TODO SUCEDE POR ALGO.

Cuando la gente se muere se lleva consigo sus motivos y las razones por la que actuaron de alguna forma que nos resulta incomprensible, mi madre no ha sido la excepción, nunca hablamos profundamente de los motivos que la llevaron a tomar la decisión de no enyesarme cuando siendo una niña, los médicos se dieron cuenta que mis caderas estaban dislocadas, el único argumento que siempre escuché, fue que tenían que dejarme por casi un año en una ciudad lejana al pueblo donde vivíamos y tanto ella como mi padre no querían separarse de mí y dejarme en manos de otras personas. Aunque yo nunca les reproché ni con el pensamiento su decisión, en el ambiente familiar siempre se respiró un malestar al respecto, muchos se aventuraron a decir que había sido egoísta de su parte. Nunca me he imaginado como hubiera sido mi vida de haberme tratado a temprana edad para corregir mi luxación, hasta ahora, hace poco, cuando supe de una historia similar a la mía.

Un chico que nació con articulaciones de cadera dislocadas, como las mías. Como las articulaciones de sus caderas no estaban bien formadas, su médico tenía miedo de que cuando moviera las articulaciones de las piernas y la pelvis, se le dislocaran también esas articulaciones, así que decidió enfundarlo en una escayola de cuerpo entero durante los primeros nueve meses de vida, exactamente el tiempo que los médicos pensaron  enyesarme a mi; y que fue lo que mis padres no estuvieron dispuestos hacer en aras de no sacrificar su tiempo a mi lado.

La escayola le impedía mover la espalda, el abdomen, el pecho, la pelvis y las piernas, el efecto que eso tuvo sobre él, fue negarle todas las variaciones habituales del movimiento y de las exploraciones que forman parte de los primeros meses de vida. A raíz de esas graves restricciones, su cerebro carecía de la riqueza y del constante flujo de información que le habría aportado los movimientos normales, las variaciones y las interacciones con el mundo que lo rodeaba. Al retirarle el yeso ya no podía generar espontáneamente los movimientos experimentales y al azar que habría realizado de no haberlo llevado, por lo que no tenía ni idea de como moverse.



Si a mi me hubieran puesto la escayola me habría pasado lo mismo, a principios de los sesentas sólo me habría podido ayudar el método Feldenkrais al que seguramente mi madre no hubiera tenido acceso, por lo que seguramente los médicos le habrían atribuido mis nuevas limitaciones a algún desorden congénito que no había sido detectado a tiempo.

A cambio mi cuerpo se adaptó a sus nuevas circunstancias y en un acto de infinita sabiduría mis caderas dislocadas no dislocaron mis piernas sino que con el tiempo construyeron una falsa pelvis en la que decidieron descansar y que fortalecieron de tal manera que esa falsa pelvis ha sido mi compañera de rutinas de ejercicios toda mi vida.

Ahora cuando imagino como hubiera sido mi vida si mis padres deciden ponerme la escayola, me imagino a una mujer con una incapacidad de movilidad terrible, y pienso que mis padres fueron movidos "erróneamente" como muchos pensaron, sólo para cumplir perfecamente con mi destino. Aquella decisión estaba actuando a mi favor, aunque yo haya tardado casi 50 años en ver el cuadro completo y ellos se hayan ido de este mundo sin verlo.

El orden divino que rige nuestra existencia no se puede poner en duda ni siquiera porque los actos de los demás nos muestren algo diferente. No podemos dejarnos engañar por las imágenes incompletas que nos ofrecen las decisiones de los demás, esa frase que reza que “todo sucede por algo” es en estos momentos mucho más que una frase consoladora, es una realidad, mi realidad.


Comentarios

Ileana Medina ha dicho que…
Me ha encantado tu post, Luz Dary, y creo que no contradice lo que digo, sino que más bien lo confirma.
"Todo sucede por algo" es precisamente "aceptación de lo que es".
Y por cierto, a la luz de lo que sé hoy, aquella decisión de tu madre me parece muy sabia. No por el resultado final que podía haber sido este u otro (quién sabe), sino porque no hay nada, nada más dañino para que un niño pequeño, que la separación de su madre. Ella siguió su instinto.
Abrazos grandes, gracias por las maravillas que escribes!
Patricia Maradei ha dicho que…
Que liberador es encontrar siempre el PROPÓSITO DIVINO dentro de cada situación. Abrazos,

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