DE LOCOS ADVERSARIOS Y MAESTROS
Cuando mi madre se divorció de mi padre, luego de repartir los bienes, ella experimentó un temor inmenso a enfrentar el mundo con su nueva situación financiera, estaba convencida que el único lugar donde podríamos sobrevivir era en un barrio bastante pobre de la ciudad (según la estratificación social de Colombia debió ser estrato cero), donde ella calculó que podría cubrir los gastos para que pudiéramos sobrevivir las dos. Después de un año de estar viviendo en aquel lugar, alguien lanzaba durante la noche pintura roja sobre la puerta que acabábamos de pintar de blanco. Mi madre tardaba en compañía de un vecino un par de días en volver a pintar la puerta, y la misma noche luego de ser pintada nuevamente la puerta tenía una enorme mancha de pintura roja, el acoso se incrementó hasta que ya no era solamente pintura roja en la puerta principal, sino tejas rotas que dejaban una de las habitaciones sin techo por varios días. En ese proceso mi madre invirtió mucho dinero arreglando los daños ocasionados por el misterioso y anónimo adversario. Gracias a mi poderosa intuición descubrí que el autor de todo esto no podía ser otro que el vecino del lado de la casa, así fue como monté guardia durante una semana hasta que lo sorprendí con el galón de pintura en sus manos y en nuestra puerta, aquella noche la policía detuvo al hombre que nos estaba causando daños, pero debido a la extraña forma en que opera la justicia en Colombia después de un par de días el hombre estaba fuera y buscaba nuevas formas de atacar.
Un policía nos ofreció “desaparecerlo” por veinte mil pesos (nueve dólares) pero ni mi madre ni yo pudimos aceptar la oferta, finalmente el mismo juez que se había encargado del caso, nos aconsejo que debíamos dejar esa casa porque el hombre era altamente peligroso, años atrás le había prendido fuego a la casa de sus padres, con ellos dentro. Yo no salía de mi asombro, aquel era el mismo vecino que tan bien se había portado con nosotros en un comienzo y que incluso nos había ayudado con la mudanza. Desconocíamos la procedencia de su cambio de conducta para con nosotras.
Finalmente mi madre decidió aceptar la sugerencia del juez, y mudarnos de allí. Lo siguiente que pasó fue asombroso, nos mudamos a un barrio estrato social cuatro, y el dinero que mi madre ganaba nos alcanzaba para vivir en ese barrio, ese día empecé a comprender que la pobreza es una actitud mental, y una manera de sentir, mi madre se había sentido pobre a raíz de la partición de bienes con mi padre y estaba convencida que perdería sus recursos si vivíamos en un sitio más confortable.
La otra lección que aprendí, tuvo que ver con la extraña pero sincrónica forma como el dinero actúa en nuestras vidas. Nuevamente por esa misteriosa manera como obra la justicia en Colombia, mi padre se quedo con el 75% de los bienes, y mi madre solo con el 25%, pese a que ella tenía que seguir corriendo con los gastos de mi manutención. No obstante cinco años después mi padre no tenía donde vivir y estaba sumergido en una pobreza impresionante, mientras mi madre y yo vivíamos cómodamente en un nuevo barrio de la ciudad.
Pero la lección mayor que aprendí de aquella historia tiene que ver con el disfraz que adquieren nuestros más grandes maestros, se visten de padres que toman ventaja en repartición de bienes; y de locos que nos manchan la puerta de pintura roja y rompen nuestras tejas para obligarnos a enfrentar nuestra verdadera naturaleza de abundancia. Siempre que recuerdo aquel episodio de mi vida me pregunto que habría pasado si hubiéramos aceptado la oferta del policía y hubiéramos “desaparecido” a nuestro adversario ¿habríamos desparecido un enemigo? O ¿habríamos perdido un maestro? entonces es inevitable que me tropiece con otra realidad paralela a ésta que vivo en este momento, mientras evoco aquellos misteriosos encuentros con nuestros maestros y escribo acerca de ellos.
Un policía nos ofreció “desaparecerlo” por veinte mil pesos (nueve dólares) pero ni mi madre ni yo pudimos aceptar la oferta, finalmente el mismo juez que se había encargado del caso, nos aconsejo que debíamos dejar esa casa porque el hombre era altamente peligroso, años atrás le había prendido fuego a la casa de sus padres, con ellos dentro. Yo no salía de mi asombro, aquel era el mismo vecino que tan bien se había portado con nosotros en un comienzo y que incluso nos había ayudado con la mudanza. Desconocíamos la procedencia de su cambio de conducta para con nosotras.
Finalmente mi madre decidió aceptar la sugerencia del juez, y mudarnos de allí. Lo siguiente que pasó fue asombroso, nos mudamos a un barrio estrato social cuatro, y el dinero que mi madre ganaba nos alcanzaba para vivir en ese barrio, ese día empecé a comprender que la pobreza es una actitud mental, y una manera de sentir, mi madre se había sentido pobre a raíz de la partición de bienes con mi padre y estaba convencida que perdería sus recursos si vivíamos en un sitio más confortable.
La otra lección que aprendí, tuvo que ver con la extraña pero sincrónica forma como el dinero actúa en nuestras vidas. Nuevamente por esa misteriosa manera como obra la justicia en Colombia, mi padre se quedo con el 75% de los bienes, y mi madre solo con el 25%, pese a que ella tenía que seguir corriendo con los gastos de mi manutención. No obstante cinco años después mi padre no tenía donde vivir y estaba sumergido en una pobreza impresionante, mientras mi madre y yo vivíamos cómodamente en un nuevo barrio de la ciudad.
Pero la lección mayor que aprendí de aquella historia tiene que ver con el disfraz que adquieren nuestros más grandes maestros, se visten de padres que toman ventaja en repartición de bienes; y de locos que nos manchan la puerta de pintura roja y rompen nuestras tejas para obligarnos a enfrentar nuestra verdadera naturaleza de abundancia. Siempre que recuerdo aquel episodio de mi vida me pregunto que habría pasado si hubiéramos aceptado la oferta del policía y hubiéramos “desaparecido” a nuestro adversario ¿habríamos desparecido un enemigo? O ¿habríamos perdido un maestro? entonces es inevitable que me tropiece con otra realidad paralela a ésta que vivo en este momento, mientras evoco aquellos misteriosos encuentros con nuestros maestros y escribo acerca de ellos.
Comentarios
qué demasiado lo tuyo.
bueno, espero cambiar mi actitud mental y anda bien económicamente, je.
saludos.