LAS HISTORIAS QUE CONTAMOS.
Una de las cosas buenas de tener mala memoria es que uno repite las mismas historias a la misma gente de diferente manera, una de las cosas buenas de tener buena memoria es que uno las escucha y se acuerda de las variaciones que han sufrido en la mente de la gente.
Siempre me pregunto donde vive la realidad de una historia, cual fue la realidad, la que ocurrió o acaso lo es la manera como reposa en la memoria de la gente, que de alguna manera es la manera como la gente la percibió. Por ejemplo por mucho que un hombre nos haya dicho que nos ama, si no supo demostrarlo es posible que no recordemos que nos amo, sino que no fue capaz de hacerlo, lo cual hace de la realidad una verdad de dos.
Me gusta escuchar las historias de la gente, y a veces me basta con escucharlas una sola vez para saber si han sido editadas con la complicidad de la imaginación del narrador, o si están siendo contadas lo más apegadas a los hechos posible, esa es la magia de una historia bien escuchada.
Algunas veces resulta divertida la modificación de una historia, cuando es embellecida y adornada por una imaginación prodigiosa que sólo busca darle un toque lúdico a la historia. Pero otras veces la transformación de una historia sólo es un mecanismo de defensa para protegernos de un pasado que no queremos encarar en su cruda realidad. Como la mujer que secuestró a mi hija cuando era una niña y recientemente narró en una historia que yo había maltratado a su hijo y a ella. No conozco un proceso de rescate que no sea traumático, y lamento mucho por su hijo que haya estado en el momento y en el lugar equivocado el día que decidimos rescatar a mi hija, ella por lo visto olvidó el marco en el cual su hijo y ella fueron maltratados, supongo que en su historia es más conveniente victimizarse en aras de no enfrentar su realidad.
No quise poner cargos contra ella, porque creo que las personas merecen una oportunidad para reivindicarse, aunque las circunstancias me demuestren con el tiempo que me equivoqué al respecto con ella. Muchas veces me he preguntado si le hubiera sido de más ayuda a su ciclo kármico que lo hubiera hecho, pero siempre concluyo que si tuviera que poner cargos contra ella de nuevo no lo haría.
Ella se robó en aquella época mucho más que la presencia de mi hija por un tiempo, pero hay una cosa que no consiguió arrebatarme; y esa ha sido la confianza en las personas, sin importar cuantas veces haya que darle votos de confianza a la gente, estoy dispuesta a seguir confiando en la materia prima de las personas, porque sé que todos somos armas de doble filo, a veces usamos el arma para asesinar la confianza de los demás, otras la usamos para alimentarlos. Y aunque en la historia de ella nuevamente salgo mal librada, conozco de sus circunstancias vitales y puedo entender la procedencia de su conducta, le estoy agradecida porque engrandece mi panoramica de esta nuestra raza humana.
Esta es mi versión de una historia que tiene muchas versiones: la del compañero que la ayudó en su aventura, la de mi hija, la del comandante Salcedo Reina el hombre que rescató a mi hija, la de mis amigos que estuvieron acompañándome. Y quién sabe quien tendrá la historia verdadera, la que conjuga todos nuestros roles y le da una razón de ser a aquella experiencia en donde todos fuimos de una u otra forma participes, porque insisto en que no hay víctimas ni verdugos, sólo participantes.
Siempre me pregunto donde vive la realidad de una historia, cual fue la realidad, la que ocurrió o acaso lo es la manera como reposa en la memoria de la gente, que de alguna manera es la manera como la gente la percibió. Por ejemplo por mucho que un hombre nos haya dicho que nos ama, si no supo demostrarlo es posible que no recordemos que nos amo, sino que no fue capaz de hacerlo, lo cual hace de la realidad una verdad de dos.
Me gusta escuchar las historias de la gente, y a veces me basta con escucharlas una sola vez para saber si han sido editadas con la complicidad de la imaginación del narrador, o si están siendo contadas lo más apegadas a los hechos posible, esa es la magia de una historia bien escuchada.
Algunas veces resulta divertida la modificación de una historia, cuando es embellecida y adornada por una imaginación prodigiosa que sólo busca darle un toque lúdico a la historia. Pero otras veces la transformación de una historia sólo es un mecanismo de defensa para protegernos de un pasado que no queremos encarar en su cruda realidad. Como la mujer que secuestró a mi hija cuando era una niña y recientemente narró en una historia que yo había maltratado a su hijo y a ella. No conozco un proceso de rescate que no sea traumático, y lamento mucho por su hijo que haya estado en el momento y en el lugar equivocado el día que decidimos rescatar a mi hija, ella por lo visto olvidó el marco en el cual su hijo y ella fueron maltratados, supongo que en su historia es más conveniente victimizarse en aras de no enfrentar su realidad.
No quise poner cargos contra ella, porque creo que las personas merecen una oportunidad para reivindicarse, aunque las circunstancias me demuestren con el tiempo que me equivoqué al respecto con ella. Muchas veces me he preguntado si le hubiera sido de más ayuda a su ciclo kármico que lo hubiera hecho, pero siempre concluyo que si tuviera que poner cargos contra ella de nuevo no lo haría.
Ella se robó en aquella época mucho más que la presencia de mi hija por un tiempo, pero hay una cosa que no consiguió arrebatarme; y esa ha sido la confianza en las personas, sin importar cuantas veces haya que darle votos de confianza a la gente, estoy dispuesta a seguir confiando en la materia prima de las personas, porque sé que todos somos armas de doble filo, a veces usamos el arma para asesinar la confianza de los demás, otras la usamos para alimentarlos. Y aunque en la historia de ella nuevamente salgo mal librada, conozco de sus circunstancias vitales y puedo entender la procedencia de su conducta, le estoy agradecida porque engrandece mi panoramica de esta nuestra raza humana.
Esta es mi versión de una historia que tiene muchas versiones: la del compañero que la ayudó en su aventura, la de mi hija, la del comandante Salcedo Reina el hombre que rescató a mi hija, la de mis amigos que estuvieron acompañándome. Y quién sabe quien tendrá la historia verdadera, la que conjuga todos nuestros roles y le da una razón de ser a aquella experiencia en donde todos fuimos de una u otra forma participes, porque insisto en que no hay víctimas ni verdugos, sólo participantes.
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