EL LADRON DE JOYAS
Si hay algo a lo que le temo es a que me roben, la sola idea de ser asaltada me paraliza, y no es por el valor de lo que me sea robado, sino que el acto en si me parece muy violento y traumático. Recuerdo una vez cuando vivía en la ciudad de Cali, me desplazaba en un bus del norte al sur de la ciudad y un hombre se sentó en el asiento del lado, yo llevaba unas joyas que no eran de oro, ni eran finas, pero lucían como si lo fueran, el hombre fijó su mirada en una pulsera y un anillo que llevaba puesto, parecía examinando la calidad de las joyas y a la vez estudiando el paso que daría para arrebatarlas de mi mano, conforme pasaban los minutos y su mirada estaba puesta sobre mi mano, yo empezaba a sudar del temor que empezaba a infundirme el hombre. Como no sirvo para postergar ni siquiera el miedo y me gusta tomar el toro por los cuernos, decidí preguntarle al hombre si me iba a robar, lo hice sin diplomacia alguna pero sin agresividad, en tono bajo para que nadie más que él me escuchara, el hombre se sorprendió con mi pregunta y se echo a reír, insistí en preguntarle si el tenía la intención de seguirme cuando me bajara del bus y robarme, al mismo tiempo que le decía que mis joyas no eran finas. Fue en ese instante cuando pasó el niño que vende dulces en los buses, y que pone sobre el regazo de todos los pasajeros un par de dulces y luego hace la conferencia de venta en la parte delantera del bus, en la que explica el motivo por el que está vendiendo dulces y el destino final de las ganancias de la venta, para después pasar recogiendo el dinero, o el dulce a quienes no le compran. Miré el par de dulces sobre mi regazo y ni siquiera me atrevía a tomarlos porque pensaba que cualquier movimiento me haría perder los reflejos y le haría mas fácil al ladrón atacarme, aunque tenía la certeza de que el esperaría a que me bajara para seguirme. Cuando el pequeño vendedor de dulces pasó recogiendo el dinero o los dulces, el hombre pagó por los dulces de él y por los míos, tengo que confesar que su acto de generosidad me tranquilizó un poco y me hizo bajar la guardia, al punto que los disfruté mientras le seguía preguntando al hombre sobre sus planes conmigo, pero el hombre guardaba silencio.
Cuando llegó el momento de bajarme del bus, el hombre se bajó también y empezó a caminar detrás de mí, mientras yo desviaba mi ruta porque los nervios me habían hecho olvidar para donde iba, el hombre me alcanzó y me preguntó si podíamos hablar, le dije que si, casi convencida que era mi final y que lo siguiente que pasaría era que me daría escopolamina y nadie nunca más sabría de mi, pero oculté mi temor con un valor que aún ahora no me explico de donde salió y recuerdo haberme sentado con el hombre en el parque de los poetas detrás de la iglesia "la Ermita" retando toda la lógica que me decía que estaba en peligro, pero escuchando una débil voz interior que me decía que lo escuchara.
El hombre me confesó, que en efecto me quería robar, pero que sus planes habían cambiado cuando yo le había preguntado con esa "inocencia" por sus intenciones, entre otras cosas dijo que no es usual que la víctima se de cuenta de lo que le va a pasar y que si se da cuenta, no suele confrontar a su agresor, y que ya que estábamos relacionándonos tan sinceramente me quería contar su historia.
Había Perdido su familia cuando las drogas lo tomaron por su cuenta, estaba enfermo, cansado de consumir y quería ayuda, pero los centros de rehabilitación que conocía eran muy costosos, y él se preguntaba si yo le podría ayudar a encontrar un sitio donde rehabilitarse.
Lo más mágico de esta historia es que justamente yo voluntariaba en una comunidad terapéutica en ése momento, y pude hacerle el puente de comunicación con la entidad quien tenía un sistema de becas para personas de bajos recursos, Javier, a quien llamare así para proteger su identidad se internó en aquella comunidad y se recuperó de su adicción. Hasta la última vez que viaje a Colombia no había recaído y había conformado un nuevo hogar con una mujer que conoció mientras estaba en terapia, había conseguido volver a ver a sus dos hijos y siempre que da su testimonio me menciona como la mujer "valiente" que no le temía a los ladrones y de quien el recibió una joya mejor que las que tenía puestas y él pensaba robarme, esa joya de la que él siempre habla es su recuperación.
Siempre que recuerdo esta anécdota de mi vida es inevitable pensar en que a veces ni siquiera nosotros mismos sabemos que tan valerosos somos y que es muy curioso que la situación que más temor me produce haya sido justamente el escenario en donde fui más valiente, siempre termino preguntándome, cuántas fortalezas escondemos porque nos dejamos vencer del miedo y cuantos temores escondemos porque jugamos a ser fuertes.
Cuando llegó el momento de bajarme del bus, el hombre se bajó también y empezó a caminar detrás de mí, mientras yo desviaba mi ruta porque los nervios me habían hecho olvidar para donde iba, el hombre me alcanzó y me preguntó si podíamos hablar, le dije que si, casi convencida que era mi final y que lo siguiente que pasaría era que me daría escopolamina y nadie nunca más sabría de mi, pero oculté mi temor con un valor que aún ahora no me explico de donde salió y recuerdo haberme sentado con el hombre en el parque de los poetas detrás de la iglesia "la Ermita" retando toda la lógica que me decía que estaba en peligro, pero escuchando una débil voz interior que me decía que lo escuchara.
El hombre me confesó, que en efecto me quería robar, pero que sus planes habían cambiado cuando yo le había preguntado con esa "inocencia" por sus intenciones, entre otras cosas dijo que no es usual que la víctima se de cuenta de lo que le va a pasar y que si se da cuenta, no suele confrontar a su agresor, y que ya que estábamos relacionándonos tan sinceramente me quería contar su historia.
Había Perdido su familia cuando las drogas lo tomaron por su cuenta, estaba enfermo, cansado de consumir y quería ayuda, pero los centros de rehabilitación que conocía eran muy costosos, y él se preguntaba si yo le podría ayudar a encontrar un sitio donde rehabilitarse.
Lo más mágico de esta historia es que justamente yo voluntariaba en una comunidad terapéutica en ése momento, y pude hacerle el puente de comunicación con la entidad quien tenía un sistema de becas para personas de bajos recursos, Javier, a quien llamare así para proteger su identidad se internó en aquella comunidad y se recuperó de su adicción. Hasta la última vez que viaje a Colombia no había recaído y había conformado un nuevo hogar con una mujer que conoció mientras estaba en terapia, había conseguido volver a ver a sus dos hijos y siempre que da su testimonio me menciona como la mujer "valiente" que no le temía a los ladrones y de quien el recibió una joya mejor que las que tenía puestas y él pensaba robarme, esa joya de la que él siempre habla es su recuperación.
Siempre que recuerdo esta anécdota de mi vida es inevitable pensar en que a veces ni siquiera nosotros mismos sabemos que tan valerosos somos y que es muy curioso que la situación que más temor me produce haya sido justamente el escenario en donde fui más valiente, siempre termino preguntándome, cuántas fortalezas escondemos porque nos dejamos vencer del miedo y cuantos temores escondemos porque jugamos a ser fuertes.
Comentarios
Esta historia me encanto. Tan humana, tan profunda y tan llena de valor. A veces nos tocan o tocamos fibras de nuestros corazones con actos tan inocentes, como el que mencionas.
Un abrazo,
Clemencia Huertas
christel fagan