ESTRICTAMENTE CONFIDENCIAL

Dicen que si no se puede decir es mejor no decirlo, y que quien entrega un secreto ya no es confiable porque no fue capaz de guardárselo a si mismo. Creo que muchos se sienten impulsados a contar sus secretos porque esa parece ser la manera como se aseguran la aceptación y la aprobación de la otra persona, más que porque necesiten liberar alguna carga. En el fondo contar nuestros secretos a las amigas o amigos, es una manera de comprar la amistad del otro, de comprometerlo con su posible fidelidad. Tanto la adversidad compartida como los secretos parecen conseguir una unión difícil de romper, la seguridad a la que muchos aspiran en términos de relaciones interpersonales podría estar garantizada en la medida en que el otro se convierte en la caja fuerte de todos nuestros tesoros inconfesables.

Personalmente no me gustan expresiones como “aquí entre nos” “que esto no salga de nosotros” “te lo voy a contar pero no se lo cuentes a nadie” “este es un secreto que nadie más sabe de mi” “prométeme que serás como una tumba” etc. Porque me parece mucha responsabilidad cargar sobre mis hombros información clasificada y sobre todo porque en esas confesiones casi siempre logro ver esa transacción tácita que dice que si me confiaste un secreto de alguna manera quedamos encadenadas para toda la vida, o lo que es peor, debo contarte los míos. A veces cuando me van a entregar un paquete de esos, simplemente renuncio y me rehúso a escuchar el secreto.

Yo también tuve mi propia experiencia al respecto con lo que alguien pensó que era un secreto: mi vida sexual, con la que pocas veces he tenido reservas, así fue como hace mucho tiempo alguien de la familia, a quien mi madre recibió en nuestra casa temporalmente mientras sus padres se recuperaban de una crisis económica, dio testimonio con lujo de detalles de mi vida sexual, cabe mencionar que algunos de esos detalles sólo estaban en su imaginación y sólo pretendían embellecer la historia, supuestamente éramos muy unidos, éramos muy amigos y dado que era un hombre, eso lo hacía más confiable todavía, aunque repito no era que yo tuviera secretos, era que habían cosas que mi madre hubiera preferido no saber y yo hubiera preferido que ella no supiera.



Aquella vez comprendí que la confianza que había dejado de tener en mi madre, me había negado la posibilidad de saber de donde procedía mi mentalidad tan abierta, porque lo único que hizo aquel familiar con aquel episodio fue fortalecer la confianza con mi madre, porque aunque teníamos diferencias en la manera como veíamos la vida, ella demostró pleno respeto por mis elecciones y contrario a lo que aquel hombre pensó, gocé de toda la comprensión de su parte. Su infidencia me condujo a confiar más en ella y a comprender que las aprehensiones que tenía con ella eran infundadas. Me hizo un favor en vez de hacerme un daño.

Pero a muy temprana edad aprendí dos cosas: que si las rumbas terminan en jornadas sexuales es mejor andar sola, y que las cosas que no quiero que nadie sepa, no las debo decir en voz alta ni siquiera a mi misma, ya que aquellos secretos que guardamos a veces, es mejor que se queden así, como secretos, en un acto de confianza en nosotros mismos, entre otras cosas como un acto de romanticismo, nada más romántico que un secreto fielmente guardado.

Todo esto llegó a mi memoria de nuevo porque en estos días presencié como una mujer que se decía ser amiga de otra, en medio de una discusión que sostenían  reveló un secreto que la otra le había confiado tiempo atrás en presencia de una tercera persona que era por causalidad la directamente implicada en el asunto y para quien conocer el secreto fue devastador. Al final habían tres personas dañadas: la mujer que se sintió traicionada con la infidencia de su amiga, la tercera persona que circunstancialmente se enteró de algo que cambiaría el rumbo de su vida, y la infidente amiga que no podía con la culpabilidad por haberlo hecho.

Los secretos son como los cuerpos muertos, si se los confías a alguien que no sea sepulturero, es posible que el mal olor te persiga siempre, y en cuestión de sepultureros de secretos nadie mejor que nosotros mismos para darles cristiana sepultura.

Comentarios

Alexandra Vega-Rivera ha dicho que…
Cuanta sensatez! que lindo que volver a encontrarme con tus letras. Vos, siempre tan acertada. Abrazo muy fuerte mujer.
Juan ha dicho que…
Si, es mejor "guardarse para si mismo" intimidades o 'acciones no confesables'

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