LA MINUSVALÍA DEL ESPÍRITU.
Durante un embotellamiento de tráfico una bella y joven mujer que conducía detrás de mi, perdió repentinamente el control sobre si misma, empezó a pitar y hacerme señales vulgares con las manos para que yo avanzara, yo tenía delante de mi y a mi lado una hilera de autos que me impedían avanzar o darle paso, algo que era evidente para ella también, pero el enojo de la mujer parecía ir en aumento. Mientras la miraba por el retrovisor visiblemente frustrada y molesta, empecé a temer por mi seguridad física ante su evidente impaciencia y furia.
Tomé mis tapa oídos que siempre cargo en mi cartera y me los puse, puedo pelear y si quiero pitar más alto que ella, lo consigo, también puedo bajarme del auto y descender hasta las profundidades donde ella se encuentra, pero me da pereza sobre todo cuando se lo extenuado físicamente que queda uno tras un enfrentamiento en donde la rabia es la protagonista, también pienso que la gente con ira es como cuando están en un pozo profundo, uno no se metería en el pozo con ellos a pedir auxilio, conviene quedarse arriba y mantener la sangre fría para ver que se puede hacer.
Fueron varios minutos que se me hicieron horas, en que la mujer se bajó del auto y gritaba al lado de mi ventanilla como si estuviera loca, llegué a pensar que yo estaba atrapada en una realidad paralela y que por lo tanto no podía darme cuenta que los autos que yo veía delante de mi, eran producto de mi imaginación y que en efecto yo era la responsable de que ella estuviera atascada en el tráfico, pero por más que miraba delante mío y a mis lados todos los autos estaban detenidos. Veía su boca gesticular y su rostro enrojecido de la ira mientras manoteaba en el aire, agradecí no haber aprendido nunca a leer los labios porque de esa forma ignoraba lo que ella estaba diciendo, y me era imposible reaccionar, al contrario la escena se tornaba bastante graciosa.
Durante los minutos que ella permaneció al lado de mi ventana descompuesta y gritando, toda suerte de situaciones que ella no conseguía dominar desfilaron por mi mente dejando al descubierto la procedencia de su conducta, entonces me di cuenta que se despertó en mi una bella sensación de compasión por su impaciencia, para entonces llego la policía y la mujer fue detenida.
Luego de ver la cara de sorpresa que puso con la presencia de las autoridades, comprendí porque la impaciencia, la ira y otras emociones más que conforman el equipo de la reactividad son la mayor minusvalía del espíritu, sobre todo la impaciencia nos paraliza emocionalmente de tal forma que nos obliga a atravesar por estados emocionales que nos impiden respetar a quienes nos rodean.
Y como no hay verdugos ni víctimas, sino participantes, me quedé pensando que parte de mi necesitaba ser parte del escenario de esta mujer, fue interesante darme cuenta como este evento estaba reflejando mi propia impaciencia respecto a ciertos procesos personales, y de que manera a veces me aseguro el suficiente ruido (como el que ella hacia gritando) para no escuchar la información que preciso para avanzar en algunos procesos. Yo no necesité la policía para dejar de gritar de impaciencia por mis procesos personales, en cambio la convoqué a ella, para que reflejara las áreas de mi vida en que estaba experimentando impaciencia y minusvalía. Ignorar el ruido que nos hacemos para no enfrentar ciertos episodios de nuestra vida no significa que estos desaparecerán, ellos nos seguirán persiguiendo en otras formas y en otros escenarios hasta que no consigamos resolver la situación.
Siempre consigue maravillarme la manera como la vida nos habla cada segundo con situaciones aparentemente insignificantes, pero lo que más me maravilla es la gama de posibilidades que se tejen frente a una misma situación, infinidad de elecciones que tenemos cada vez que algo pasa, es como si cada momento de estos fuera una hoja en blanco que nos ofrece el universo para que la escribamos a nuestra propia manera. Ignoro si mi elección ha sido la mejor, sólo sé que fue la que me permitió reunirme con un aspecto de mí misma que me estaba pidiendo atención, y desde este punto de vista y de acuerdo a mi plan cósmico fue la perfecta.
Tomé mis tapa oídos que siempre cargo en mi cartera y me los puse, puedo pelear y si quiero pitar más alto que ella, lo consigo, también puedo bajarme del auto y descender hasta las profundidades donde ella se encuentra, pero me da pereza sobre todo cuando se lo extenuado físicamente que queda uno tras un enfrentamiento en donde la rabia es la protagonista, también pienso que la gente con ira es como cuando están en un pozo profundo, uno no se metería en el pozo con ellos a pedir auxilio, conviene quedarse arriba y mantener la sangre fría para ver que se puede hacer.
Fueron varios minutos que se me hicieron horas, en que la mujer se bajó del auto y gritaba al lado de mi ventanilla como si estuviera loca, llegué a pensar que yo estaba atrapada en una realidad paralela y que por lo tanto no podía darme cuenta que los autos que yo veía delante de mi, eran producto de mi imaginación y que en efecto yo era la responsable de que ella estuviera atascada en el tráfico, pero por más que miraba delante mío y a mis lados todos los autos estaban detenidos. Veía su boca gesticular y su rostro enrojecido de la ira mientras manoteaba en el aire, agradecí no haber aprendido nunca a leer los labios porque de esa forma ignoraba lo que ella estaba diciendo, y me era imposible reaccionar, al contrario la escena se tornaba bastante graciosa.
Durante los minutos que ella permaneció al lado de mi ventana descompuesta y gritando, toda suerte de situaciones que ella no conseguía dominar desfilaron por mi mente dejando al descubierto la procedencia de su conducta, entonces me di cuenta que se despertó en mi una bella sensación de compasión por su impaciencia, para entonces llego la policía y la mujer fue detenida.
Luego de ver la cara de sorpresa que puso con la presencia de las autoridades, comprendí porque la impaciencia, la ira y otras emociones más que conforman el equipo de la reactividad son la mayor minusvalía del espíritu, sobre todo la impaciencia nos paraliza emocionalmente de tal forma que nos obliga a atravesar por estados emocionales que nos impiden respetar a quienes nos rodean.
Y como no hay verdugos ni víctimas, sino participantes, me quedé pensando que parte de mi necesitaba ser parte del escenario de esta mujer, fue interesante darme cuenta como este evento estaba reflejando mi propia impaciencia respecto a ciertos procesos personales, y de que manera a veces me aseguro el suficiente ruido (como el que ella hacia gritando) para no escuchar la información que preciso para avanzar en algunos procesos. Yo no necesité la policía para dejar de gritar de impaciencia por mis procesos personales, en cambio la convoqué a ella, para que reflejara las áreas de mi vida en que estaba experimentando impaciencia y minusvalía. Ignorar el ruido que nos hacemos para no enfrentar ciertos episodios de nuestra vida no significa que estos desaparecerán, ellos nos seguirán persiguiendo en otras formas y en otros escenarios hasta que no consigamos resolver la situación.
Siempre consigue maravillarme la manera como la vida nos habla cada segundo con situaciones aparentemente insignificantes, pero lo que más me maravilla es la gama de posibilidades que se tejen frente a una misma situación, infinidad de elecciones que tenemos cada vez que algo pasa, es como si cada momento de estos fuera una hoja en blanco que nos ofrece el universo para que la escribamos a nuestra propia manera. Ignoro si mi elección ha sido la mejor, sólo sé que fue la que me permitió reunirme con un aspecto de mí misma que me estaba pidiendo atención, y desde este punto de vista y de acuerdo a mi plan cósmico fue la perfecta.
Comentarios
Increible como alguien puede perder asi el control, pero lo mas importante es que a traves de estas situaciones - de otras personas que se cruzan en nuestro camino - es que podemos darnos cuenta de nuestras mismas reacciones. Quizas no gritamos fisicamente pero en el interior hay un eco que quiere ser oido, hay un llamado a dar por termino nuestras inquietudes... lo que tu llamas "proceso personal". Asi es como la vida en su cotidianidad nos regala mucho, solamente hay que estar con los ojos abiertos para aprender, para tomar lo que finalmente nos hara recordar lo que somos y lo que queremos ser.
Natalia
Adelante
Ermenegilda
Felipe A Lora