LA CHICA DEL NOVENO PISO.

Desde hace ocho años asisto a un grupo de superación personal una vez al mes, no siempre pero con frecuencia ella asiste, la chica del noveno piso. Patricia llega enfundada en su mejor traje de acuerdo a la estación del año, si es en invierno ella viste un lujoso abrigo negro y si es verano un vaporoso vestido. Lleva puestas sus joyas que elije de manera sobria y su maquillaje delicado e intacto que siempre capturan mi atención, no pierdo un solo detalle de ella, a veces memoriza poemas que comparte con nosotros y otras veces me sorprende con una participación brillante sobre el tema que estamos tratando. Confieso que quiero ser como ella, de pronto no en este momento, pero si cuando yo también haya llegado al noveno piso. Y es que a Patricia ya le hemos celebrado los noventa años de edad, y tiene su mente intacta, y su vitalidad es envidiable. No le teme a los colores vivos, ni le teme a los temas de salón atrevidos. No mengua halagos y reconocimiento alguno para quienes la acompañamos y está al pendiente de los más mínimos detalles. A Patricia el mundo no se le ha borrado, ni ella se ha borrado para el mundo, es el mejor ejemplo que tengo de la vigencia de la mujer de mayor edad, me resulta absolutamente inspiradora y despierta en mi una admiración que me mantiene cautiva.

Siempre salgo de estas reuniones con la sensación que otras mujeres de menor edad que ella, están mas viejas, y me remonto a una mujer que asistía a clases de spinning conmigo y que lucia de aproximadamente unos cincuenta años, muy bien vividos, alta muy esbelta y de un estado físico envidiable, con frecuencia mientras las más jóvenes lucíamos extenuadas y al borde de nuestro limite, ella, se limitaba a respirar y a seguir pedaleando sentada en la cicla mientras esperaba por nuestro descanso. No obstante su manera de ver el mundo, de opinar frente a él y de desenvolverse no era tan joven como lucía su cuerpo, con una mente bastante cerrada, no estaba muy presta a escuchar las opiniones de los demás, menos aún a respetarlas, era impositiva en su forma de pensar y no gozaba de tolerancia alguna a la frustración, por eso el día en que supimos que su verdadera edad eran 71 años ante la sorpresa de todas mis compañeras muchas de ellas le atribuyeron a su edad, la inconsecuencia entre la juventud de su cuerpo y su edad mental.

Y es curioso que invertimos mucho tiempo, dinero y sobre todo energía en conservar este cuerpo joven, pero olvidamos la parte que más joven debemos mantener y quizá la que más nos cuesta rejuvenecer: nuestra mente.

Cuando la manera de ver el mundo se torna más pequeña que nosotros mismos, es una señal inevitable de que la edad nos esta alcanzando, no importa que tanto ejercicio hagamos, que tantas cirugías tengamos encima, ni que tanto visitemos el centro de estética, la juventud es irradiada desde adentro, y lo es en la medida en que somos capaces de abrir nuestra mente a los cambios que la vida y la sociedad contemporánea están presentando, en la manera como fluimos con las actuales circunstancias, sin oponer resistencia al inevitable cambio que esta dando el mundo. Sentir respeto por esos cambios y por las nuevas filosofías de nuestros jóvenes y de aquellos no tan jóvenes que se han abierto camino para enfocar la realidad con ojos nuevos, nos hace no solo lucir más jóvenes, sino además sentirlo e irradiarlo.

Hagámonos conscientes de cuantas veces interrumpimos a alguien que está emitiendo una opinión para iniciar nuestra respuesta con un "NO" que silencia al otro, pero que pretendemos que abra la comunicación exclusivamente a nuestra manera. Porque cada vez que hacemos esto, o que ridiculizamos el modo de pensar, de sentir y de expresarse de otras personas solo estamos mostrando nuestra vejez y la rigidez que le subyace a un mal proceso de envejecimiento. También estamos expresando nuestra falta de vitalidad, el tao dice que la rigidez es símbolo de muerte, empezamos a morir cuando nos hacemos rígidos con nuestros "principios" cuando dejamos que nuestra manera de ver el mundo se calcifique a través del temor que nos produce el cambio y lo nuevo.

Nos renovamos cuando nos atrevemos a replantear nuestros viejos sistemas de creencias y somos capaces de reajustarlos a otros más nuevos que nos son igualmente útiles y prácticos, no tenemos que morir pensando lo mismo que pensábamos cuando estábamos jóvenes, desaprender es siempre el mejor camino para aprender y para evolucionar, después de todo si le estamos apuntando a la eterna juventud, que mejor que empezar por renovar nuestra mente, eliminando un poco de grasa conceptual de la misma, de esa manera nos revitalizamos y nos ajustamos a un mundo que esta mutando con una rapidez asombrosa.

Comentarios

Yosmar Ache ha dicho que…
Luz excelente, me paro aplaudirte ya fusionaste mi idea con tu manera tan brillante de ver la vida, tu eres de esas mujeres que no tienes edad, puedes tener la madurez de una adulta como la alegría de una quinceanera, la sabiduría espiritual de un sabio, y la humildad de una persona que solo sabe dar amor. Gracias por complacerme
Unknown ha dicho que…
Luz, gracias por este articulo tan bello el cual refleja la gran escritora que eres y tu manera bella y positiva de ver a las personas. Muchas gracias luz y amor
Adriana nieta de Patricia

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