EL USO DE LAS REDES SOCIALES.

Un espectáculo de luces se teje para mí, cada que observo a mi esposo dar una lección de vuelo a quien se lo pide. La otra vez, mientras recibía instrucciones sobre como volar un planeador, un niño de escasos 12 años, quiso utilizar el aparato para lastimar un ave que volaba al mismo tiempo que el planeador desplegaba sus alas por el firmamento. Para poder hacer esto requería instrucciones sobre como desplazar el planeador hasta su objetivo. Al escuchar la petición de su alumno, mi esposo, le respondió con una naturalidad asombrosa: "lo que pasa es que esa ave, es la que nos enseña a volar" el rostro del niño se iluminó, como quien acaba de hacer un enorme descubrimiento; y su ambición por lastimar el ave, fue rápidamente desplazada por una sed de conocimiento al respecto. Lo que me maravilló de ese acto, fue darme cuenta que mi esposo no tuvo que hacerle evidente al niño que estaba pensando en hacer algo malo, para lograr que abandonara la idea, al no hacerlo, lo liberó automáticamente de la culpa o de algún sentimiento de ridículo que viniera con el hecho.

Me asombra ver como la naturaleza pacífica o belicosa de las personas se revela en la conducta más minina y en las circunstacias más cotidianas. La semana pasada le pedí de manera conciliadora a uno mis contactos en facebook quien estaba adoptando la costumbre de escribir comentarios nada conciliadores y bien agresivos, en mi muro (afortundamente los podemos borrar) que dejara de hacerlo y lo invité a que usara un mejor lenguaje para expresarse, su respuesta fue absolutamente predecible, dijo que si yo estaba en su grupo "tenía" que aguantar los comentarios ácidos tanto como los bonitos, empezaba su texto con una palabra que he escuchado antes y que me parece descortés y agresiva "de malas". Cuando me asomé por su perfil no me sorprendió encontrarlo plagado de mensajes que resaltaban la importancia del armamento nuclear.



Algo parecido sucede con el arte de discrepar para lo cual hay que estar bien educado, en donde la clase y la inteligencia emocional juegan un papel importante, en ese proceso uno debe asegurarse que nuestra discrepancia y nuestra crítica sea realmente nutritiva y no una manera para deshacernos de nuestras neurosis, si estamos en búsqueda de paz, es en estos pequeños detalles en los que se nos otorga la oportunidad de ejercitar nuestro potencial como pacificadores en nuestras interacciones con los demás. En el arte de discrepar, de dar una crítica objetiva, positiva y sobre todo amorosa, Concepción Escalón es una maestra, ella es una lectora de mi blog quien me envía cartas a veces discrepando de mis planteamientos, no la conozco físicamente (aunque quisiera) una vez me pidió en un comentario que no hablara mal de Colombia, pero era una carta tan asertiva que me llevó a la reflexión como todas las cartas que ella me envía, aunque no esté de acuerdo con mi posición, sus comentarios carecen de toda intención hostil y son claros al exponer con elegancia e inteligencia sus planteamientos. Sus palabras no vulneran, no culpan ni ridiculizan, al mismo tiempo que son enérgicos.

Ésto siempre me hace reflexionar sobre el rol que todos representamos de alguna u otra forma en la educación de las nuevas generaciones, sea que influyamos directa o indirectamente en la vida de un niño. Aunque a veces parece que los menores están ahí solo como un personaje extra que no tiene nada que aportar a una conversación de adultos, la verdad es que están haciendo algo vital, están grabando su disco duro de comportamiento social, y sus patrones de conducta están siendo de alguna manera condicionados por el ejemplo que les entregamos a través de nuestra conducta y de nuestras interacciones con los demás.

Siendo la Internet un espacio tan visitado por los jóvenes de hoy en día, nuestra responsabilidad se incrementa acerca del uso que de demos a todas las redes sociales. Las redes sociales son una excelente oportunidad que se nos brinda para acercarnos, para educar, para crear un buen impacto social, para vernos reflejados y corregir esos malos reflejos, para observar nuestras diferencias desapasionadamente, pero sobre todo son la oportunidad que tenemos actualmente de quitarnos los guantes y bajarnos del ring.

Aunque las redes sociales son espacio fértil para exhibir el ego, y medir fuerzas e inteligencia con los demás, ese es quizás el gran reto, saber de que manera cedemos ante el hambriento ego que pide reconocimiento. Una cosa si es segura, el reconocimiento descabezando a los demás es un método primario que ya esta obsoleto y que no es nada productivo ni funcional, con ello el ego consigue llamar la atención por muy corto tiempo, para después dejarnos con un vacío enorme y a merced de emociones incapacitantes como la culpa. Si no estamos de acuerdo con alguien, siempre tenemos dos opciones borrar a esa persona de nuestra lista de contactos o enviarle de manera privada un mensaje expresando nuestra opinión, pero no es exhibiendo nuestro sediento ego como conseguiremos hacer uso efectivo de las redes sociales y conseguir la funcionalidad que tienen.

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