¿QUIEN ES EL PAPÁ DEL NIÑO DIOS?
Esta semana invité a una de mis amigas para hacer la novena al niño Dios en casa de mi suegra, junto a nosotras estaba su hijo de ocho años de edad, quien al escuchar la invitación preguntó quién es ese niño Dios, Sorprendida miré a mi amiga ya que siendo ella latina y católica practicante y su esposo de descendencia latina pensé que su hijo había crecido con algo de su tradición, pero mi amiga me miró apenada y levantando una ceja me dijo que lo de su hijo era Santa Claus.
De todas maneras y como no me gusta dejar a nadie con la pregunta en la boca y menos cuando se trata de un menor, con quien la responsabilidad de educar con el ejemplo es mayor, le respondí palabras más palabras menos lo mismo que alguna vez mis padres me explicaron a mi acerca del niño Dios, a lo cual el pequeño se apresuró a preguntar si la virgen María era madre soltera o si había concebido con un señor que no era su esposo y le había tocado irse con José, porque así le había pasado a la mamá de uno de sus compañeros de colegio. A esas alturas parecía que la que estaba más confusa con ese carnaval de parentescos era yo porque el chico lucía muy claro en sus planteamientos. Entonces le pedí que me explicara mejor eso que acababa de decir.
“mira, la mamá de mi amigo se embarazó de un señor que no era su esposo, entonces el le pidió el divorcio, pero el señor que la embarazó no quiso casarse con ella, entonces ella tuvo que conseguirse otro papá para su nuevo hijo, ahora mi amiguito tiene un nuevo hermano que no es hijo de su papá”. Lo dijo con impaciencia, como quien dice “¿eres tonta que no entiendes eso tan sencillo?” y terminó preguntándome de nuevo si eso mismo le habría pasado a la virgen, cuando traté de explicarle el misterio de la virginidad de María no sólo se burló de mí, sino que me interrumpió y me dijo que todo el mundo sabía que una mujer que quedaba embarazada ya no era virgen. Y terminó diciendo que le parecía más simple enviarle cartas a Santa, antes que entender ¡la situación familiar del niño Dios!.
¿A que horas poblaron el mundo esta generación de pequeños dioses que parecen saberlo todo y que saben argumentar mejor que un adulto?. Cuando yo era niña de alguna manera fuí como uno de ellos, me reconocía, no aventajada sino, mal ubicada en un mundo donde no podía decir lo que pensaba porque era impropio. Creía en el niño Dios pero tenía la destreza de un abogado para burlar las penitencias en el confesionario, inventaba mentiras para justificar mis pecados y al final me acusaba de haberle dicho muchos embustes durante la confesión al sacerdote, a veces el cura me tironeaba las orejas y otras veces simplemente sonreía. Mi prima Zoe siempre cuenta en las reuniones familiares las anécdotas que tengo sobre las múltiples veces en que fuí expulsada de las iglesias por conducta “impropia”. Ahora estos niños gozan de toda la benevolencia social, la gente se rie de sus ocurrencias e incluso un niño es estimulado a expresar sus ideas por impropias socialmente que sean.
A pesar de que extraño las épocas en que todos eramos domesticados por la cooperativa social, familiar, educativa y religosa, me gustan los niños de hoy, aunque digan cosas impropias, porque ellos tienen acceso a ser ellos mismos practicamente desde que nacen. Me maravilla ver nuestra evolución en un pequeño cuerpo con cerebro grande.
De todas maneras y como no me gusta dejar a nadie con la pregunta en la boca y menos cuando se trata de un menor, con quien la responsabilidad de educar con el ejemplo es mayor, le respondí palabras más palabras menos lo mismo que alguna vez mis padres me explicaron a mi acerca del niño Dios, a lo cual el pequeño se apresuró a preguntar si la virgen María era madre soltera o si había concebido con un señor que no era su esposo y le había tocado irse con José, porque así le había pasado a la mamá de uno de sus compañeros de colegio. A esas alturas parecía que la que estaba más confusa con ese carnaval de parentescos era yo porque el chico lucía muy claro en sus planteamientos. Entonces le pedí que me explicara mejor eso que acababa de decir.
“mira, la mamá de mi amigo se embarazó de un señor que no era su esposo, entonces el le pidió el divorcio, pero el señor que la embarazó no quiso casarse con ella, entonces ella tuvo que conseguirse otro papá para su nuevo hijo, ahora mi amiguito tiene un nuevo hermano que no es hijo de su papá”. Lo dijo con impaciencia, como quien dice “¿eres tonta que no entiendes eso tan sencillo?” y terminó preguntándome de nuevo si eso mismo le habría pasado a la virgen, cuando traté de explicarle el misterio de la virginidad de María no sólo se burló de mí, sino que me interrumpió y me dijo que todo el mundo sabía que una mujer que quedaba embarazada ya no era virgen. Y terminó diciendo que le parecía más simple enviarle cartas a Santa, antes que entender ¡la situación familiar del niño Dios!.
¿A que horas poblaron el mundo esta generación de pequeños dioses que parecen saberlo todo y que saben argumentar mejor que un adulto?. Cuando yo era niña de alguna manera fuí como uno de ellos, me reconocía, no aventajada sino, mal ubicada en un mundo donde no podía decir lo que pensaba porque era impropio. Creía en el niño Dios pero tenía la destreza de un abogado para burlar las penitencias en el confesionario, inventaba mentiras para justificar mis pecados y al final me acusaba de haberle dicho muchos embustes durante la confesión al sacerdote, a veces el cura me tironeaba las orejas y otras veces simplemente sonreía. Mi prima Zoe siempre cuenta en las reuniones familiares las anécdotas que tengo sobre las múltiples veces en que fuí expulsada de las iglesias por conducta “impropia”. Ahora estos niños gozan de toda la benevolencia social, la gente se rie de sus ocurrencias e incluso un niño es estimulado a expresar sus ideas por impropias socialmente que sean.
A pesar de que extraño las épocas en que todos eramos domesticados por la cooperativa social, familiar, educativa y religosa, me gustan los niños de hoy, aunque digan cosas impropias, porque ellos tienen acceso a ser ellos mismos practicamente desde que nacen. Me maravilla ver nuestra evolución en un pequeño cuerpo con cerebro grande.
Comentarios
Clemencia Huertas
Antonio
A todos un abrazo positivo. Mirta