RITUALES
Tengo que confesar que escribir para mí hasta hace poco había sido un “ritual” que empezaba con un desayuno que tenía que incluir capuchino, no cualquier capuchino, sino uno en especial que compro en una tienda. Después en lo posible una caminata de una hora en la playa o una hora de gimnasio, tiempo durante el cual se empezaban a cocinar las ideas sobre las cuales escribiría, y que buscaba grabar en mi diminuta grabadora portátil que siempre llevo conmigo, para no perder las ideas, luego sentarme en mi escritorio a escribir era la culminación del ritual y las ideas fluían para complementar las que ya había grabado.
Pero desde que nació mi nieta mi ritual ha cambiado, ya no puedo tomar el capuchino porque mi hija no lo tiene en su casa, ya no hay caminata en la playa ni gimnasio, porque esas actividades quedaron desplazadas para cualquier horario que me permita hacerlo en aras de atender a mi nieta y pasar tiempo con ella. Lo que me sorprende es que antes no conseguía escribir una línea si ese ritual no se cumplía, cualquier cambio en mis planes arruinaba una jornada de escritura. Pero ahora cuando escribo mientras mi nieta duerme a cualquier hora del día, en cualquier sillón y en la primera computadora portátil que haya a la mano, puedo hacerlo de igual forma. A cambio he descubierto la maravilla de los discos virtuales y estoy aprendiendo a acceder a mi creatividad desde cualquier parte y a cualquier hora.
Me pregunto si los rituales son eso, o son hábitos a los cuales nos asimos con vehemencia por nuestro innato temor al cambio, si acaso no son maneras de asegurarnos la estabilidad y la solidez que siempre estamos persiguiendo. ¿Hasta qué punto esa “seguridad” que no conseguimos que nada ni nadie nos garantice no se disfraza de ritual para engañar a nuestros sentidos y hacernos sentir cómodos?
Esta experiencia me deja claro que el movimiento y el cambio no es algo tan traumático como imaginamos, entonces me pregunto ¿porqué le tememos tanto? No tengo la respuesta, pero siento que estoy en camino de averiguarla para lo cual seguramente me tendré que aventurar a romper muchos hábitos o a renunciar a muchos rituales que me venden la ilusión de que son seguridad pero que sólo me hacen dependiente y esclava de las circunstancias cuando no de las personas.
Esta mañana cuando leía a mi amigo Felipe Alejandro hablando del significado de la muerte de Cristo, en donde el expresaba que esa muerte era la invitación a morir a muchas cosas, pensé de inmediato en ésto que me está pasando, y pensé que quizá deba dejar ir algunos rituales de mi vida porque solo así le daré paso a nuevas experiencias y porque no a nuevos rituales, después de todo los rituales no son malos, son buenos, lo malo es apegarnos a ellos y otorgarles mas poder del que tienen, cuando a lo mejor el poder de un ritual puede estar destinado a ser vigente por unos escasos minutos en nuestra existencia ¿quien no recuerda el ritual de un amor de poca duración que sobrevive al tiempo y a la distancia a pesar de que tuvimos que dejarlo ir? Y ¿quién no ha sonreído con el aroma de ese dulce recuerdo porque sabemos que lo que importa no es que tanto tiempo duren las cosas sino la manera como impactan en nuestras vidas? Lo sabemos, todo lo que tenemos que hacer es recordarlo siempre.
Esto me recuerda una historia de la que leí hace algún tiempo, sobre un hombre que tenía un gato y amaba la meditación, pero cuando entraba en meditación el gato empezaba a montarse sobre él y a lamerlo, de esa manera lo desconcentraba de la meditación. Así que decidió amarrar al gato a un árbol que tenía en el patio durante el tiempo que él meditaba. Cuando se hizo famoso por los beneficios que había obtenido a través de la meditación mucha gente acudió a él para aprender a meditar, así que se convirtió en un gurú al que todo el mundo acudía para que les enseñara el secreto de su sabiduría. Muchos siglos después su casa se convirtió en un templo de meditación y la gente asegura que el verdadero ritual de meditación no concede sabiduría si no hay un gato amarrado en el árbol del patio del templo ...¡Rituales!
Pero desde que nació mi nieta mi ritual ha cambiado, ya no puedo tomar el capuchino porque mi hija no lo tiene en su casa, ya no hay caminata en la playa ni gimnasio, porque esas actividades quedaron desplazadas para cualquier horario que me permita hacerlo en aras de atender a mi nieta y pasar tiempo con ella. Lo que me sorprende es que antes no conseguía escribir una línea si ese ritual no se cumplía, cualquier cambio en mis planes arruinaba una jornada de escritura. Pero ahora cuando escribo mientras mi nieta duerme a cualquier hora del día, en cualquier sillón y en la primera computadora portátil que haya a la mano, puedo hacerlo de igual forma. A cambio he descubierto la maravilla de los discos virtuales y estoy aprendiendo a acceder a mi creatividad desde cualquier parte y a cualquier hora.
Me pregunto si los rituales son eso, o son hábitos a los cuales nos asimos con vehemencia por nuestro innato temor al cambio, si acaso no son maneras de asegurarnos la estabilidad y la solidez que siempre estamos persiguiendo. ¿Hasta qué punto esa “seguridad” que no conseguimos que nada ni nadie nos garantice no se disfraza de ritual para engañar a nuestros sentidos y hacernos sentir cómodos?
Esta experiencia me deja claro que el movimiento y el cambio no es algo tan traumático como imaginamos, entonces me pregunto ¿porqué le tememos tanto? No tengo la respuesta, pero siento que estoy en camino de averiguarla para lo cual seguramente me tendré que aventurar a romper muchos hábitos o a renunciar a muchos rituales que me venden la ilusión de que son seguridad pero que sólo me hacen dependiente y esclava de las circunstancias cuando no de las personas.
Esta mañana cuando leía a mi amigo Felipe Alejandro hablando del significado de la muerte de Cristo, en donde el expresaba que esa muerte era la invitación a morir a muchas cosas, pensé de inmediato en ésto que me está pasando, y pensé que quizá deba dejar ir algunos rituales de mi vida porque solo así le daré paso a nuevas experiencias y porque no a nuevos rituales, después de todo los rituales no son malos, son buenos, lo malo es apegarnos a ellos y otorgarles mas poder del que tienen, cuando a lo mejor el poder de un ritual puede estar destinado a ser vigente por unos escasos minutos en nuestra existencia ¿quien no recuerda el ritual de un amor de poca duración que sobrevive al tiempo y a la distancia a pesar de que tuvimos que dejarlo ir? Y ¿quién no ha sonreído con el aroma de ese dulce recuerdo porque sabemos que lo que importa no es que tanto tiempo duren las cosas sino la manera como impactan en nuestras vidas? Lo sabemos, todo lo que tenemos que hacer es recordarlo siempre.
Esto me recuerda una historia de la que leí hace algún tiempo, sobre un hombre que tenía un gato y amaba la meditación, pero cuando entraba en meditación el gato empezaba a montarse sobre él y a lamerlo, de esa manera lo desconcentraba de la meditación. Así que decidió amarrar al gato a un árbol que tenía en el patio durante el tiempo que él meditaba. Cuando se hizo famoso por los beneficios que había obtenido a través de la meditación mucha gente acudió a él para aprender a meditar, así que se convirtió en un gurú al que todo el mundo acudía para que les enseñara el secreto de su sabiduría. Muchos siglos después su casa se convirtió en un templo de meditación y la gente asegura que el verdadero ritual de meditación no concede sabiduría si no hay un gato amarrado en el árbol del patio del templo ...¡Rituales!
Comentarios
Tema aparte: que bueno que estés disfrutando de tu nieta y seguro que será la musa de tus futuras inspiraciones.
Saludos a toda la familia. Mirta