MENTIRAS BONITAS

VERSIÓN UNO

Nací con una luxación unilateral de cadera, no puedo imaginar lo que fue para mi madre ayudarme a aprender a caminar con esa limitación, sobre todo cuando empecé a caminar largas distancias y los dolores en la cadera se hacían insoportables. Ante la falta de recursos médicos mi madre se dedicó a orar para que yo mejorara, me puso en manos del Cristo de Zaragoza, un Cristo que hizo aparición en una lejana población de Antioquia llamada Zaragoza. Las peregrinaciones de los fieles eran famosas por lo extremas que llegaban a ser, algunos de ellos caminaban durante meses hasta la población ofreciendo su cansancio físico como sacrificio para obtener un milagro.
Mi madre ofreció humildad representada en bajar su orgullo para pedir limosna en el pueblo y recoger una cifra de dinero para llevarle al Cristo como premio adelantado por el milagro, también ofreció que yo (a decir más ella que yo) renunciaría a todo lujo el día de mi primera comunión y que la haría en la iglesia del milagroso con un vestido de calle en vez del vestido largo tradicional con que se hacía la primera comunión en aquellas épocas; y que las dos, es decir ella y yo, entraríamos ese día a la enorme iglesia de Zaragoza de rodillas hasta el altar.

Todo se hizo conforme ella lo prometió y yo Salí de allí caminando como siempre y con el mismo dolor que le aquejaba a mi cadera después de un tramo moderado de camino. Eso fue cuando yo tenía unos seis años, épocas en que la iglesia no se había institucionalizado tanto como ahora y uno hacía la primera comunión a temprana edad.

Fue a los ocho años de edad cuando tuve un accidente, que recuerdo con una inusual nitidez mayor que la tengo con otros recuerdos de mi infancia, porque esa vez me despedí de una habilidad de la que nunca hablé pero de la que disfruté en un delicioso anonimato, que era poder ver algunas cosas que iban a suceder antes de que pasaran.

Yo estaba jugando con algunas amigas en la calle, mientras estaba en el anden de mi casa vi al perro de nuestro vecino que venía en la esquina, el perro era descomunalmente grande y yo le temía mucho, a juzgar por la dirección que traía pasaría por el frente de mi casa, mis amigas estaban en el anden del frente y yo quería pasar a estar con ellas. En ese momento vi como yo pasaba y el perro me atacaba tumbándome contra una enorme roca que había junto al anden de mi casa, incluso me vi a mi misma despertando después del desmayo y pude ver a la gente que me rodeaba. Vi todas las imágenes como cuando uno las reproduce en un televisor, pero supe que eso me pasaría si pasaba la calle, y aun así la pasé, y mientras la pasaba me preguntaba porque lo estaba haciendo si sabía que me iba a pasar algo malo, pero a la vez sabía que tenía que hacerlo, que algo más fuerte que yo me obligaba a hacerlo.

Recuerdo confusamente imágenes en que recobraba el sentido y lo perdía mientras veía a la gente a mi alrededor, después despertaba en un carro sentada en el regazo de mi madre, con un dolor de cabeza impresionante y después entré en una clínica donde me tomaron muchas radiografías, recuerdo que mi tratamiento fue largo antes de recuperarme.

En ese accidente El cristo de Zaragoza le cumplió a mi madre con la promesa que ella le había pagado dos años antes. A su misteriosa manera, porque como todos dicen “los caminos de Dios son misteriosos” me luxé la otra cadera, ahora todo estaba en su lugar, vivir una vida con una luxación unilateral era más complicado que vivir con una luxación bilateral desde todo punto de vista, aunque el aspecto estético no era el ideal, y aunque seguía caminando mal, era lo mejor que me podía pasar en medio de lo peor que estaba. Quizá para Dios era muy difícil enderezar la cadera luxada, quizá Dios solo facilitó que cumpliera con una misión en esta vida que requería ese tipo de “limitación” si es que así se le puede llamar, porque después de eso no fue tan difícil para mi caminar y el dolor desapareció. Quizá la lección fuera para mi madre y yo sólo fui su vehículo de evolución, no lo sé, nadie lo sabe, todo lo que diga sería una especulación.

VERSIÓN DOS

Nací parada, lo primero que salió del abdomen de mi madre fueron mis piernas y los médicos en su afán porque no me ahogara me luxaron las caderas, eso quiere decir que mis caderas no están ancladas en el mismo lugar que lo están las de todo el mundo. Mis padres sólo lo supieron cuando empecé a caminar, entonces me llevaron a Medellín donde los médicos dijeron que había que hacerme una serie de cirugías para lo cual debían dejarme varios meses, quizá un año en el hospital, como vivíamos tan lejos de Medellín esa opción quedo descartada y mi madre decidió encomendarle esa labor al Cristo de Zaragoza, un Cristo que hizo aparición en una lejana población de Antioquia llamada Zaragoza. Las peregrinaciones de los fieles eran famosas por lo extremas que llegaban a ser, algunos de ellos caminaban durante meses hasta la población ofreciendo su cansancio físico como sacrificio para obtener un milagro.

Mi madre ofreció humildad representada en bajar su orgullo para pedir limosna en el pueblo y recoger una cifra de dinero para llevarle al Cristo como premio adelantado por el milagro, también ofreció que yo (a decir más ella que yo) renunciaría a todo lujo el día de mi primera comunión y que la haría en la iglesia del milagroso con un vestido de calle en vez del vestido largo tradicional con que se hacía la primera comunión en aquellas épocas; y que las dos, es decir ella y yo, entraríamos ese día a la enorme iglesia de Zaragoza de rodillas hasta el altar.

Todo se hizo conforme ella lo prometió y yo Salí de allí caminando como siempre y con el mismo dolor que le aquejaba a mi cadera después de un tramo moderado de camino. Eso fue cuando yo tenía unos seis años, épocas en que la iglesia no se había institucionalizado tanto como ahora y uno hacía la primera comunión a temprana edad.

Para muchos la promesa que mi madre le hizo al cristo fue una pérdida de tiempo, nunca supe como lo tomó ella, ese fue un tema del que nunca hablamos. Puede ser que la luxación no haya desaparecido milagrosamente pero con el tiempo mi cuerpo se fue adaptando a su nueva circunstancia, mis caderas construyeron su propio nicho (uno falso) donde descansar y el dolor al caminar fue disminuyendo hasta desaparecer por completo, al punto que caminar es uno de mis deportes favoritos, contra todo pronóstico médico. Con lo cual aprendí que no siempre nos sacan la piedra del zapato, que a veces hay que aprender a convivir con la piedra en el zapato y que poder hacer eso ya es un milagro. En lo que a mi respecta el milagro fue ese, además de poder vivir feliz con una condición atípica, sin que las burlas de la gente me afectaran.



Estas son dos de las tantas versiones que hay de la manera como llegué al mundo y de un hecho que marcó mi vida significativamente, y llegaron a mi memoria a propósito de la película “Catfish” donde la verdad adquiere un traje inusual y la mentira reclama su derecho a no ser juzgada, a ser vista en gama de grises, en diferentes trajes de verdades, en donde la mentira reclama su protagonismo sin condena. Una película limpia, donde todos los ingredientes para un acto violento están dados, pero que un grupo de jóvenes deciden usarlos más nutritivamente, dándonos tremenda lección de amor y comprensión, rehusándose a pactar con la intolerancia y con la reactividad, mirando los hechos desde adentro, venciendo el miedo a lo desconocido y aventurándose en las fauces de la mentira. Una película dolorosamente humana que lo reconcilia a uno con la vida, que deja al desnudo que siempre estamos pagando un precio por todo, hasta por lo que no tenemos, y que somos responsables hasta de nuestras elecciones inconscientes esas que nos impulsan a culpar a los demás de lo que nos pasa.

Viendo a catfish comprendí que no importa cual versión de mi historia sea la verdadera, que lo importante no es la verdad de mi historia, sino el mensaje que cada versión me deja. Buscar la motivación de un mentiroso puede ser quizá mas importante que encontrar la verdad, ese es el verdadero trabajo de un auténtico guerrero de la luz. Es más simple juzgar un mentiroso y etiquetarlo, pero nuestro trabajo aquí no es ese, sino hacer de toda experiencia un aula de clases evolutiva. Es una pena que cuando alguien nos dice mentiras lo que hacemos es personalizar la situación, juzgar y regocijarnos en la victimización, no se nos ocurre pensar en el otro y en el infierno que cada uno traemos dentro y en que algunos traen infiernos más grandes que otros. A veces para llegar a la verdad hay que tener más de una versión de ella…








Comentarios

Anónimo ha dicho que…
verdaderamente cada cual vive sus experencias pero siempre està presente el TODOPODEROSO,no siempre EL nos da lo que pedimos,ni como lo pedimos,ni cuando lo pedimos,pero siempre tiene un PROPÒSITO.

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