ESTUVE A POCO DE SER MILLONARIA.

Ahora que estoy en búsqueda de empleo otra vez, todo lo que me ofrecen tiene que ver con sistemas multinivel; y juro que lo intenté, no una sino muchas veces, traté de involucrarme seriamente en alguna de estas empresas de multinivel que le garantizan a uno ganar dinero fácil, legalmente. Pero a mí las ventas no se me dan, y es apenas lógico que una persona que creció en la cultura de la economía y del ahorro, como podría de la noche a la mañana dejar de pensar en términos de austeridad y convencer a otros que compren lo que ni siquiera yo compraría porque no lo considero necesario, urgente, importante ni útil.

No obstante me persiguieron tantos multiniveles que sucumbí a uno, donde la mujer que me capturó supo como motivarme para incorporarme, me prometió convertirme en capacitadora, aunque sabía que el precio para ser instructora era vender un producto que no consideraba necesario, y me ofreció independencia, acepté el reto, consciente que el poder manejar mi propio horario es una bendición. Por supuesto fue un fracaso muy exitoso (de los “fracasos” se aprende mucho) primero porque no sentía pasión por el producto. Segundo porque cada que vendía me quedaba la sensación que le había quitado el dinero a alguien que le habría podido servir para comer o para pagar una cuenta más urgente y realmente necesaria. Tercero porque me volví mi propia esclava, trabajaba doce horas diarias por siete días a la semana para conseguir la meta de ventas que exigía la empresa para darme el ascenso. Y cuarto porque cuando hicimos el primer cierre de mes y mi directora vio que no había cumplido las metas de venta me dijo que la única opción era comprar la diferencia yo, y de esa forma la compañía estaba satisfecha.

En este punto me atasqué no porque fuera algo ilegal con la compañía, sino porque era ilegal conmigo misma, estaría mostrando un margen de ventas que no era real, lo cual me llevaría seguramente a ser la mayor consumidora de la empresa, y la peor vendedora también. Argumentó la directora que si los compraba los podía vender después o proveer a las que yo había incorporado, y me convenció, pero como es lógico el tiempo me desmostró lo mala vendedora que he sido con lo que me retiré de la compañía cargada de productos que duraron en mi casa algunos años más. Me sentí defraudada al comprender que la compañía sólo usaba esas posiciones como caramelo para endulzarnos y utilizarnos para vender, a la única que le importaba sentir que me había “ganado” con esfuerzo mi ascenso era a mí, y aunque todos me tildaron de idealista, en mi filosofía de vida no cabe la posibilidad de forzar resultados mediante la manipulación de las circunstancias, por eso me retiré.

De eso hace más de veinte años, y en los siguientes años seguía siendo invitada a reuniones de cuanto sistema de multinivel había, y en cada reunión aspiraba a encontrarme con algo diferente que resonara en mi frecuencia. Así que abandoné la búsqueda y me dediqué a esperar para ver a otros convertirse en millonarios (que es la motivación principal junto con la independencia) mientras yo dejaba pasar esa “brillante” y “única” oportunidad.

Sospecho seriamente que los millonarios de los sistemas de multinivel viven en las páginas de las revistas de sus productos con los que incentivan a la gente para engancharlos. Hasta este momento no he conocido a nadie que se haya convertido en millonario aunque todos afirman conocer a por lo menos uno de estos millonarios en persona. Lo cierto es que para mí son personajes mitificados que posan en mansiones, en yates y en autos lujosos, para despertar más la ambicion de la gente y utilizarla para mercadear sus productos.

Todavía me dejo echar el cuento completo y en el proceso me percato de sus contradicciones, de como usan la información que tienen de mí para seducirme, importa poco si esa información ya es obsoleta, porque ya no esta vigente en mi vida, como mi nuevo estatus marital, o como la actividad que estoy emprendiendo ahora mismo. Esa falta de cuidado con las herramientas que usan del otro para venderle una idea, los hace lucir charlatanes (aunque no lo sean) con lo que pierden credibilidad al menos conmigo, entonces el rostro del aparente éxito que venden adquiere un tinte de mediocridad.

Lo malo conmigo es esta manía de escuchar atentamente, porque entonces encuentro una serie de incoherencias que desmienten su holística intención de ayudarme, lo cual deja en evidencia su desesperación por usarme para su meta personal. Esto me recuerda una frase de Edward Abbey que dice que la filosofia del crecimiento por el bien del crecimiento es también la filosofia de la célula cancerosa.