TE AMO MÁS QUE A MI MISMO
Durante un almuerzo al que fuí invitada por una pareja, tuvimos una alegre y animada conversación que jamás fue interrumpida por timbre de celular alguno, lo cual en estos tiempos es considerado más que un milagro, un regalo, cuando estábamos comiendo el postre, el aparato que había estado en el anonimato durante un poco más de una hora timbró y la mujer respondió, mientras su esposo seguía conversando animadamente conmigo sin perder la concentración en el tema, cuando ella terminó la llamada, su esposo le recordó que debería pagar la cuenta de acuerdo con el trato que tenían establecido que durante las comidas quien responde el teléfono paga la cuenta.
Me pareció una manera creativa de rescatar la calidad de tiempo que compartimos con los demás, y es que el teléfono está siendo utilizado para ignorar a los otros, lo más curioso es que quienes más demandan atención son quienes menos la brindan; ya que estar accesible todo el tiempo es de alguna manera una forma de pedir atención, no obstante no hay mucha disposición de dar esa misma atención a los demás.
Durante las conversaciones personales cuando timbra el teléfono es como si quien estuviera llamando fuera más importante que quien está presente, parece que olvidamos que quien está al frente compartiendo su tiempo y energía con nosotros a lo mejor ha tenido que conducir para venir a reunirse con nosotros, a lo mejor ha tenido que modificar sus horarios, o se ha privado de otras actividades; y que en valoración a ello le debemos cuando menos toda nuestra atención y respeto por su tiempo.
Ya llevo varios meses sin teléfono celular, aunque mi esposo me hace llevar el suyo cuando voy a conducir, por seguridad, pero ha sido de las mejores cosas que he podido hacer, por eso me tomé la molestia de enumerar las ventajas de no cargar teléfono celular.
Puedo mirar a los ojos de quien me habla sin temor a ser interrumpida (a menos que a mi interlocutor le timbre su teléfono)
Puedo relajarme en la playa porque no soy accesible para los demás
Si el mundo se acaba seré la ultima en enterarme, o la primera y no podré avisarle a nadie
No incomodo a nadie con el timbre de mi teléfono cuando está llorando en mi hombro
Tengo una cuenta menos que pagar
He descubierto que los teléfonos público funcionan muy bien en este país
Le le dado la oportunidad a extraños de ayudarme prestándome su teléfono cuando ha sido necesario
Tengo un artefacto menos en mi cartera
Ya no se me olvida el teléfono en casa, o en otra parte.
La gente quiere verme más porque no tienen otra opción para contactarme.
La gente me escribe más cartas porque es mi único medio de comunicación actual
Disfruto más de la voz de mi esposo tras un día de trabajo incomunicados.
Mi esposo y yo tenemos más temas de conversación porque no los hemos agotado durante conversaciones telefónicas en el transcurso del día.
Y para terminar me gusta saber que los teléfonos celulares están a mi servicio, no yo al servicio de ellos, que tengo el poder y la libertad de pagar por ellos, no que pago por ellos y no gozo de libertad para elegir cuando apagarlos, cuando responderlos, y cuando guardarlos.
Nuestros compulsivo deseo de ser importantes se ve puesto a prueba cuando no tenemos acceso a un teléfono, entonces no tendremos como saber si nos llaman o no, perdemos de alguna manera el control sobre lo que está pasando afuera, eso es porque no tenemos siquiera el control sobre lo que está pasando dentro de nosotros. Y es que es muy curioso pero si observamos bien a los adictos al teléfono, quieren estar en dos partes al mismo tiempo, con el de la línea y con el que tienen al frente, en ese proceso sólo consiguen estar en ninguna parte, se pierden de gran cantidad de momentos presentes. Quizá por eso estar a solas es un recurso en vía de extinción, una especie de castigo, y estar con ellos mismos es lo más parecido a ser encerrados con un monstruo de siete cabezas de quien lo ignoran todo. Por eso uno ve personas que no saben quienes son y que para averiguarlo les tocará llamarse por teléfono a si mismas, con el riesgo que cuando respondan estén hablando con otra persona al mismo tiempo.
Me pareció una manera creativa de rescatar la calidad de tiempo que compartimos con los demás, y es que el teléfono está siendo utilizado para ignorar a los otros, lo más curioso es que quienes más demandan atención son quienes menos la brindan; ya que estar accesible todo el tiempo es de alguna manera una forma de pedir atención, no obstante no hay mucha disposición de dar esa misma atención a los demás.
Durante las conversaciones personales cuando timbra el teléfono es como si quien estuviera llamando fuera más importante que quien está presente, parece que olvidamos que quien está al frente compartiendo su tiempo y energía con nosotros a lo mejor ha tenido que conducir para venir a reunirse con nosotros, a lo mejor ha tenido que modificar sus horarios, o se ha privado de otras actividades; y que en valoración a ello le debemos cuando menos toda nuestra atención y respeto por su tiempo.
Ya llevo varios meses sin teléfono celular, aunque mi esposo me hace llevar el suyo cuando voy a conducir, por seguridad, pero ha sido de las mejores cosas que he podido hacer, por eso me tomé la molestia de enumerar las ventajas de no cargar teléfono celular.
Puedo mirar a los ojos de quien me habla sin temor a ser interrumpida (a menos que a mi interlocutor le timbre su teléfono)
Puedo relajarme en la playa porque no soy accesible para los demás
Si el mundo se acaba seré la ultima en enterarme, o la primera y no podré avisarle a nadie
No incomodo a nadie con el timbre de mi teléfono cuando está llorando en mi hombro
Tengo una cuenta menos que pagar
He descubierto que los teléfonos público funcionan muy bien en este país
Le le dado la oportunidad a extraños de ayudarme prestándome su teléfono cuando ha sido necesario
Tengo un artefacto menos en mi cartera
Ya no se me olvida el teléfono en casa, o en otra parte.
La gente quiere verme más porque no tienen otra opción para contactarme.
La gente me escribe más cartas porque es mi único medio de comunicación actual
Disfruto más de la voz de mi esposo tras un día de trabajo incomunicados.
Mi esposo y yo tenemos más temas de conversación porque no los hemos agotado durante conversaciones telefónicas en el transcurso del día.
Y para terminar me gusta saber que los teléfonos celulares están a mi servicio, no yo al servicio de ellos, que tengo el poder y la libertad de pagar por ellos, no que pago por ellos y no gozo de libertad para elegir cuando apagarlos, cuando responderlos, y cuando guardarlos.
Nuestros compulsivo deseo de ser importantes se ve puesto a prueba cuando no tenemos acceso a un teléfono, entonces no tendremos como saber si nos llaman o no, perdemos de alguna manera el control sobre lo que está pasando afuera, eso es porque no tenemos siquiera el control sobre lo que está pasando dentro de nosotros. Y es que es muy curioso pero si observamos bien a los adictos al teléfono, quieren estar en dos partes al mismo tiempo, con el de la línea y con el que tienen al frente, en ese proceso sólo consiguen estar en ninguna parte, se pierden de gran cantidad de momentos presentes. Quizá por eso estar a solas es un recurso en vía de extinción, una especie de castigo, y estar con ellos mismos es lo más parecido a ser encerrados con un monstruo de siete cabezas de quien lo ignoran todo. Por eso uno ve personas que no saben quienes son y que para averiguarlo les tocará llamarse por teléfono a si mismas, con el riesgo que cuando respondan estén hablando con otra persona al mismo tiempo.
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