EL DOCTOR PLOMERO

Cuando vivía en Colombia estuve empleada en una empresa en donde el propietario quien era el mismo gerente, no tenía mucha educación académica pero justamente por eso, se sentía en desventaja social y exigía que sus empleados le llamaramos "doctor". Tenía una serie de rituales que según él, le daban prestigio, uno de ellos era que cuando alguien llegara sin cita previa así él, estuviera disponible, debía hacerle antesala al menos una hora, si el visitante era otro Doctor. Pero si no lo era, sería imposible que fuera atendido sin cita previa. Las citas previas había que darlas lo más lejos posible de la fecha en que eran solicitadas, con eso se proyectaba la imagen de que él era una persona muy ocupada y con ello ganaba cierta reputación empresarial y cierto respeto.

Yo escuchaba sus argumentos con una risita contenida que amenazaba con salirse al menor descuido, de hecho llegué a pensar que el señor en mención tenía muy buen sentido del humor, y que no estaba hablando en serio. Fue hasta que su secretaria personal me informó que el no cumplimiento de esas normas era causa de despido.

Cierta vez durante la ausencia de su secretaria personal, se me encomendó la misión de reemplazarla durante tres días. Durante estos días el plomero que había hecho reparaciones en la empresa un mes antes trataba por todos los medios de que se le pagaran sus honorarios, y para ello quería hablar con el “doctor”, pero este hombre no tenía titulo de doctor, ni empresa que le otorgara un falso titulo como a mi jefe. Así que se me ocurrió la brillante idea de otorgarle el titulo de doctor seguido de su apellido.

Cuando lo anuncié con mi jefe, éste lucía intrigado, me hizo algunas preguntas acerca del doctor que lo esperaba en la salita, pero no pude responder a muchas de sus preguntas salvo decirle que se notaba que era alguien muy importante a quien le urgía hablar con él.

La espera de una hora se produjo y yo hice pasar al plomero que entre otras cosas estaba vestido con su ropa de trabajo. Lo siguiente que escuché fue mi nombre en voz alta. Cuando enmarqué la puerta de su oficina su mirada exhibía un poderoso interrogante, entonces lo enfrenté y le dije: “lo siento doctor, pero en lo que mi respecta él es tan doctor como usted”. Y esa fue la última vez que le ví la cara a mi jefe en calidad de su empleada. En efecto desobedecer sus reglas era causa de despido.



Es por eso que actualmente cuando alguien argumenta que es muy ocupado, es inevitable que me asalte la duda de si se trata de un falso doctor (a) que necesita darse valor a si mismo (a) proyectando que es alguien más o menos inaccesible.

Y es que estos casos son mas frecuentes de lo que uno imagina. Unos años después mientras presentaba una entrevista en una Universidad también en Colombia, para pactar un contrato de capacitación, el hombre después de leer mi hoja de vida y mi propuesta, me lanzó una mirada despectiva y negando con la cabeza argumentó que no podía darme el contrato porque yo era “nadie”. Cuando quise profundizar en la palabrita “nadie” me aclaró que yo no era ni mucho menos una actriz de televisión, o una presentadora de noticiero, ni una reina de belleza “mejor dicho nadie, porque es que a usted nadie la conoce” terminó diciendo. Me quedé detallando su apariencia física para grabarmelo bien porque sé que uno se vuelve a encontrar con estos personajes en un futuro cercano, para darme cuenta que estaba vestido con una camisa de flores, y que el hombre estaba muy bien emparentado con el metal oro; y que no sólo llevaba una serie de cadenas colgadas de su cuello y de la muñeca de una de sus manos, sino algunos cuantos anillos de gran peso y del mismo metal en sus dedos. Levantándome del asiento mientras comprendía la verdadera procedencia de su rechazo por mí, me sentí afortunada de no obtener el contrato.

Estos disfraces que nos separan en clases sociales y que hace que ciertas personas seamos socialmente incluyentes o excluyentes, son la representación más clara que tenemos de nuestra verdadera pobreza, ignorancia y de nuestra baja autoestima. Y es triste que muchas personas deciden adoptar este disfraz como su traje permanente, solo por encajar en un molde social determinado, sin importar si el precio que pagan, es perderse a si mismos.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
cuando leo tu columna me imagino la realidad que en la actualidad vivo, con el actual empleo, es dificil tener la razon y no poder decir nada por que el reproche de un jefe que se cree el todo poderoso capas de solucionar todo y tener la razon en todo, lo mas ironico es la aceptacion de las demas personas con la mediocre respuesta que dan al momento " parav eso me pagan, lo importante es obedecer, para eso me pagan. saludos viter73
DINOBAT ha dicho que…
La ignorancia es osada...de doctores anda lleno el planeta... mira que bien vamos!

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