SIN PRISA
Cuando era niña siempre me asustaba el alboroto de la gente con el último día del año, todos interesados en amontonarse en algún lugar, de estar juntos, pero no revueltos, de pretender que estaban unidos en una causa que nunca terminaba de comprender. Tenía la sensación que cada 31 de diciembre era el llamado juicio final y que algo inesperado ocurriría, a veces percibía mucho miedo en la gente, a pesar de su aparente alegría; y pensaba que por eso se reunían, pero por mucho que trataba de saber de que se trataba ese miedo, lo más que lograba era ser contagiada por el mismo.
He pensado que parte de la ansiedad que trae el nuevo año es la carga de expectativas que ponemos en el año más que en nosotros mismos. Lo digo porque cuando veo a la gente haciendo sus listados de año nuevo y sus mapas del tesoro parecen esperar que algo mágico que trae el año nuevo les realice ese propósito y el compromiso personal le cede espacio a esa magia que casi siempre nunca llega, porque el hechizo está en cada uno de nosotros y en como usamos nuestro poder personal.
Con el paso del tiempo he dejado de hacer esas listas y de pedirle cosas al universo o al nuevo año, sobre todo porque uno pide cosas que cuando las tiene les pierde el interés y el valor, pedimos salud, y cuando la tenemos abusamos del cuerpo, pedimos pareja y cuando la tenemos, no sabemos como conservarla porque no la respetamos, pedimos dinero y cuando lo tenemos no nos damos cuenta que tenemos suficiente porque lo usamos desaforadamente para crear el vacío de que necesitamos más, pedimos unión familiar y cuando la tenemos estamos muy ocupados trabajando horas extras para tener más dinero, pedimos estabilidad laboral y cuando la tenemos nos quejamos porque queremos una mejor posición de la que tenemos. Y así sucesivamente parecemos destinados a vivir en un eterno mientras tanto, esperando que algo más espectacular que nunca pasa, nos suceda.
Con lo que he concluido que me gusta dejarme sorprender por el universo, me gusta saber que tengo el poder de escribir mi destino en el aquí y el ahora, con cada pensamiento, palabra y acto con el que dirijo mi vida, me gusta saber que cada minuto de mi vida tengo la fortuna de saber como usar los regalos que me da el universo.
Esto no quiere decir que mi vida no tenga un propósito, quiere decir que soy paciente con ello, que no estoy forzando al universo a que cumpla mis deseos en un periodo de 365 días, sino que hago todo lo que está a mi alcance para conseguir mis metas y que fluyo con el universo aceptando los cambios en ese libreto, que acepto leer entre lineas que a veces lo que quiero tiene un proceso más largo porque hay algunas materias de vida que aún no he aprobado y que son un prerrequisito para graduarme en la maestría de esta experiencia humana. También he verificado que el placer del viaje es el mismo de la meta, que no me quiero perder del paisaje de este maravilloso viaje llamado vida por estar concentrada sólo en las fechas y en la apariencia de las metas.
Como siempre le digo a los que andan de afán por la vida “para donde todos vamos, que es la muerte, yo no tengo prisa”.
He pensado que parte de la ansiedad que trae el nuevo año es la carga de expectativas que ponemos en el año más que en nosotros mismos. Lo digo porque cuando veo a la gente haciendo sus listados de año nuevo y sus mapas del tesoro parecen esperar que algo mágico que trae el año nuevo les realice ese propósito y el compromiso personal le cede espacio a esa magia que casi siempre nunca llega, porque el hechizo está en cada uno de nosotros y en como usamos nuestro poder personal.
Con el paso del tiempo he dejado de hacer esas listas y de pedirle cosas al universo o al nuevo año, sobre todo porque uno pide cosas que cuando las tiene les pierde el interés y el valor, pedimos salud, y cuando la tenemos abusamos del cuerpo, pedimos pareja y cuando la tenemos, no sabemos como conservarla porque no la respetamos, pedimos dinero y cuando lo tenemos no nos damos cuenta que tenemos suficiente porque lo usamos desaforadamente para crear el vacío de que necesitamos más, pedimos unión familiar y cuando la tenemos estamos muy ocupados trabajando horas extras para tener más dinero, pedimos estabilidad laboral y cuando la tenemos nos quejamos porque queremos una mejor posición de la que tenemos. Y así sucesivamente parecemos destinados a vivir en un eterno mientras tanto, esperando que algo más espectacular que nunca pasa, nos suceda.
Con lo que he concluido que me gusta dejarme sorprender por el universo, me gusta saber que tengo el poder de escribir mi destino en el aquí y el ahora, con cada pensamiento, palabra y acto con el que dirijo mi vida, me gusta saber que cada minuto de mi vida tengo la fortuna de saber como usar los regalos que me da el universo.
Esto no quiere decir que mi vida no tenga un propósito, quiere decir que soy paciente con ello, que no estoy forzando al universo a que cumpla mis deseos en un periodo de 365 días, sino que hago todo lo que está a mi alcance para conseguir mis metas y que fluyo con el universo aceptando los cambios en ese libreto, que acepto leer entre lineas que a veces lo que quiero tiene un proceso más largo porque hay algunas materias de vida que aún no he aprobado y que son un prerrequisito para graduarme en la maestría de esta experiencia humana. También he verificado que el placer del viaje es el mismo de la meta, que no me quiero perder del paisaje de este maravilloso viaje llamado vida por estar concentrada sólo en las fechas y en la apariencia de las metas.
Como siempre le digo a los que andan de afán por la vida “para donde todos vamos, que es la muerte, yo no tengo prisa”.
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Anónima Mirta