OBSESIVA SEXUAL.

Una mujer cercana a mi, me dijo que soy una obsesiva sexual, lo dijo en ese tono de voz que sólo tiene como objetivo hacerte sentir culpable por ello; y reforzó su juicio asegurando que ella había disfrutado mucho del sexo, (en un pasado bastante lejano) pero que por eso justamente ella no era una obsesiva sexual como yo. Y tiene razón, si ser obsesiva sexual es defender mi derecho a poder hablar de temas sexuales con la misma naturalidad que otras mujeres hablan de su periodo menstrual detalladamente en presencia de todo el mundo. Y es muy curioso que esté avalado socialmente que el tema favorito de muchas mujeres siga siendo, sus periodos menstruales en todas sus versiones, sus úteros rotos, sus ovarios descompuestos y todo el caos que existe en su aparato reproductor. Nada habla más crudamente de nuestra relación con el sexo que exponer nuestras dolencias femeninas, es la manera más primaria que tenemos las mujeres de gritar nuestra intimidad sin que la sociedad nos recrimine por ello. Solo hay que ver el deleite con que son contadas las historias de histerectomías y otras verduras de la misma canasta, y no sólo eso sino el dominio del léxico sobre diagnósticos médicos de cuanta enfermedad femenina existe, más allá, se saben los nombres de las medicinas y de los tratamientos. Todo esto es aceptable socialmente, aunque todas sabemos que no hay nada más antierótico que eso.

Ser silenciadas mediante etiquetas y juicios de valor respecto a nuestra libertad de expresión sexual, es otra forma que adopta la tiranía y el sometimiento de la mujer, lo más triste de todo es que esta tiranía es más frecuente entre las mismas mujeres, que en la población masculina, como si algunas mujeres no nos perdonaran la emancipación que al respecto hemos logrado otras. Cuando me he expresado tan abiertamente de temas sexuales en conversaciones masculinas, no sólo he sido valorada, y admirada por apropiarme de mi libertad sexual, sino que más allá, he disfrutado de más respeto del que han gozado aquellas mujeres que piensan que el uso de ésta libertad es una obsesión.
Tengo que confesar que cuando esta mujer determinó tan radicalmente que soy una obsesiva sexual, se aventuró por mi panorama un vestigio de culpabilidad, luego me percaté que toda comunicación que tiene como objetivo instaurar culpabilidad, no procede ni del amor, ni de la sabiduría, y ante eso no hay nada que discutir.

Vale la pena preguntarnos de vez en cuando ¿Cual sigue siendo nuestra resistencia y nuestro temor a hablar de sexo abiertamente? Más allá ¿cual sigue siendo muestro temor a reconocernos mujeres sexualmente apetentes? como si eso sólo le fuera permitido a los hombres. Es curioso que la mayoría de las mujeres que tienen este tipo de prejuicios morales respecto al sexo, son las mismas que han estado solas emocional y sexualmente durante mucho tiempo, esto nada más da para pensar que tan sano es no ser una obsesiva sexual como yo.


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