SER PARA CREER.
Estábamos debatiendo sobre la reencarnación y una de las personas que estaba en la conversación dijo que no creía en que usemos diferentes cuerpos como vehículos para que el alma evolucione. Cuando me encuentro con personas que no tienen las mismas creencias que yo, me gusta más usar mi energía vital en cuestionar las mías, que en cuestionar las del otro; y de esa forma abrirme a la posibilidad de que en las creencias del otro haya algo nuevo para mí que desconozco, así que quise escuchar las ponencias del incrédulo que estaban cargadas de una fría y racional lógica de la que gozan muchos hombres. Estaba apoyado en teorías científicas que lógicamente no han podido probar que la reencarnación es cierta, básicamente porque no ha nacido ningún ser humano que traiga pruebas como fotos y videos de cómo vio su propio funeral y de que manera programó su nueva vida y la razón por la que estuvo antes aquí y por la que decidió regresar, respaldada con su respectiva documentación.
Como no tengo una mente muy científica, ni la formación académica para objetar tantos conocimientos, suelo enfocarme en la funcionalidad de las creencias de la gente, durante la conversación me percaté que a este personaje le vendría bien creer en la reencarnación en aras de conseguir algunas metas evolutivas ya que no considera el hecho de que somos actores representando un papel en un escenario temporal, al que hemos llamado vida y del que nos hemos apropiado tanto que pensamos que la muerte es un asunto de terceros.
Ese día me quedé pensando en que la mayoría de la gente cree en cosas por motivos ajenos a su propia funcionalidad (y a veces pareciera que ajenos a su voluntad) estoy convencida que nuestras creencias son las que marcan nuestro destino por así llamarlo, aquello en lo que creemos traza la ruta que seguiremos en esta encarnación y sobre todo determina de que manera convivimos con nuestras emociones, nuestros sentimientos y nuestros pensamientos.
De nada me sirve creer en Jesucristo, si en mi vida práctica esa creencia no se ve reflejada en un alma más compasiva, más imparcial, más tolerante y más amorosa, si tengo a la gente dividida entre buenos y malos y sin importar lo que yo haga siempre estaré en el bando de los buenos ¿Porque entonces estaría creyendo en Jesucristo? a lo mejor por seguir la tradición familiar, o porque la sociedad en la que me desenvuelvo espera eso de mí, o porque me conviene laboralmente ya que trabajo en el sector institucional religioso.
Si mis creencias no se ven reflejadas en lo que pienso, en lo que siento y en lo que soy, es posible que mis creencias no sean mías, sino un conjunto de ideas que aprendí a memorizar y en las que aprendí a confiar ciegamente porque alguien que fue o es mi figura de autoridad dominante así lo ha dispuesto. Este tipo de sumisión es otra forma más que adopta la esclavitud, quizá por eso dicen que la mayoría no desean la libertad sino sólo un amo más justo.
Cambiar de creencias no es un síntoma de falta de carácter o de vulnerabilidad, pienso que cambiar de creencias es la manera más segura de reunirnos con las nuestras, porque en el camino replanteamos todo lo que hemos aprendido y nos acercamos a aquello que es productivo en nuestra vida, aquello con lo que resonamos, aquello que podemos incorporar a nuestra práctica diaria y que es consecuente con lo que decimos ser.
Es por eso que actualmente no me quemo las manos por mis creencias, ni consumo tiempo y energía defendiéndolas, a menudo son temporales porque me gusta evaluar con regularidad mis creencias, suficiente con que invierta mucho de mi energía vital usándolas para mi vida práctica para encima defenderlas ante terceros. Como a mi me gusta que mis inversiones sean productivas a menudo reconozco que tengo que cambiar algunas de ellas, que tengo que preguntarme “que pasaría si no creyera más en esto?” casi siempre la respuesta es que se abre una nueva creencia que resuena más con mi actual momento evolutivo y que me va moldeando cual escultor que le da forma a la obra que está descubriendo. Durante el cambio de creencias somos esa piedra que decidió retirar aquello que no le daba forma alguna en aras de esculpirnos a nosotros mismos y crear la obra maestra que realmente somos.
Las grandes preguntas son: ¿Somos aun una roca dura cubierta de creencias que no nos sirven y que ni siquiera son nuestras? ¿Somos una obra maestra que alguien mas esculpió en nosotros? O ¿Ya hemos retirado partículas (creencias) que no nos sirven de esa piedra y hemos empezado a dejar ver la figura maravillosa que realmente somos?
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No es a medio creer..
No es a medio creer..