EL SÍNDROME DE LOS JUGUETES INDESEADOS

En estos días hablaba con una mujer quien había decidido retirarse definitivamente de su trabajo, como el trabajo me resultaba tan atractivo y oportuno para mí, le pedí que me lo dejara, ella guardó un sospechoso silencio que no me impidió seguir hablando del tema, y que me hizo cometer el error mayor para perder esa oportunidad laboral. Creo que hablé de más, porque conforme yo hablaba de lo maravilloso que sería ese trabajo para mí, sus ojos se iban apagando y con ellos el deseo de dejar el empleo, lentamente ella empezó a hablar de su empleo con más sentido de pertenencia y con planes a futuro lo que me dejó en evidencia que había desistido de retirarse.

Esto me recordó a cuando yo era niña y siempre tenía la sensación de que mis amiguitos y mis primos tenían mejores juguetes que yo, por lo que siempre estaba buscando a quien regalárselos, entre otras cosas me ayudaba a ganar la simpatía de aquellos niños que no me aceptaban. Pero cuando veía en ellos la alegría por el nuevo juguete y la creatividad con que lo usaban y lo disfrutaban, un vacío se apoderaba de mi estómago dejándome el sinsabor de la pérdida de algo muy valioso, entonces recuperaba de nuevo mi juguete, retractándome de mi generosidad. Era como que mis juguetes adquirían su verdadero valor e importancia en el mercado, en la medida en que otro niño lo valoraba y estaba más dispuesto que yo a disfrutarlo.

Muchos años después tenía una amiga que estaba infelizmente casada con un hombre muy atractivo, intuyo que las demás amigas nuestras la visitaban (incluida yo) más por ver a su esposo que a ella. La chica no era feliz con el hombre, mas aún era terriblemente infeliz, se peleaban con mucha frecuencia y ella empacaba su maleta y se marchaba de su lado constantemente. No conseguía concentrarse en su trabajo por lo que no lograba estabilidad laboral en ninguna parte, estaba fuera de control. Un día en que nos reunimos, le pregunté porque no se divorciaba y entre todas las excusas que me dio, encontré en el rincón de sus pretextos los mismos motivos por los que yo no regalaba mis juguetes y por los que la mujer no me dio su empleo. Tenía miedo de que su esposo tuviera valores que ella no había sido capaz de captar y temía que otra mujer los descubriera y los disfrutara, sobre todo si una de esas mujeres fuera alguna de sus amigas. Concluyó que no soportaría ver a su esposo con otra mujer teniendo la vida feliz que ella no era capaz de tener, y me dijo "¿Qué tal que algún día yo encuentre sus valores? Mejor sigo esperando".

¿Suena familiar verdad? Yo lo llamo el síndrome de los juguetes indeseados "ya no quiero jugar más con ese muñeco, pero que nadie se atreva a jugar con él" como quien dice ni de Dios ni del diablo.

Después de hablar con mi amiga clarifiqué lo que se escondía detrás de ese temor a que los demás disfruten de lo que uno no consigue disfrutar, ese día se develó ante mí el misterio de los juguetes no deseados y egoístamente recuperados. En realidad no quería el juguete de regreso, lo que quería era esa capacidad de gozar de ese juguete que tenía el otro y de la cual yo carecía, pensaba que me apropiaba de esa capacidad recuperando el juguete, pero nunca funcionaba, siempre seguía pensando que los juguetes de los demás eran mejores que los míos, de la misma manera que siempre pensamos que el auto del vecino, el esposo de la vecina, el vestido de la amiga y todo lo que tienen los demás es mejor que lo nuestro.

Cuantas cosas y personas no dejaríamos ir si no fuera porque tememos que otros las tomen y las disfruten, quizá valga la pena revisar nuestra capacidad para disfrutar cada cosa y cada persona que tenemos en nuestro inventario de vida, de esa manera podemos compartir auténticamente con los demás aquellas cosas que ya cumplieron su ciclo en nuestras vidas y que debemos soltar para que participen del ciclo de alguien más, de eso se trata la vida no solo de fluir con el tiempo, las personas y las circunstancias sino de colaborar con la fluidez de todo lo que hay en el universo, entre otras cosas es un acto egoísta porque nadie se beneficia más de esta cooperación que nosotros mismos, ganando en libertad, en apreciación y en gratitud por cada cosa y cada persona que tenemos.

Comentarios

Natalia Lema ha dicho que…
Te leo y pienso en los juguetes míos también, en aquellos a los que muy posiblemente sigo aferrada sin nisiquiera encontrar un valor para ello. Mejor sería si nos atrevemos a valorar aquello que está en nuestras manos y a dejar fluir lo que - como tu dices - ha cumplido un ciclo. Es un reto porque no es fácil.
Yosmar Ache ha dicho que…
Guao excelente manera de hacer ver que la sociedad es en su mayoria egoista, tan rico que se siente el dar, pero el que nada tiene no puede dar, y no me refiero a cosas materiales, el que no es generoso no siente placer en dar. y de eso carecemos en la sociedad que triste pero muy cierto, por eso debemos comenzar a ensenar a nuestros no compartir sus juguetes a manera de trueque, no que el nino de y se quede viendo sin tener nada en manos, a la manera que da y recibe la vida se volvería tan distinta. Jamas llevo a mi hija de visita a otras casas sin algún juguete en mano, porque no tendría luego como negociar su diversión.
Cuando el egoísmo no es ya a nivel de ninos si no de adultos, existe entonces el caso de mujeres y/o hombres que no solo tienen su pareja ( su juguete que ya no juegan y no quieren compartir) si no el juguete ajeno ( la pareja de otro u otra) eso como se llamaría, egoísta extra-acaparador?
KAZVEL ha dicho que…
Excelente Post, siempre he creido que entre tus letras podria habitar, como dice Neruda, podria construir casas, tender ropa y edificar una vida en cada palabra, sin importar la critica, porque asi somos los sencillos, los comunes.
Si no estoy mal, Jeffrey Archer escribio un cuento titulado "La hierba siempre es mas verde", buscalo, te deleitaras como logra con maestria plasmar en una historia toda la sabiduria que nos compartes en este post.
Por ultimo, me quedo con un relato que lei hace tiempo, donde hacian un simil entre dos mares, uno era lleno de vida porque mantenia constantemente su agua fluyendo, otro en cambio estaba muerto, porque era como una enorme laguna que solo recibia agua y no la dejaba ir, aun cuando tengamos el sindrome de los juguetes indeseados, irremediablemente la vida nos cobra un precio por esas decisiones.
Sigue escribiendo, que estes bien y espero que publiques un libro pronto y lo autografies.

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