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No sería honesta si te digo que no, porque sí, soy la de la foto, pero no sabes lo que pasó para que pudieras tomar esa fotografía, te lo quiero explicar, porque ya puedo hablar de ello, estoy por encima del que dirán más que por encima del bien y del mal, por eso se la puedes mostrar a mi esposo, si es que fue por eso que la tomaste.
Todo el mundo hablaba de crisis como si fuera un tema de moda y no algo en lo que todos estábamos inmersos, hasta se reían de la crisis; y yo los miraba a las tres de la tarde con siete galletas triscuits despidiendo en mi estómago el último gramo de carbohidrato. Y todos comían sus manjares y nadie me ofrecía, nadie sabía que tenía hambre, ¿cómo imaginarlo? Si hasta hace poco era una suerte de mito social, si las fotos del facebook y de kodak no delataban mi miseria.
Pero ese día, apareció ella, emergió de mi buzón de gmail, me seducía con cada una de sus letras, me capturó con su fuerza y convicción, tenía para mi la solución. Estaba feliz, con hambre pero feliz con mi nuevo hallazgo. Esperé el atardecer antes de lanzarme a la aventura que le daba nuevo sentido a mi vida, me vestí para la ocasión, le mentí a mi esposo y a mi hija, y abandoné la casa con la pasión metida en todo mi cuerpo, iba por fin al encuentro con él, después de eso sería libre, y entonces la pobreza sería una palabra más de la que me podría burlar y de la que podría hablar sin vergüenza.
Allí estaba él, sentí miedo, pánico absoluto, no podía entregarme a sus fauces así de la nada, tan inexperta, respiré profundo, miré a todos lados para asegurarme que nadie me viera, entonces, me lancé de cabeza a mi primer contenedor de basura que me convertiría en freegan y que al menos por un día llenaría de comida la despensa de mi cocina.
Todo el mundo hablaba de crisis como si fuera un tema de moda y no algo en lo que todos estábamos inmersos, hasta se reían de la crisis; y yo los miraba a las tres de la tarde con siete galletas triscuits despidiendo en mi estómago el último gramo de carbohidrato. Y todos comían sus manjares y nadie me ofrecía, nadie sabía que tenía hambre, ¿cómo imaginarlo? Si hasta hace poco era una suerte de mito social, si las fotos del facebook y de kodak no delataban mi miseria.
Pero ese día, apareció ella, emergió de mi buzón de gmail, me seducía con cada una de sus letras, me capturó con su fuerza y convicción, tenía para mi la solución. Estaba feliz, con hambre pero feliz con mi nuevo hallazgo. Esperé el atardecer antes de lanzarme a la aventura que le daba nuevo sentido a mi vida, me vestí para la ocasión, le mentí a mi esposo y a mi hija, y abandoné la casa con la pasión metida en todo mi cuerpo, iba por fin al encuentro con él, después de eso sería libre, y entonces la pobreza sería una palabra más de la que me podría burlar y de la que podría hablar sin vergüenza.
Allí estaba él, sentí miedo, pánico absoluto, no podía entregarme a sus fauces así de la nada, tan inexperta, respiré profundo, miré a todos lados para asegurarme que nadie me viera, entonces, me lancé de cabeza a mi primer contenedor de basura que me convertiría en freegan y que al menos por un día llenaría de comida la despensa de mi cocina.
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