MONÓLOGO DE UNA MADRE ASUSTADA.
Ignoro si sólo con las hijas nos acude la solidaridad femenina, pero ese dolor que sentimos cada que vez que ellas tienen que enfrentar situaciones adversas es muy difícil de superar. Un vacío profundo entre el pecho y el estómago, justo en el plexo solar nos invade, como si un hueco enorme se abriera o como si algo simplemente nos atravesara y nos arrebatara el aire. Entonces quedamos exhaustas, temerosas de ser mujeres, con esa certeza que el rol paterno implica menos simbiosis emocional con los hijos que el que implica el materno.
Ignoro como se siente cuando los hijos son varones, no los tengo, quisiera saber si ese lazo indescriptible que une la vida de una mujer a otra de diferentes generaciones es igual de fuerte con los hijos hombres.
Mi hija que en este momento enfrenta retos determinantes en su rumbo a la madurez esta aquí en mi plexo solar: anclada, irremovible, desnuda, desprotegida, solitaria y temerosa, no sé como explicarle que todos esas emociones por las que transita son el mejor traje que adopta la madurez que ya pisa los umbrales de su existencia, no sé como lograr que ella vea materia prima en lo que tiene apariencia de ruinas, no sé como mostrarle un trozo del futuro prometedor que encierra este momento de su vida, no sé como dejar correr sus lágrimas para que fertilicen sus cosechas sin lucir inclemente ante sus ojos, no sé como mostrarle mi corazón sangrando cuando camino a su lado hasta el borde del precipicio, donde el vacío que la espera es el barranco sin fondo llamado libertad del que habla Antony de Mello, no sé como lograr que ella vea que si no la detengo no es porque no la amo, sino porque ya se que siempre esta a salvo, no sé como dejarle ver que conozco su futuro mejor que una pitonisa porque ya he recorrido muchos de sus caminos y que si no la alerto no es porque no me importa, sino porque respeto su individualidad, porque confio en sus decisiones y porque la libertad para equivocarse es mi mejor regalo.
Tampoco sé como lograr que ella reconozca en mis conductas el amor de una madre danzando al desnudo ante los ojos asustados de una hija que ya se hizo mujer.
Ignoro como se siente cuando los hijos son varones, no los tengo, quisiera saber si ese lazo indescriptible que une la vida de una mujer a otra de diferentes generaciones es igual de fuerte con los hijos hombres.
Mi hija que en este momento enfrenta retos determinantes en su rumbo a la madurez esta aquí en mi plexo solar: anclada, irremovible, desnuda, desprotegida, solitaria y temerosa, no sé como explicarle que todos esas emociones por las que transita son el mejor traje que adopta la madurez que ya pisa los umbrales de su existencia, no sé como lograr que ella vea materia prima en lo que tiene apariencia de ruinas, no sé como mostrarle un trozo del futuro prometedor que encierra este momento de su vida, no sé como dejar correr sus lágrimas para que fertilicen sus cosechas sin lucir inclemente ante sus ojos, no sé como mostrarle mi corazón sangrando cuando camino a su lado hasta el borde del precipicio, donde el vacío que la espera es el barranco sin fondo llamado libertad del que habla Antony de Mello, no sé como lograr que ella vea que si no la detengo no es porque no la amo, sino porque ya se que siempre esta a salvo, no sé como dejarle ver que conozco su futuro mejor que una pitonisa porque ya he recorrido muchos de sus caminos y que si no la alerto no es porque no me importa, sino porque respeto su individualidad, porque confio en sus decisiones y porque la libertad para equivocarse es mi mejor regalo.
Tampoco sé como lograr que ella reconozca en mis conductas el amor de una madre danzando al desnudo ante los ojos asustados de una hija que ya se hizo mujer.
Comentarios
con los hijos varones la cosa es peor por su condiciòn reservada en muchos casos.
El estrecho, fuerte y eterno lazo de union que existe entre la madre y el hijo, es el mismo no importa el sexo. El papel de los padres es muy importante en el proceso de madurez de los hijos. Quizas en el momento no lo entiendan pero despues lo veran y con mucha claridad. Saldran avanti las dos.
Abuela Lulú.
Un abrazo,
Clemencia Huertas