EL AMOR QUE TEME AL SEXO
Mi madre fue mujer de un sólo hombre, ella no lo dice, pero yo lo sé, quizá ella hubiera querido que yo fuera también mujer de un sólo hombre, ella no lo dice, pero yo lo sé. Cómo se las arregló con su arsenal hormonal es algo que sigue siendo un misterio para mí, y quizá me produce tanta curiosidad como temor conocer la respuesta. Por eso lo dejo ahí, aunque con ella los temas de conversación que tengan que ver con sexo han sido relativamente liberales para una mujer de su generación, ella no se inhibe en mirar a los hombres con ojos de mujer y me ha sorprendido a veces con comentarios que jamás me hubiera esperado de la mujer que he concebido que es ella. Como el día en que se percató que el pene de un amigo mío podría ser muy grande por el abultamiento en su pantalón.
Siempre he pensando que el alma de las mujeres se diseca cuando renunciamos a las pasiones, a los amores, a los encuentros, a las palabras bellas de un hombre en nuestro oído, al romanticismo de una noche que nos arranca suspiros, a la mirada de amor de un hombre. Me pregunto si es posible vivir con el alma disecada, he visto mujeres disecadas que se refugian en conceptos religiosos que justifican su posición y sus renuncias, que piensan que renunciar a la vitalidad sexual femenina es un logro espiritual, me alegro de que ese no haya sido el caso de mi madre.
Yo en cambio pienso que un logro espiritual mayor es no verse obligada jamás a renunciar a nuestro perfume femenino, ese es un reto mayor que exige mucha dedicación de uno mismo y mucho amor propio.
Lo digo porque una mujer con la que estuve hablando en estos días, me dijo que no estaba teniendo sexo con su pareja porque quería estar en paz con Dios, me pareció muy duro tener que enfrentar una desición de esas, pensar que entregar el cuerpo es contradecir a Dios, y tener miedo de lo que Dios pueda hacernos si respondemos a nuestros deseos sexuales.
Sigo resistiéndome la idea de amar a Dios mediante el temor, y creo que de alguna forma renuncié a la visión colectiva de Dios por ése motivo. Me queda una duda no obstante: ¿será que soy yo quien no estoy preparada aún para temer a Dios? o ¿serán otros los que no están preparados para dejar de temerle?.
Siempre he pensando que el alma de las mujeres se diseca cuando renunciamos a las pasiones, a los amores, a los encuentros, a las palabras bellas de un hombre en nuestro oído, al romanticismo de una noche que nos arranca suspiros, a la mirada de amor de un hombre. Me pregunto si es posible vivir con el alma disecada, he visto mujeres disecadas que se refugian en conceptos religiosos que justifican su posición y sus renuncias, que piensan que renunciar a la vitalidad sexual femenina es un logro espiritual, me alegro de que ese no haya sido el caso de mi madre.
Yo en cambio pienso que un logro espiritual mayor es no verse obligada jamás a renunciar a nuestro perfume femenino, ese es un reto mayor que exige mucha dedicación de uno mismo y mucho amor propio.
Lo digo porque una mujer con la que estuve hablando en estos días, me dijo que no estaba teniendo sexo con su pareja porque quería estar en paz con Dios, me pareció muy duro tener que enfrentar una desición de esas, pensar que entregar el cuerpo es contradecir a Dios, y tener miedo de lo que Dios pueda hacernos si respondemos a nuestros deseos sexuales.
Sigo resistiéndome la idea de amar a Dios mediante el temor, y creo que de alguna forma renuncié a la visión colectiva de Dios por ése motivo. Me queda una duda no obstante: ¿será que soy yo quien no estoy preparada aún para temer a Dios? o ¿serán otros los que no están preparados para dejar de temerle?.
Comentarios
Felipe A Lora
Luis pujols
lo mejor de amar a Dios es saber que el esta siempre con migo, pero cuando hago el amor es algo que todo ser humano no puede dejar de sentirlo, independiente de mi creencia, el sexo lo disfrutamos los humanos y no es motivo para darnos golpes de pecho por algo natural en la raza humana.......
Vilma, tu lectora peruana