PERO Y ¿PORQUÉ?.
Tengo la sensación que me subí involuntariamente en una montaña Rusa, y digo involuntaria, porque jamás me ha gustado ese tipo de "diversión". Mi vida sigue cambiando, dando giros insospechados, arrinconándome contra la pared de mi ego y obligándome a tomar decisiones que en otras condiciones y voluntariamente jamás tomaría.
En este trance de tomar decisiones me dio por buscar los motivos de todo lo que me está pasando, ( motivos, no culpables) para concluir que esos motivos datan de casi cincuenta años atrás, cuando la decisión de alguien de la familia afectó la vida de varios miembros de su familia directa e indirecta y de nuevos miembros entrantes a lo largo de los años.
Así de importantes son nuestras decisiones, y nuestra incapacidad de decidir que es otra forma de decidir, lo mismo pasa con nuestras negaciones, pensamos que se quedan en el vagón secreto de nuestro inconsciente, mientras estas crecen, toman vida y empiezan a caminar entre nuestras generaciones siguientes haciendo lo propio, cuando ese monstruo se para frente a nosotros en el futuro, no somos capaces de reconocerlo, y se lo atribuimos a los demás, a la mala suerte, a la mala administración de alguien más, a la falta de productividad de algún implicado, al destino etc. Todo, menos aceptar que una decisión nuestra afectó a tanta gente durante tanto tiempo y que un día se convertiría en un huracán que devastaría la vida de muchas personas, incluyendo la nuestra.
Claro que si miramos las razones que tuvo esa persona para tomar esa decisión, seguramente que también encontrará una razón cincuenta años atrás y esta persona a la vez mirará en su pasado y encontrará a alguien que lo afectó con su decisión y así sucesivamente hasta quizá encontrarse con que todo fue generado por uno mismo en una vida pasada. Lo cual deja al desnudo para mi como creyente en la reencarnación que todo lo genero yo misma, por lo tanto la inutilidad de buscar "causantes" y menos aún de culpar a otros de lo que me pasa. Elegimos nacer para tener una experiencia humana, para representar un papel en este escenario e interactuar con tantos actores, sólo que hay muchos de esos actores que no conocemos, ni llegamos a conocer nunca, pero que están actuando en nuestra obra.
Por lo mismo me siento profundamente comprometida con cada una mis decisiones, esta explicación del escenario cósmico en que todos actuamos, me abre los ojos a la realidad de hasta donde llega una decisión mía, afecta incluso a las generaciones que no conoceré cuando ya no esté más en este mundo, dejaré mi marca en los hijos de los hijos de mis hijos, y con ello me convertiré en el hada o en la bruja del cuento de sus vidas. Afectamos el campo cuántico no sólo por unos cuantas decenas de años creo que lo hacemos por siglos, por generaciones enteras.
Lo peor de una mala decisión es que si bien nunca es tarde para resarcir nuestros errores a veces lo es para pedir perdón. Porque ahora sé que en términos prácticos, ni el perdón de los demás, nos libera de la responsabilidad que tenemos sobre nuestras decisiones.
Cuando subimos a la cima de nosotros mismos y divisamos el gran cuadro, entendemos que el perfecto orden también reside en el caos, lo que nos ayuda a trasmutar la imagen del verdugo por maestro y de la víctima por discípulo, y lo más mágico es que siempre somos maestros y discipulos a la vez.
En este trance de tomar decisiones me dio por buscar los motivos de todo lo que me está pasando, ( motivos, no culpables) para concluir que esos motivos datan de casi cincuenta años atrás, cuando la decisión de alguien de la familia afectó la vida de varios miembros de su familia directa e indirecta y de nuevos miembros entrantes a lo largo de los años.
Así de importantes son nuestras decisiones, y nuestra incapacidad de decidir que es otra forma de decidir, lo mismo pasa con nuestras negaciones, pensamos que se quedan en el vagón secreto de nuestro inconsciente, mientras estas crecen, toman vida y empiezan a caminar entre nuestras generaciones siguientes haciendo lo propio, cuando ese monstruo se para frente a nosotros en el futuro, no somos capaces de reconocerlo, y se lo atribuimos a los demás, a la mala suerte, a la mala administración de alguien más, a la falta de productividad de algún implicado, al destino etc. Todo, menos aceptar que una decisión nuestra afectó a tanta gente durante tanto tiempo y que un día se convertiría en un huracán que devastaría la vida de muchas personas, incluyendo la nuestra.
Claro que si miramos las razones que tuvo esa persona para tomar esa decisión, seguramente que también encontrará una razón cincuenta años atrás y esta persona a la vez mirará en su pasado y encontrará a alguien que lo afectó con su decisión y así sucesivamente hasta quizá encontrarse con que todo fue generado por uno mismo en una vida pasada. Lo cual deja al desnudo para mi como creyente en la reencarnación que todo lo genero yo misma, por lo tanto la inutilidad de buscar "causantes" y menos aún de culpar a otros de lo que me pasa. Elegimos nacer para tener una experiencia humana, para representar un papel en este escenario e interactuar con tantos actores, sólo que hay muchos de esos actores que no conocemos, ni llegamos a conocer nunca, pero que están actuando en nuestra obra.
Por lo mismo me siento profundamente comprometida con cada una mis decisiones, esta explicación del escenario cósmico en que todos actuamos, me abre los ojos a la realidad de hasta donde llega una decisión mía, afecta incluso a las generaciones que no conoceré cuando ya no esté más en este mundo, dejaré mi marca en los hijos de los hijos de mis hijos, y con ello me convertiré en el hada o en la bruja del cuento de sus vidas. Afectamos el campo cuántico no sólo por unos cuantas decenas de años creo que lo hacemos por siglos, por generaciones enteras.
Lo peor de una mala decisión es que si bien nunca es tarde para resarcir nuestros errores a veces lo es para pedir perdón. Porque ahora sé que en términos prácticos, ni el perdón de los demás, nos libera de la responsabilidad que tenemos sobre nuestras decisiones.
Cuando subimos a la cima de nosotros mismos y divisamos el gran cuadro, entendemos que el perfecto orden también reside en el caos, lo que nos ayuda a trasmutar la imagen del verdugo por maestro y de la víctima por discípulo, y lo más mágico es que siempre somos maestros y discipulos a la vez.
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