MUJERES AL REBUSQUE.
Me lo contó mi amiga D. que el mal entendido concepto de liberación femenina esta conduciendo a la masculinización femenina. Ella, que asiste a las discotecas al rebusque de historias para su libro sobre mujeres, observa como cada vez la mujer le roba más territorio de liderazgo masculino al macho, y me dice: “después nos quejamos porque ellos no cumplen con su rol, pero es que cada vez les dejamos menos trabajo en el campo de la conquista”.
D. entrevista mujeres al azar en las discotecas, escucha sus historias y a veces les maquilla el alma, porque el cuerpo y el rostro lo tienen siempre bien maquillado. Siempre va vestida como todas a las discotecas, yo que la conozco bien sé que para ella eso sólo es un disfraz para no desencajar en el medio.
¿Pero hemos ganado en liberación femenina o hemos canjeado nuestro poder femenino por independencia financiera? Ése parece ser el interrogante que queda flotando después de cada conversación con D. Aunque a veces pareciera que ni siquiera hemos conquistado la independencia financiera. En Estados Unidos detrás de una mujer con poder económico generalmente hay un matrimonio infeliz que cada uno carga por conveniencia pero del que ninguno de los dos se atreve a hablar, juntar dos buenos salarios ofrece el nivel de vida con que nos enseñaron a soñar cuando compramos el sueño americano, aunque muchas veces en realidad lo que se juntan son dos buenos historiales de crédito que garantizan cargar con deudas el tiempo suficiente para que el divorcio nunca se produzca.
Nos encontramos entonces en el mismo punto de nuestras abuelas, buscando un buen postor, o un buen partido como decían nuestras abuelas, como si estuviéramos condenadas a cargar ese duro fardo sobre nuestros hombros por toda la eternidad.
Y seguramente muchas feministas se levantaran de sus asientos al leer estas letras, que atentan contra toda su lucha por el ideal de la liberación femenina, y me dirán que estamos disfrutando del siglo en que la mujer ha ganado más libertad, y de hecho algunas gozan de auténtica libertad, las que conozco han aprendido a no responder a expectativas de nadie y a no sentirse avergonzadas por no tener suficiente dinero, ni por ser solteras por elección.
Pero el verdadero liderazgo femenino se impone cuando no estamos dispuestas a negociar nuestro poder femenino, cuando no compramos las creencias de la colectividad y nos atrevemos a incorporar nuestras creencias personales a nuestra forma de vivir, cuando estamos dispuestas a ser nosotras mismas sin temor a perder la aprobación del macho y de la sociedad, cuando nos rehusamos a convertirnos en juguetes sexuales pactando con su majestad la madrastra silicona, cuando sabiendo lo que realmente queremos no estamos dispuestas a pactar con tríos sexuales exclusivamente para el deleite del macho, cuando reunimos todo el valor que se requiere para disciplinarnos y bajar de peso, superarnos, reconciliarnos con la figura masculina, abrazar nuestra propia esencia masculina, ser madres no mártires, esposas no heroínas, hijas no rescatistas, hermanas no sobreprotectoras.
Siempre veo la expresión de cansancio de mi amiga D, luego de una noche donde las historias suelen ser repetitivas: mujeres al rebusque, besando muchos sapos antes de besar a su príncipe azul, sentadas en la barra, fumando un cigarrillo, exhibiendo sus encantos para atrapar la presa, mientras la presa pasa de largo, apenas si las miran como miramos la ropa en las tiendas, de vez en cuando una pieza de baile, en la que no sucede nada, no hay un intercambio de palabras, ellas bailan entre ellas, exhibiendo “sus juguetes” hasta que al final de la noche, el cansancio los y las consume y llega la hora de decidir, el licor ya ha hecho lo propio, cualquier vestido es bienvenido en la alcoba del caballero, cualquier caballero podría convertirse por esta noche en príncipe, una noche más gastándose entre las sábanas de un desconocido que la eligió sólo por una noche. Es hora de dormir para estar bella para la siguiente noche donde una vez más se reúnen las mujeres al rebusque.
D. entrevista mujeres al azar en las discotecas, escucha sus historias y a veces les maquilla el alma, porque el cuerpo y el rostro lo tienen siempre bien maquillado. Siempre va vestida como todas a las discotecas, yo que la conozco bien sé que para ella eso sólo es un disfraz para no desencajar en el medio.
¿Pero hemos ganado en liberación femenina o hemos canjeado nuestro poder femenino por independencia financiera? Ése parece ser el interrogante que queda flotando después de cada conversación con D. Aunque a veces pareciera que ni siquiera hemos conquistado la independencia financiera. En Estados Unidos detrás de una mujer con poder económico generalmente hay un matrimonio infeliz que cada uno carga por conveniencia pero del que ninguno de los dos se atreve a hablar, juntar dos buenos salarios ofrece el nivel de vida con que nos enseñaron a soñar cuando compramos el sueño americano, aunque muchas veces en realidad lo que se juntan son dos buenos historiales de crédito que garantizan cargar con deudas el tiempo suficiente para que el divorcio nunca se produzca.
Nos encontramos entonces en el mismo punto de nuestras abuelas, buscando un buen postor, o un buen partido como decían nuestras abuelas, como si estuviéramos condenadas a cargar ese duro fardo sobre nuestros hombros por toda la eternidad.
Y seguramente muchas feministas se levantaran de sus asientos al leer estas letras, que atentan contra toda su lucha por el ideal de la liberación femenina, y me dirán que estamos disfrutando del siglo en que la mujer ha ganado más libertad, y de hecho algunas gozan de auténtica libertad, las que conozco han aprendido a no responder a expectativas de nadie y a no sentirse avergonzadas por no tener suficiente dinero, ni por ser solteras por elección.
Pero el verdadero liderazgo femenino se impone cuando no estamos dispuestas a negociar nuestro poder femenino, cuando no compramos las creencias de la colectividad y nos atrevemos a incorporar nuestras creencias personales a nuestra forma de vivir, cuando estamos dispuestas a ser nosotras mismas sin temor a perder la aprobación del macho y de la sociedad, cuando nos rehusamos a convertirnos en juguetes sexuales pactando con su majestad la madrastra silicona, cuando sabiendo lo que realmente queremos no estamos dispuestas a pactar con tríos sexuales exclusivamente para el deleite del macho, cuando reunimos todo el valor que se requiere para disciplinarnos y bajar de peso, superarnos, reconciliarnos con la figura masculina, abrazar nuestra propia esencia masculina, ser madres no mártires, esposas no heroínas, hijas no rescatistas, hermanas no sobreprotectoras.
Siempre veo la expresión de cansancio de mi amiga D, luego de una noche donde las historias suelen ser repetitivas: mujeres al rebusque, besando muchos sapos antes de besar a su príncipe azul, sentadas en la barra, fumando un cigarrillo, exhibiendo sus encantos para atrapar la presa, mientras la presa pasa de largo, apenas si las miran como miramos la ropa en las tiendas, de vez en cuando una pieza de baile, en la que no sucede nada, no hay un intercambio de palabras, ellas bailan entre ellas, exhibiendo “sus juguetes” hasta que al final de la noche, el cansancio los y las consume y llega la hora de decidir, el licor ya ha hecho lo propio, cualquier vestido es bienvenido en la alcoba del caballero, cualquier caballero podría convertirse por esta noche en príncipe, una noche más gastándose entre las sábanas de un desconocido que la eligió sólo por una noche. Es hora de dormir para estar bella para la siguiente noche donde una vez más se reúnen las mujeres al rebusque.
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