LAS PRE- PRE.
Sentada en la sala de espera del aeropuerto de la ciudad de Palmira en Colombia y enfrascada en la lectura de un libro, fui interrumpida por el insistente movimiento de una mujer en la silla del lado a quien percibía visiblemente nerviosa, cerré mi libro para mirarla, y ahí estaba ella, sentada en aproximadamente 400 cc de prótesis de nalga, cargando unos 350 cc de senos y con sus labios carnosos hijos adoptivos de algún bisturí. Sentí envidia, si, envidia porque mientras yo debo ir al gimnasio seis días a la semana para poder levantar peso con la nalga y los brazos, esta mujer ya tenía el peso incorporado y eso en términos de practicidad tiene un valor incalculable para mí, pues serían dos horas diarias que puedo usar para escribir en vez de ir al gimnasio.
Una a una las mujeres que se le acercaban al personaje de la historia, se retiraban rápidamente como si ella estuviera en una especie de cuarentena, empecé a sentirme nerviosa pensando que a lo mejor estaba sindicada de algún delito, así que decidí entablar conversación con ella tratando de averiguar lo que sucedía. Era su primer viaje fuera del país y estaba muy nerviosa, básicamente porque no sabía inglés y tenía miedo que no consiguiera entenderse con el hombre de inmigración. La tranquilicé diciéndole que en primer lugar aquí ya hay muchos que hablan español y que de igual forma ella con tantos adornos por donde se le mirara, pues seguramente mantendría muy entretenido al inspector de inmigración, me dijo que ese era justamente el problema, que había escuchado que el tipo de mujeres como ella, con tantos juguetes, tenían más problemas porque las confundían con una narcomula o una prepago, e inevitablemente un signo de interrogación, juro que involuntario, se dibujó en mi rostro como diciendoy acaso no lo eres? entonces ella se adelantó sonrojada a decirme "y le juro que no soy nada de eso".
Me dio pena, no supe si por mi imprudente lenguaje corporal o si por ella cuya incomodidad crecía vertiginosamente conforme el llamado para abordar se producía. Nuestra conversación quedó ahí, mientras yo rogaba porque me tocara al lado de ella porque a esas alturas estaba completamente seducida por la filosofía de la cirugía estética y el prejuicio que tenemos con ese par de ocupaciones (narcomulas y prepagos) así que quería hablar más con ella. Porque dijera lo que dijera, seguramente allí habría tremenda historia.
Pero no fue así, a mi lado se sentó una de las chicas que huyeron de su lado, una parca y clásica mujer de cabellos castaños sin gota de maquillaje porque la naturaleza la había dotado de suficiente colorido en sus mejillas y de facciones casi perfectas. No tardó en mirar hacia atrás para cerciorarse que la presa estaba a prudente distancia, antes de empezar a desnudar verbalmente a la protagonista de mi historia. Lo que más me llamó la atención fue cuando dijo con tanta certeza que cuando uno se paraba junto a una mujer así, se aseguraba el anonimato para toda la fauna masculina, porque todos absolutamente todos los ojos quedaban puestos sobre ella, y uno quedaba reducido a poco menos que una sombra, pero debajo de ella, y termino diciendo "si es que deberían llamarlas las mujeres borrador, borran todo lo que hay a su paso".
Lamenté no haber tenido acceso a internet en aquel momento para mostrarle el artículo que encontré en el blog de Begonia donde ella narra con lujo de detalles como acaparó la atención de tres caballeros que estaban siendo tentados por tres damas "hijastras de la señora silicona y el señor bisturí" por más que sólo trataba de hacer de casamentera y conseguir que las aburridas damas consiguieran algo de diversión. Concluye ella en el último párrafo "Pero me quedé pensando en esas chicas y en que a la hora de ligar tiene que existir algo más que la apariencia física, que hace que un hombre pierda la cordura por uno, me pregunto si las chicas con prótesis lo averiguarán cuando ya es demasiado tarde, cuando han usado el dinero con el que habrían podido ir de viaje y ligar con muchos tíos, en vez de estar metidas en una fría sala de cirugía rogando a la madrastra silicona que les ayude a ligar un hombre que las lleve al paraíso".
Finalmente obtuve una historia, aunque ella estuviera en otra silla y nuestra conversación se hubiera terminado, también obtuve mi lección respecto a los prejuicios que alguien inventa y uno adopta respecto a la apariencia de las mujeres y al objetivo de esa apariencia. A veces tratamos a los demás por lo que hemos escuchado de ellos, pero rara vez nos permitimos averiguar por nosotros mismos como son, que piensan y que hacen. Parece que es más simple dividir a las personas en moldecitos deseables e indeseables, de esa manera nos ahorramos tener que aprender que cada ser humano es todo un universo.
Una a una las mujeres que se le acercaban al personaje de la historia, se retiraban rápidamente como si ella estuviera en una especie de cuarentena, empecé a sentirme nerviosa pensando que a lo mejor estaba sindicada de algún delito, así que decidí entablar conversación con ella tratando de averiguar lo que sucedía. Era su primer viaje fuera del país y estaba muy nerviosa, básicamente porque no sabía inglés y tenía miedo que no consiguiera entenderse con el hombre de inmigración. La tranquilicé diciéndole que en primer lugar aquí ya hay muchos que hablan español y que de igual forma ella con tantos adornos por donde se le mirara, pues seguramente mantendría muy entretenido al inspector de inmigración, me dijo que ese era justamente el problema, que había escuchado que el tipo de mujeres como ella, con tantos juguetes, tenían más problemas porque las confundían con una narcomula o una prepago, e inevitablemente un signo de interrogación, juro que involuntario, se dibujó en mi rostro como diciendo
Me dio pena, no supe si por mi imprudente lenguaje corporal o si por ella cuya incomodidad crecía vertiginosamente conforme el llamado para abordar se producía. Nuestra conversación quedó ahí, mientras yo rogaba porque me tocara al lado de ella porque a esas alturas estaba completamente seducida por la filosofía de la cirugía estética y el prejuicio que tenemos con ese par de ocupaciones (narcomulas y prepagos) así que quería hablar más con ella. Porque dijera lo que dijera, seguramente allí habría tremenda historia.
Pero no fue así, a mi lado se sentó una de las chicas que huyeron de su lado, una parca y clásica mujer de cabellos castaños sin gota de maquillaje porque la naturaleza la había dotado de suficiente colorido en sus mejillas y de facciones casi perfectas. No tardó en mirar hacia atrás para cerciorarse que la presa estaba a prudente distancia, antes de empezar a desnudar verbalmente a la protagonista de mi historia. Lo que más me llamó la atención fue cuando dijo con tanta certeza que cuando uno se paraba junto a una mujer así, se aseguraba el anonimato para toda la fauna masculina, porque todos absolutamente todos los ojos quedaban puestos sobre ella, y uno quedaba reducido a poco menos que una sombra, pero debajo de ella, y termino diciendo "si es que deberían llamarlas las mujeres borrador, borran todo lo que hay a su paso".
Lamenté no haber tenido acceso a internet en aquel momento para mostrarle el artículo que encontré en el blog de Begonia donde ella narra con lujo de detalles como acaparó la atención de tres caballeros que estaban siendo tentados por tres damas "hijastras de la señora silicona y el señor bisturí" por más que sólo trataba de hacer de casamentera y conseguir que las aburridas damas consiguieran algo de diversión. Concluye ella en el último párrafo "Pero me quedé pensando en esas chicas y en que a la hora de ligar tiene que existir algo más que la apariencia física, que hace que un hombre pierda la cordura por uno, me pregunto si las chicas con prótesis lo averiguarán cuando ya es demasiado tarde, cuando han usado el dinero con el que habrían podido ir de viaje y ligar con muchos tíos, en vez de estar metidas en una fría sala de cirugía rogando a la madrastra silicona que les ayude a ligar un hombre que las lleve al paraíso".
Finalmente obtuve una historia, aunque ella estuviera en otra silla y nuestra conversación se hubiera terminado, también obtuve mi lección respecto a los prejuicios que alguien inventa y uno adopta respecto a la apariencia de las mujeres y al objetivo de esa apariencia. A veces tratamos a los demás por lo que hemos escuchado de ellos, pero rara vez nos permitimos averiguar por nosotros mismos como son, que piensan y que hacen. Parece que es más simple dividir a las personas en moldecitos deseables e indeseables, de esa manera nos ahorramos tener que aprender que cada ser humano es todo un universo.
Comentarios
Que importante es ser prudentes en juzgar y para eso recordemos la moraleja de las TRES REJAS.
Si lo que vamos a decir no es verdadero, ni bueno ni necesario, enterrémoslo en el olvido.
Gracias por tus historias que nos traen muchas reflexiones. Saludos positivos para todos. Mirta