EL ALMA NO TIENE COLOR
Shirley Sherrod una funcionaria negra del departamento de agricultura de los Estados Unidos renunció después de reconocer que no ayudó a que un hombre blanco conservara su granja por motivos racistas. El episodio ocurrido hace 24 años cuando ella trabajaba para el gobierno de Georgia se conoció gracias a un video en Internet. "él no se daba cuenta que mientras trataba de demostrarme que era superior a mí, yo estaba pensando si iba a ayudarle o no. Yo estaba cavilando sobre el hecho de que tantos negros hayan perdido sus tierras (a lo largo de la historia) y ahí estaba yo en la situación de ayudar a un blanco a que conservara la suya, y no le ofrecí toda la ayuda que podría haberle dado. Cumplí con el trámite" dijo Shirley.
La discriminación racial de los negros a los blancos es más común en Estados unidos de lo que la gente sabe, esto es porque se ha convertido en un tema tabú, del que nadie habla por temor a herir susceptibilidades y a las represalias, ya que la legislación respecto a la discriminación racial es enérgica en este país. Sólo que damos por hecho que la única discriminación existente es la de los blancos hacia los negros.
Trabajé un poco más de un año en un lugar donde el mayor porcentaje de empleados eran negros, y yo misma pude constatar en primera persona el odio racial que se practicaba allí. Los superiores por su parte lo sabían pero no hacían nada al respecto por temor a una demanda por discriminación.
Recuerdo claramente a Cinthia, Cuyo rostro jamás olvidaré porque conocí un trozo grande de infierno gracias a ella, mi sola presencia la desquiciaba. Era una mujer de no más de 25 años, madre soltera, y no podía decir que trabajaba duro para mantener a su hijo y si más bien que se aseguraba que los demás trabajáramos duro para que ella se ganara fácilmente el dinero, por supuesto era la que terminaba primero de trabajar. Por alguna misteriosa razón que no puedo atribuirle a alguna mala intención de la supervisora, sino a alguna sincronía cósmica que me estaba dando la oportunidad de aprender algo, me tocaban más turnos con ella de los que yo deseaba; y siempre (cuando digo siempre es literal) yo terminaba haciendo el 80% del trabajo y ella el 20% restante, al final de la jornada mi supervisora se lamentaba de que yo era muy lenta, era más fácil y conveniente para ella no ver la realidad de lo que sucedía, porque temía ser acusada de racista, por eso no le exigía disciplina laboral a la población negra, desplazando todo el brazo fuerte de su autoridad sobre los demás.
Mi parte luminosa enfrentaba cada día arduas batallas por liberarme de la dualidad en la que me sumergía esta situación. Además el entorno no ayudaba. A cada cosa que se les decía y no les gustaba la pregunta obligada era si lo decíamos porque eran negros. A veces he pensando que ellos como macro comunidad no terminan de perdonarnos por los maltratos de siglos atrás y en consecuencia es la hora de la venganza, en muchos de sus actos hostiles percibía un resentimiento milenario, como si en los genes cargaran el dolor por la esclavitud que alguna vez se les impuso, y con ese dolor la incapacidad de perdón y de olvido. En consecuencia no lucían muy interesados en trabajar en este momento de la evolución que les está tocando. Aprovechaban las leyes antirracistas que existen para exagerar la protección de unos derechos que en la práctica nunca eran vulnerados. Cuando uno no cedía a una expectativa de ellos o cuando uno no hacía las cosas conforme ellos lo decían la acusación por racismo no se hacía esperar, la mayoría de las veces en un contexto donde el racismo ni siquiera cabía.
Cada día que tenía que trabajar con Cinthia se había convertido para mi en algo tortuoso, ella hacía todo lo que estaba a su alcance por fastidiarme, no me dirigía la palabra por lo que cuando tenía que comunicarme con ella, que lo tenía que hacer, ella me ignoraba y no respondía una sola palabra, con lo cual mi trabajo siempre lucía incompetente, imagínense lo que es trabajar con alguien sin comunicación.
Vencida por el rechazo que Cinthia y otras de sus amigas sentían hacia mi, acepté el reto cósmico de buscar la verdad que subyacía a todo esto. Me entregué a las circunstancias concentrándome sólo en mi trabajo, y dejé de poner atención a lo que ella hacía o dejaba de hacer, dejé de pensar en nosotras como un equipo de trabajo y asumí las cuotas extras de trabajo y el desequilibrio laboral en donde ella terminaba ganando más que yo por el trabajo que yo hacía, mientras ella disfrutaba de amenas conversaciones con sus amigas o simplemente se marchaba a comer. Pero lo hice pensando en ella, no como alguien que me quería lastimar, sino en alguien que no sabía hacerlo de otra forma, también enfoqué su mal carácter como una limitación. Eso fue lo único que me otorgó cierta paz durante el tiempo que estuve allí. Con el tiempo ella me "premió" comunicándose conmigo, y hasta fue amable conmigo eventualmente, pero una cosa si nunca cambió, hasta el día en que salí de allí, fui su esclava laboral.
Como siempre me gusta ver la parte luminosa de una situación, puedo asegurar que aprendí mucho de esa experiencia, y estoy convencida que ese encuentro fortaleció algunos músculos emocionales que yo tenía débiles. Una cosa me quedó clara, el alma no tiene color, cuando podemos ver con los ojos del alma, sabemos que toda discriminación es una limitación que requiere más compasión que legislación.
La discriminación racial de los negros a los blancos es más común en Estados unidos de lo que la gente sabe, esto es porque se ha convertido en un tema tabú, del que nadie habla por temor a herir susceptibilidades y a las represalias, ya que la legislación respecto a la discriminación racial es enérgica en este país. Sólo que damos por hecho que la única discriminación existente es la de los blancos hacia los negros.
Trabajé un poco más de un año en un lugar donde el mayor porcentaje de empleados eran negros, y yo misma pude constatar en primera persona el odio racial que se practicaba allí. Los superiores por su parte lo sabían pero no hacían nada al respecto por temor a una demanda por discriminación.
Recuerdo claramente a Cinthia, Cuyo rostro jamás olvidaré porque conocí un trozo grande de infierno gracias a ella, mi sola presencia la desquiciaba. Era una mujer de no más de 25 años, madre soltera, y no podía decir que trabajaba duro para mantener a su hijo y si más bien que se aseguraba que los demás trabajáramos duro para que ella se ganara fácilmente el dinero, por supuesto era la que terminaba primero de trabajar. Por alguna misteriosa razón que no puedo atribuirle a alguna mala intención de la supervisora, sino a alguna sincronía cósmica que me estaba dando la oportunidad de aprender algo, me tocaban más turnos con ella de los que yo deseaba; y siempre (cuando digo siempre es literal) yo terminaba haciendo el 80% del trabajo y ella el 20% restante, al final de la jornada mi supervisora se lamentaba de que yo era muy lenta, era más fácil y conveniente para ella no ver la realidad de lo que sucedía, porque temía ser acusada de racista, por eso no le exigía disciplina laboral a la población negra, desplazando todo el brazo fuerte de su autoridad sobre los demás.
Mi parte luminosa enfrentaba cada día arduas batallas por liberarme de la dualidad en la que me sumergía esta situación. Además el entorno no ayudaba. A cada cosa que se les decía y no les gustaba la pregunta obligada era si lo decíamos porque eran negros. A veces he pensando que ellos como macro comunidad no terminan de perdonarnos por los maltratos de siglos atrás y en consecuencia es la hora de la venganza, en muchos de sus actos hostiles percibía un resentimiento milenario, como si en los genes cargaran el dolor por la esclavitud que alguna vez se les impuso, y con ese dolor la incapacidad de perdón y de olvido. En consecuencia no lucían muy interesados en trabajar en este momento de la evolución que les está tocando. Aprovechaban las leyes antirracistas que existen para exagerar la protección de unos derechos que en la práctica nunca eran vulnerados. Cuando uno no cedía a una expectativa de ellos o cuando uno no hacía las cosas conforme ellos lo decían la acusación por racismo no se hacía esperar, la mayoría de las veces en un contexto donde el racismo ni siquiera cabía.
Cada día que tenía que trabajar con Cinthia se había convertido para mi en algo tortuoso, ella hacía todo lo que estaba a su alcance por fastidiarme, no me dirigía la palabra por lo que cuando tenía que comunicarme con ella, que lo tenía que hacer, ella me ignoraba y no respondía una sola palabra, con lo cual mi trabajo siempre lucía incompetente, imagínense lo que es trabajar con alguien sin comunicación.
Vencida por el rechazo que Cinthia y otras de sus amigas sentían hacia mi, acepté el reto cósmico de buscar la verdad que subyacía a todo esto. Me entregué a las circunstancias concentrándome sólo en mi trabajo, y dejé de poner atención a lo que ella hacía o dejaba de hacer, dejé de pensar en nosotras como un equipo de trabajo y asumí las cuotas extras de trabajo y el desequilibrio laboral en donde ella terminaba ganando más que yo por el trabajo que yo hacía, mientras ella disfrutaba de amenas conversaciones con sus amigas o simplemente se marchaba a comer. Pero lo hice pensando en ella, no como alguien que me quería lastimar, sino en alguien que no sabía hacerlo de otra forma, también enfoqué su mal carácter como una limitación. Eso fue lo único que me otorgó cierta paz durante el tiempo que estuve allí. Con el tiempo ella me "premió" comunicándose conmigo, y hasta fue amable conmigo eventualmente, pero una cosa si nunca cambió, hasta el día en que salí de allí, fui su esclava laboral.
Como siempre me gusta ver la parte luminosa de una situación, puedo asegurar que aprendí mucho de esa experiencia, y estoy convencida que ese encuentro fortaleció algunos músculos emocionales que yo tenía débiles. Una cosa me quedó clara, el alma no tiene color, cuando podemos ver con los ojos del alma, sabemos que toda discriminación es una limitación que requiere más compasión que legislación.
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filomena