PEREGRINOS.
Cuando me levanto por la mañana y salgo de mi habitación mis ojos se estrellan con el espectáculo que después de tantos años me sigue maravillando. La sala de mi casa está llena de hombres que duermen amontonados en unos tres colchones que hay dispuestos en el piso, pueden ser alrededor de seis, nunca son menos de tres. Mi padre los llama peregrinos, y el los encuentra en las calles de Vegachí (Departamento de Antioquia, Colombia) cada noche. Son personas que van de paso por el pueblo para las minas de Segovia, en busca de fortuna, no tienen donde pasar la noche y mi padre no es capaz de regresar a casa a dormir placidamente al lado de mi madre y dejarlos por fuera de su comodidad.
No se si es porque soy hija única y tengo una vida solitaria que este panorama me resulta tan emocionante, lo que viene es mejor todavía, mi padre le da órdenes a la empleada para que prepare desayuno para ellos, antes de que abandonen nuestra casa y emprendan viaje a su destino. En el comedor que hay en casa para una familia de tres y que mi padre ha dispuesto de ocho, porque sabe que siempre necesitara espacio para los peregrinos, se sirve el desayuno, mientras yo observo deleitada a cada uno de ellos. No he aprendido a tener miedo de los extraños, no conozco el significado de la palabra peligro, tampoco el de la palabra desconfianza ¡cuantos regalos otorgados por mi padre! Soy la niña más feliz del planeta con mi hogar inundado de peregrinos, con tanta vida desfilando ante mis ojos.
Estos son los mejores años de mi niñez, los que compensan aquellos en los que no tendré padre, ni peregrinos, en los que seremos solo mi madre y yo librándole arduas batallas a la supervivencia material y emocional.
Mi madre ha seguido la tradición de mi padre, cuando en casa se prepara el almuerzo ya es tradición incluir las porciones del peregrino, lo es también tener una cama o un colchón extra para que el peregrino pase la noche. Corren otras épocas y nos tendremos que conformar con un solo peregrino de vez en cuando, pronto nos conformamos solo con el espacio y la idea romántica de tener un peregrino en quien podamos confiar y dejar dormir en casa sin que nos haga un robo. Salir de Vegachi le dio significado en nuestras vidas a las palabras desconfianza y peligro, en las nuevas ciudades que visitamos existen esas palabras con un significado temerario, hemos aprendido a desconfiar y a ver el peligro incluso donde no lo hay.
Ahora hasta vemos el peligro en la computadora cuando aparecen los mensajes con títulos, como que hay que lavar la ropa interior nueva, que hay robo de órganos, que un virus viene en camino para destruir nuestro disco duro etc. No obstante con frecuencia ruedo por el precipicio de lo incierto y lo inseguro, y recibo peregrinos, a veces en mi cuerpo, a veces en mi casa, a veces en mi pensamiento, a veces en mi corazón, a veces en mi alma. Soy afortunada porque casi nunca salgo mal librada, cuando eso pasa me es inevitable pensar en que la bondad y la generosidad de mi padre sobreviven en mí, y de mi depende que sobrevivan en alguien más.
No se si es porque soy hija única y tengo una vida solitaria que este panorama me resulta tan emocionante, lo que viene es mejor todavía, mi padre le da órdenes a la empleada para que prepare desayuno para ellos, antes de que abandonen nuestra casa y emprendan viaje a su destino. En el comedor que hay en casa para una familia de tres y que mi padre ha dispuesto de ocho, porque sabe que siempre necesitara espacio para los peregrinos, se sirve el desayuno, mientras yo observo deleitada a cada uno de ellos. No he aprendido a tener miedo de los extraños, no conozco el significado de la palabra peligro, tampoco el de la palabra desconfianza ¡cuantos regalos otorgados por mi padre! Soy la niña más feliz del planeta con mi hogar inundado de peregrinos, con tanta vida desfilando ante mis ojos.
Iglesia de Vegachi. |
Estos son los mejores años de mi niñez, los que compensan aquellos en los que no tendré padre, ni peregrinos, en los que seremos solo mi madre y yo librándole arduas batallas a la supervivencia material y emocional.
Mi madre ha seguido la tradición de mi padre, cuando en casa se prepara el almuerzo ya es tradición incluir las porciones del peregrino, lo es también tener una cama o un colchón extra para que el peregrino pase la noche. Corren otras épocas y nos tendremos que conformar con un solo peregrino de vez en cuando, pronto nos conformamos solo con el espacio y la idea romántica de tener un peregrino en quien podamos confiar y dejar dormir en casa sin que nos haga un robo. Salir de Vegachi le dio significado en nuestras vidas a las palabras desconfianza y peligro, en las nuevas ciudades que visitamos existen esas palabras con un significado temerario, hemos aprendido a desconfiar y a ver el peligro incluso donde no lo hay.
Ahora hasta vemos el peligro en la computadora cuando aparecen los mensajes con títulos, como que hay que lavar la ropa interior nueva, que hay robo de órganos, que un virus viene en camino para destruir nuestro disco duro etc. No obstante con frecuencia ruedo por el precipicio de lo incierto y lo inseguro, y recibo peregrinos, a veces en mi cuerpo, a veces en mi casa, a veces en mi pensamiento, a veces en mi corazón, a veces en mi alma. Soy afortunada porque casi nunca salgo mal librada, cuando eso pasa me es inevitable pensar en que la bondad y la generosidad de mi padre sobreviven en mí, y de mi depende que sobrevivan en alguien más.
Comentarios
Repaso mi vida y me veo ante cantidad de circunstancias de gente que me, o nos, ayudó sin siquiera conocernos e igualmente lo hice cuando era sola y cuando conformé un hogar.
Es cierto que hay que aprender a dar, al igual que hay que aprender a recibir pero en mi predomina el deseo de ayudar a otros, no indefinidamente pues eso no funciona. Y nuestras hijas, quienes siempre parecen tener puertas abiertas donde quiera que van, han heredado esa actitud. Yo ceo que en la medida que damos (pero de corazón), también recibiremos. A todos recomiendo la película "Cadena de Favores". Abrazos positivos, Mirta