SEÑALES SILENCIOSAS
En las llamadas horas pico, de repente los vecinos de la expressway se empiezan a inquietar, la impaciencia les roba la oportunidad de pactar con su yo superior y de compactarse con el momento presente, los múltiples compromisos los esperan, y no hay mucho tiempo para formularse preguntas a sí mismos, mucho menos para observar alrededor, aprender y escribir una nueva página en el libro de nuestra alma.
Entonces veo a mis vecinos iniciar su carrera en la que nunca sé si esta involucrado su ego, o una verdadera y urgente necesidad por acudir a la siguiente cita puntual. Hacen uso de toda suerte de peripecias para pasarse los carros que los anteceden, mientras yo esperanzada por un fluir pronto del tráfico me mantengo fiel a mi carril, en mi exacta posición, sin entregarle nada de mí a la impaciencia, mientras avanzo lentamente en mi carril. Muchas veces sobrepaso a los mismos acróbatas vecinos que han invertido una fuente increíble de energía para llegar al mismo sitio al que yo llego con un ahorro significativo de energía y sólo manteniendo la misma posición. Me sorprende la cantidad de cosas productivas que puedo hacer con mi mente y mi energía, usando el mismo tiempo que mis vecinos usaron haciendo acrobacias entre los demás autos.
Durante la ardua carrera que emprenden estos acróbatas, muchos sufren accidentes, se desgastan emocionalmente combatiendo la frustración que les genera la obstrucción ocasional del paso, los más favorecidos llegan no más temprano que cualquiera de los que éramos sus vecinos, pero llegan agotados a su meta, extenuados, y poco productivos.
Entonces es inevitable hacer la analogía con la vida, de igual forma, muchos eligen vivir sus vidas, corriendo de un lado para el otro, asumiendo que el tiempo es su peor enemigo, combatiendo a los demás para ser los primeros, llevándose a muchos por delante para avanzar mas rápido hacia su meta, no se toman un tiempo para la quietud, para alimentar bien sus cuerpos, para ejercitarlos, y para ser sus propios amigos. Son los mismos, que finalmente uno ve prematuramente en la meta equivocada, intentando retomar el camino de lo que ahora si desean, cansados, envejecidos y enfermos prematuramente e infelices porque en la autopista de sus vidas sólo miraron los obstáculos como algo a lo cual sobrepasar, no como algo de lo cual aprender también, los mismos que jamás pensaron que posiblemente esos obstáculos sólo eran letreros de parar que el universo nos pone con sutileza para mirar hacia dentro.
Entonces veo a mis vecinos iniciar su carrera en la que nunca sé si esta involucrado su ego, o una verdadera y urgente necesidad por acudir a la siguiente cita puntual. Hacen uso de toda suerte de peripecias para pasarse los carros que los anteceden, mientras yo esperanzada por un fluir pronto del tráfico me mantengo fiel a mi carril, en mi exacta posición, sin entregarle nada de mí a la impaciencia, mientras avanzo lentamente en mi carril. Muchas veces sobrepaso a los mismos acróbatas vecinos que han invertido una fuente increíble de energía para llegar al mismo sitio al que yo llego con un ahorro significativo de energía y sólo manteniendo la misma posición. Me sorprende la cantidad de cosas productivas que puedo hacer con mi mente y mi energía, usando el mismo tiempo que mis vecinos usaron haciendo acrobacias entre los demás autos.
Durante la ardua carrera que emprenden estos acróbatas, muchos sufren accidentes, se desgastan emocionalmente combatiendo la frustración que les genera la obstrucción ocasional del paso, los más favorecidos llegan no más temprano que cualquiera de los que éramos sus vecinos, pero llegan agotados a su meta, extenuados, y poco productivos.
Entonces es inevitable hacer la analogía con la vida, de igual forma, muchos eligen vivir sus vidas, corriendo de un lado para el otro, asumiendo que el tiempo es su peor enemigo, combatiendo a los demás para ser los primeros, llevándose a muchos por delante para avanzar mas rápido hacia su meta, no se toman un tiempo para la quietud, para alimentar bien sus cuerpos, para ejercitarlos, y para ser sus propios amigos. Son los mismos, que finalmente uno ve prematuramente en la meta equivocada, intentando retomar el camino de lo que ahora si desean, cansados, envejecidos y enfermos prematuramente e infelices porque en la autopista de sus vidas sólo miraron los obstáculos como algo a lo cual sobrepasar, no como algo de lo cual aprender también, los mismos que jamás pensaron que posiblemente esos obstáculos sólo eran letreros de parar que el universo nos pone con sutileza para mirar hacia dentro.
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