¿Y SI NO ABRE EL PARACAÍDAS?

Cada día asisto a un evento navideño distinto, y en cada evento me doy cuenta que en cada casa a la que voy se tiene incluido en el presupuesto y en el itinerario de navidad una noche para compartir alimentos con otras personas. Valoro inmensamente estas costumbres que le dan significado a estas épocas, sobre todo porque en estos tiempos cierta cortesía socio doméstica se ha perdido.

Mi madre siempre incluía en la comida diaria un par de porciones extras, ella las llamaba las porciones del peregrino, lo que me asombraba era que esos peregrinos siempre llegaban, no había teléfono para anunciarse antes de llegar por lo que las visitas eran imprevistas, pero uno se ponía tan feliz cuando llegaba una visita, y era capaz de desocupar la alacena para atender bien a la visita. Eran épocas en las que uno pensaba más en compartir que en guardar, no teníamos miedo de quedarnos sin nada que comer, ese temor siempre era apaciguado con la frase “Dios proveerá”.



Durante la época en que mi esposo y yo tuvimos escasez a causa del desempleo, no nos dejamos invadir por el temor a la escasez para compartir con los demás, recuerdo una vez que llegó una visita inesperada, yo preparé lo último que quedaba en la alacena para comer y abrí la última botella de vino que quedaba, cenamos y disfrutamos en grande sin pensar en que comeríamos al día siguiente, esa misma noche poco después de que la visita se marchara llamó a la puerta una de mis amigas a pedirme si le recibía una cantidad considerable de comida que tenía, pues se le había presentado un viaje inesperado y no quería que la comida se perdiera, recuerdo que ella estaba apenada porque no sabía si teníamos espacio en la nevera para recibir tanta comida, mi esposo y yo nos lanzamos una mirada de complicidad y guardamos lo que nos sirvió para dos semanas.

Ese es el milagro del dar incondicional, es tan intangible, tan poco certero, tan irracional, tan impredecible como lanzarse al vacío en paracaídas, el interrogante mayor nos alcanza ¿y si no abre el paracaídas? Sólo hay una forma de saberlo, y esa es lanzándose, sólo hay una forma de conocer cara a cara la abundancia, y  es arriesgándonos a compartir no sólo lo que tenemos en abundancia, sino también  lo último que nos queda.

Este riesgo es el que he podido presenciar todos estos días, en tiempos en que la economía está resentida, veo a todas estas personas usando su energía laboral representada en dinero invertido en ingredientes para preparar alimentos para sus invitados, hay mucho amor en ese acto, no sólo dinero, también hay tiempo, dedicación y sobre todo el auténtico deseo de compartir con los demás, y esto para mi es la verdadera navidad.


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