LA TREGUA.
Ayer mientras mi memoria se remontaba a mis amores del pasado, Omaira enfrentaba dos perros rabiosos peleándose la presa, uno de ellos la oficina de impuestos de Estados Unidos (IRS) y el otro el departamento de niños y familia ( DCF, sí, el mismo departamento que no le aprobó las estampillas de alimentos).
Los dos querían de Omaira y su esposo lo que no tienen, es decir dinero, porque algo que olvidé en el anterior artículo es que hasta le deben dinero de impuestos al tío Sam. El esposo de Omaira recibió la notificación de que su salario sería embargado en algo más de la mitad, con lo cual ahí si les tocaría salir de donde viven porque ni modo de pagar la renta.
Así que le ayudé llamando a la oficina de impuestos para hacer algún tipo de arreglo, mi espíritu conciliador siempre me dice que las cosas se pueden arreglar hablando. Nos atendió para mi sorpresa un hombre muy amable que nos tuvo en el teléfono casi dos horas, pero que se apersonó del caso, y resolvió de manera satisfactoria la situación cancelando la orden de embargo del sueldo del esposo de Omaira. Eso si con un plan de pagos que tendrá que hacer aunque el dinero no le alcance, pero que en medio de lo peor es lo mejor que le puede pasar.
Mientras hacíamos la negociación me pareció ver en efecto a dos perros de rico rabiosos, porque no puedo decir que hambrientos, porque comida al menos tienen, disputándose el hueso del perro pobre, en algún momento estaban en jaque sin saber que sacrificar para obtener dicho hueso, pero si hay algo que sigue primando es la justicia para el menor, y el hombre al ver el atraso en el pago de mensualidad para sus hijos, prefirió sacrificar la orden de embargo con tal de dejar algún centavito para los hijos.
Esta es la vida de Omaira, viviendo el día a día, en el país del sueño americano, resolviendo una situación adversa tras otra, guiada de la mano de su intuición y a veces de la mía, sobreviviendo a la extraña manera como opera el sistema sistematizado (valga la redundancia) que en medio de su estructura “perfecta” a veces termina como el perro, mordiéndose su propia cola. Pero lo más curioso es que de Omairas esta lleno este país, sólo que hay muchas que guardan silencio y viven sus pequeñas tragedias domésticas en el anonimato, por eso a veces cuando no entiendo la conducta y el desatino de alguna persona, me sirve pensar que quizá también está librando su propia batalla por la supervivencia, y que siempre hay un telón puesto que no nos deja ver la historia que hay detrás de la escena principal.
Eso es lo que trato de ver siempre, el lado de la moneda que menos brilla, cuando consigo eso le doy una tregua a la vida tanto como la vida me la da a veces poniendo en mi camino funcionarios que también saben hacer bien su trabajo y que no han conseguido mecanizarse con el sistema.
Los dos querían de Omaira y su esposo lo que no tienen, es decir dinero, porque algo que olvidé en el anterior artículo es que hasta le deben dinero de impuestos al tío Sam. El esposo de Omaira recibió la notificación de que su salario sería embargado en algo más de la mitad, con lo cual ahí si les tocaría salir de donde viven porque ni modo de pagar la renta.
Así que le ayudé llamando a la oficina de impuestos para hacer algún tipo de arreglo, mi espíritu conciliador siempre me dice que las cosas se pueden arreglar hablando. Nos atendió para mi sorpresa un hombre muy amable que nos tuvo en el teléfono casi dos horas, pero que se apersonó del caso, y resolvió de manera satisfactoria la situación cancelando la orden de embargo del sueldo del esposo de Omaira. Eso si con un plan de pagos que tendrá que hacer aunque el dinero no le alcance, pero que en medio de lo peor es lo mejor que le puede pasar.
Mientras hacíamos la negociación me pareció ver en efecto a dos perros de rico rabiosos, porque no puedo decir que hambrientos, porque comida al menos tienen, disputándose el hueso del perro pobre, en algún momento estaban en jaque sin saber que sacrificar para obtener dicho hueso, pero si hay algo que sigue primando es la justicia para el menor, y el hombre al ver el atraso en el pago de mensualidad para sus hijos, prefirió sacrificar la orden de embargo con tal de dejar algún centavito para los hijos.
Esta es la vida de Omaira, viviendo el día a día, en el país del sueño americano, resolviendo una situación adversa tras otra, guiada de la mano de su intuición y a veces de la mía, sobreviviendo a la extraña manera como opera el sistema sistematizado (valga la redundancia) que en medio de su estructura “perfecta” a veces termina como el perro, mordiéndose su propia cola. Pero lo más curioso es que de Omairas esta lleno este país, sólo que hay muchas que guardan silencio y viven sus pequeñas tragedias domésticas en el anonimato, por eso a veces cuando no entiendo la conducta y el desatino de alguna persona, me sirve pensar que quizá también está librando su propia batalla por la supervivencia, y que siempre hay un telón puesto que no nos deja ver la historia que hay detrás de la escena principal.
Eso es lo que trato de ver siempre, el lado de la moneda que menos brilla, cuando consigo eso le doy una tregua a la vida tanto como la vida me la da a veces poniendo en mi camino funcionarios que también saben hacer bien su trabajo y que no han conseguido mecanizarse con el sistema.
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