CRIMEN DE PASIÓN
Esta Semana estaba haciendo un recuento de las veces que me han estrellado en el auto y me di cuenta que siempre han sido otros quienes me han golpeado bien sea por detrás o por los lados, pero lo más curioso es que salvo una sola vez, siempre mi carro ha salido ileso mientras que el auto de los que me golpean queda bastante dañado. Esto me hizo pensar en que sucede lo mismo cuando lastimamos a alguien, generalmente quien queda más lastimado es uno. Personalmente no me apena reconocer que cuando he lastimado a alguien hiriéndolo con mis palabras o con alguna de mis conductas, esa herida la cargo más tiempo yo que el otro, a menudo lo que hice me persigue varios días y cuando me disculpo me sorprende saber que la otra persona no solo no está molesta conmigo, sino que había olvidado lo sucedido, mientras yo cargué con la culpa y el dolor que supuse era del otro todo ese tiempo.
Por eso también sé que sucede lo mismo con los asesinos, que ellos se suicidan emocionalmente después de quitarle la vida a su víctima, que son muertos vivientes, cargando con un muerto a quien sus dolientes sepultaron pero que ellos están condenados a cargar a cuestas para siempre. Lo sé también porque muchos me lo han contado.
Cuando era niña conocí en la prisión donde estaba mi padre a un hombre que tenía una inusual manera de comer, a mi me llamaba la atención eso, pero siempre pensé que era una costumbre, un “resabio” como decía mi madre, pero un día durante una visita en que mi padre me dejó a cargo de él, mientras él disfrutaba de la visita conyugal de mi madre en su celda, le pregunté porque comía de esa forma, sus ojos se incendiaron al mismo tiempo que se le encharcaron de lágrimas, y me contó que cuando comía le pasaban cosas que solo el podía ver, luego me contó con más lujo de detalles del que necesitaba una niña como yo, como había asesinado a su esposa porque le era infiel con uno de sus amigos.
Yo estaba consternada con la idea de que aquel hombre hubiera matado a alguien y más aún a su esposa, creo que fue la primera vez que escuchaba la palabra infiel, porque tuve que preguntar por su significado. Me quedé con esa historia revolviéndose en mi mente hasta la siguiente visita a mi padre, sin saber en que molde meter ahora al hombre a quien le había tomado aprecio porque era muy amigo de mi padre y porque siempre era muy amable con nosotras.
La siguiente vez que lo vi, tenía una pregunta que hacerle ¿Porqué no había matado a su amigo sino a su mujer? Y él dijo que las mujeres son las culpables de que los hombres las deseen y pierdan la cordura, la frase que usó fue “el hombre propone y la mujer dispone” una frase que me marcó mucho. Que solidaridad masculina tan impresionante pienso ahora.
Mi relación con aquel hombre no sufrió variaciones, básicamente porque él fue la primera persona que me demostró que su muerta seguía sin ser sepultada y que no la había matado a ella , tanto como se había matado a si mismo, al punto que ni siquiera conseguía volver a comer como lo hacíamos todos los demás. Aprendí a compadecerme de él, aún cuando solía ser rechazado por la gente cuando sabían el motivo por el cual estaba preso, aprendí a orar por él, porque en aquella época tenía conexiones síquicas más grandes que me permitían ver mas allá de lo que la gente podía ver; y pensaba que su muerta terminaría matándolo a él, a veces no sabía si me inspiraba más rabia ella, por infiel y por no dejarse matar como todos los muertos, por no terminarse de morir de una vez por todas y por no dejar en paz a mi amigo. Nunca supe si cuando el murió colgado en su celda a los cinco años de estar preso, fue él quien terminó con su vida o si su muerta terminó venciendo en aquella guerra campal en la que se habían enfrascado el día que él decidió que ella y no su amigo era la culpable de lo sucedido.
Siempre que pienso en este capítulo de mi vida pienso que quizá cuando soy tentada a lastimar a alguien, no lo hago tanto por amor a los demás, sino por un egoísmo que quiero pensar que es sano, pero que no es otra cosa que el temor a lastimarme a mi misma.
Por eso también sé que sucede lo mismo con los asesinos, que ellos se suicidan emocionalmente después de quitarle la vida a su víctima, que son muertos vivientes, cargando con un muerto a quien sus dolientes sepultaron pero que ellos están condenados a cargar a cuestas para siempre. Lo sé también porque muchos me lo han contado.
Cuando era niña conocí en la prisión donde estaba mi padre a un hombre que tenía una inusual manera de comer, a mi me llamaba la atención eso, pero siempre pensé que era una costumbre, un “resabio” como decía mi madre, pero un día durante una visita en que mi padre me dejó a cargo de él, mientras él disfrutaba de la visita conyugal de mi madre en su celda, le pregunté porque comía de esa forma, sus ojos se incendiaron al mismo tiempo que se le encharcaron de lágrimas, y me contó que cuando comía le pasaban cosas que solo el podía ver, luego me contó con más lujo de detalles del que necesitaba una niña como yo, como había asesinado a su esposa porque le era infiel con uno de sus amigos.
Yo estaba consternada con la idea de que aquel hombre hubiera matado a alguien y más aún a su esposa, creo que fue la primera vez que escuchaba la palabra infiel, porque tuve que preguntar por su significado. Me quedé con esa historia revolviéndose en mi mente hasta la siguiente visita a mi padre, sin saber en que molde meter ahora al hombre a quien le había tomado aprecio porque era muy amigo de mi padre y porque siempre era muy amable con nosotras.
La siguiente vez que lo vi, tenía una pregunta que hacerle ¿Porqué no había matado a su amigo sino a su mujer? Y él dijo que las mujeres son las culpables de que los hombres las deseen y pierdan la cordura, la frase que usó fue “el hombre propone y la mujer dispone” una frase que me marcó mucho. Que solidaridad masculina tan impresionante pienso ahora.
Mi relación con aquel hombre no sufrió variaciones, básicamente porque él fue la primera persona que me demostró que su muerta seguía sin ser sepultada y que no la había matado a ella , tanto como se había matado a si mismo, al punto que ni siquiera conseguía volver a comer como lo hacíamos todos los demás. Aprendí a compadecerme de él, aún cuando solía ser rechazado por la gente cuando sabían el motivo por el cual estaba preso, aprendí a orar por él, porque en aquella época tenía conexiones síquicas más grandes que me permitían ver mas allá de lo que la gente podía ver; y pensaba que su muerta terminaría matándolo a él, a veces no sabía si me inspiraba más rabia ella, por infiel y por no dejarse matar como todos los muertos, por no terminarse de morir de una vez por todas y por no dejar en paz a mi amigo. Nunca supe si cuando el murió colgado en su celda a los cinco años de estar preso, fue él quien terminó con su vida o si su muerta terminó venciendo en aquella guerra campal en la que se habían enfrascado el día que él decidió que ella y no su amigo era la culpable de lo sucedido.
Siempre que pienso en este capítulo de mi vida pienso que quizá cuando soy tentada a lastimar a alguien, no lo hago tanto por amor a los demás, sino por un egoísmo que quiero pensar que es sano, pero que no es otra cosa que el temor a lastimarme a mi misma.
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