien pocas. Comprar se ha convertido en mi última opción.
Llevo dos semanas viviendo en una de las ciudades más costosas del mundo sin gastar ni un solo peso –ni personal, ni público, ni privado. He visitado mercados a las 5am y rescatado frutas y verduras imperfectas; imperfectas para un sistema que tiene estándares de belleza hasta para la comida. Me he bañado menos pero me he reído más, me he despertado a horas inusuales pero he debatido sobre temas que me interesan, no tengo nevera pero veo el cielo cada vez que cojo la leche de soya que está colgando en un cajón en el patio, no tengo acceso a un computador pero visitando la biblioteca pública he conocido gente especial, no tengo un ingreso económico pero no me hace falta nada.
Nadie dijo que fuera fácil, de todas maneras yo no estaba buscando algo fácil. Hoy tengo la inspiración, el entusiasmo y la salud para continuar con esta aventura. Un mundo mejor es posible si mejores núcleos comunitarios son posibles.
Adelante
Claudia
Comentarios
saludos!
gracias por pasar a mi blog