EN EL ESCENARIO.
Ser ilegal en USA ya es de por si una tragedia, más aún en estos tiempos, pero serlo con tu madre gravemente enferma, quien también es ilegal, sin empleo, sin recursos económicos para pagar por su atención médica, con hijos y con inmigración respirando sobre tus hombros me parece mucho más que una tragedia. No obstante en casos como estos, muchas veces derechos humanos no está ahí para proteger el derecho fundamental de todo ser humano, es decir el derecho a la vida.
Y es que con todo este alboroto de los mineros de Chile, me ha dado por pensar en el carácter altruista que nos mueve, y en la naturaleza de la llamada solidaridad. Por supuesto que me alegra que hayan sido rescatados, y que reconozco un milagro en ese hecho, pero es inevitable que mire el otro lado de la moneda, ese toque de espectáculo que han tomado las cosas, ese rostro luminoso de la “solidaridad” con este grupo de mineros, y no es porque no se lo merezcan, sino porque es que hay tanta gente en el mundo en similares y peores condiciones que se merecen pagos e indemnizaciones a quienes no se les reconoce ni un sólo peso. ¿Que hay por ejemplo de los presos que han pagado cárcel injustamente? ¿quien se hace cargo de sus familias, quien les compensa todos aquellos años de escasez? A no ser que el mismo preso demande al estado, nadie se solidariza con él, ni recauda dinero para pagar por el daño causado, y en su mayoría no han estado encerrados días ni meses, sino años. Que hay de las familias de los narcotraficantes que no sólo son expropiadas de sus bienes y de su patria, sino que se les cierran fronteras en el mundo entero, como si el delito fuera personal, nadie se solidariza con ellos, y los derechos humanos no parecen existir para estas personas. Pero siendo mas extremos ¿que hay de pueblos como Cuba y Venezuela? Capturados por un tirano, y nadie se solidariza para hacer algo por ellos, toda la tecnología de Estados Unidos no ha bastado para acabar con la tiranía de este par de hombres, dirán algunos que soy una ignorante en temas políticos, y lo soy, pero en términos prácticos no puede ser que un par de hombres sean más poderosos que la solidaridad del mundo entero (si quisiéramos serlo) a no ser que a alguien (aparte de sus falsos lideres) no le convenga que estos pueblos sean libres. No nos digamos mentiras hay múltiples maneras de solidarizarse con los pueblos bajo un régimen de tiranía, pero lógicamente nos implica un gran sacrificio, que no estamos dispuestos a hacer.
Mientras veía las trasmisión del rescate de los chilenos, era inevitable que pasaran por mi mente tantas personas que también han estado atrapadas en sus propias minas y en minas a donde la sociedad los ha encerrado por pertenecer a cierto grupo familiar, por no pensar igual a la colectividad, por su género, por la religión que practican, por su preferencia sexual etc. Y me preguntaba ¿Que hace que todos nos sintamos tan unidos alrededor de un evento como este, pero seamos tan indiferentes ante los demás? La respuesta no se hizo esperar, cuando los medios de comunicación estan ahí para exhibir nuestro mayor sentido de generosidad parece que somos capaces de quitarnos la ropa para vestir al vecino. Cuando esa ropa nos la tenemos que quitar en medio de una fría noche sin las luces de una cámara y sin el aplauso de alguien más, consideramos primero el nivel de merecimiento que tiene el otro de recibir nuestra ayuda, para lo cual evaluamos, el lazo familiar y afectivo, lo que hemos recibido antes de ese otro, y si sus ideas y preferencias tienen algo en común con las nuestras, si al final de esta evaluación el otro es un completo desconocido, nos lo pensamos dos veces antes de convertirnos en alguien solidario. Nos conformamos con la solidaridad de escenario, pero estamos distantes de serlo realmente.
Y es que con todo este alboroto de los mineros de Chile, me ha dado por pensar en el carácter altruista que nos mueve, y en la naturaleza de la llamada solidaridad. Por supuesto que me alegra que hayan sido rescatados, y que reconozco un milagro en ese hecho, pero es inevitable que mire el otro lado de la moneda, ese toque de espectáculo que han tomado las cosas, ese rostro luminoso de la “solidaridad” con este grupo de mineros, y no es porque no se lo merezcan, sino porque es que hay tanta gente en el mundo en similares y peores condiciones que se merecen pagos e indemnizaciones a quienes no se les reconoce ni un sólo peso. ¿Que hay por ejemplo de los presos que han pagado cárcel injustamente? ¿quien se hace cargo de sus familias, quien les compensa todos aquellos años de escasez? A no ser que el mismo preso demande al estado, nadie se solidariza con él, ni recauda dinero para pagar por el daño causado, y en su mayoría no han estado encerrados días ni meses, sino años. Que hay de las familias de los narcotraficantes que no sólo son expropiadas de sus bienes y de su patria, sino que se les cierran fronteras en el mundo entero, como si el delito fuera personal, nadie se solidariza con ellos, y los derechos humanos no parecen existir para estas personas. Pero siendo mas extremos ¿que hay de pueblos como Cuba y Venezuela? Capturados por un tirano, y nadie se solidariza para hacer algo por ellos, toda la tecnología de Estados Unidos no ha bastado para acabar con la tiranía de este par de hombres, dirán algunos que soy una ignorante en temas políticos, y lo soy, pero en términos prácticos no puede ser que un par de hombres sean más poderosos que la solidaridad del mundo entero (si quisiéramos serlo) a no ser que a alguien (aparte de sus falsos lideres) no le convenga que estos pueblos sean libres. No nos digamos mentiras hay múltiples maneras de solidarizarse con los pueblos bajo un régimen de tiranía, pero lógicamente nos implica un gran sacrificio, que no estamos dispuestos a hacer.
Mientras veía las trasmisión del rescate de los chilenos, era inevitable que pasaran por mi mente tantas personas que también han estado atrapadas en sus propias minas y en minas a donde la sociedad los ha encerrado por pertenecer a cierto grupo familiar, por no pensar igual a la colectividad, por su género, por la religión que practican, por su preferencia sexual etc. Y me preguntaba ¿Que hace que todos nos sintamos tan unidos alrededor de un evento como este, pero seamos tan indiferentes ante los demás? La respuesta no se hizo esperar, cuando los medios de comunicación estan ahí para exhibir nuestro mayor sentido de generosidad parece que somos capaces de quitarnos la ropa para vestir al vecino. Cuando esa ropa nos la tenemos que quitar en medio de una fría noche sin las luces de una cámara y sin el aplauso de alguien más, consideramos primero el nivel de merecimiento que tiene el otro de recibir nuestra ayuda, para lo cual evaluamos, el lazo familiar y afectivo, lo que hemos recibido antes de ese otro, y si sus ideas y preferencias tienen algo en común con las nuestras, si al final de esta evaluación el otro es un completo desconocido, nos lo pensamos dos veces antes de convertirnos en alguien solidario. Nos conformamos con la solidaridad de escenario, pero estamos distantes de serlo realmente.
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