FRUTOS PROHIBIDOS

Julia siempre se aseguraba de asociarse sentimentalmente con hombres que eran imposibles para ella, si eran casados mejor. con Juan no sucedió distinto estaba casado y tenia una hija, los encuentros de Julia y Juan siempre eran citas puntuales en algún motel de la ciudad donde ellos le robaban tiempo a la estancia en familia para consumirse en una pasión a la que ellos denominaban amor, quizá porque si no la llamaban así y si no se aseguraban que ese amor era imposible no sería tan dolorosamente placentero como a los dos les gustaba. Juan tenía un extraño horario de trabajo que hacía que muchas veces abandonara la cama donde estaba consumando su adulterio para ir a cumplir su misión.

En un ataque de confidencialidad de esos que los amantes tienen para asegurarse la solidez del vinculo, Juan le confesó a Julia que era sicario, que desde que inició su vida laboral y comprendió que conseguir el dinero que quería le tomaba más tiempo del que él era capaz de invertir decidió encontrar la manera de hacerlo de forma más rápida. Ser sicario le permitía ganarse el sueldo de dos meses en menos de un día, haciendo despachos, entregando personas a la "tumbadora"* un trabajo que según él, alguien tenía que hacer, bien fuera que lo hiciera una enfermedad o un accidente, y el cual el cumplía sabiéndose un voluntario para adelantar un viaje que de todas maneras tenemos que hacer.

Era tarde para Julia, ya no había vuelta atrás, ella se había acostado tantas veces con un hombre con las manos manchadas que ¿qué más daba hacerlo una vez más?. El amor que ella sentía por él, no le permitía juzgarlo, ni aconsejarlo acerca de cambiar de vida, Julia fluía con una absurda circunstancia atrapada en un misterioso complot cósmico. Mientras ella salvaba vidas en una Clínica de la ciudad, Juan procuraba que sus clientes no tuvieran que llegar allí a que su amada Julia les salvara la vida. Fuera de la cama eran dos opuestos, dos perfectos yin y yang que representaban roles antagónicos en la vida, que enfrentaban un campo de batalla social que no les daba tregua, pero en la cama, en su más sórdida intimidad ellos libraban una sola batalla, la que le libraban al tiempo, consumiéndose el uno en el fuego del otro porque sabían que posiblemente esta podría ser la última vez que lo hacían. Aunque todos sabemos que cada acto nuestro podría ser el último porque nadie sabe el momento de su partida. Ellos, Juan y Julia estaban más conectados con esa realidad que nadie, convivían con la muerte, hacían el amor con ella en la misma habitación, hablaban con ella, se había convertido en su más temible aliada.




Hasta que la "tumbadora" vino a recoger a Juan, mientras los dos estaban en la peluquería, los hombres que le dispararon a Juan se hicieron invisibles en cuestión de segundos, nadie los vio y si hay alguien que lo hizo ya lo olvidó. Julia se quedó con medio cabello recortado en medio de un panorama desolador, estaba esperando el día que Juan se marchara con su jefe la tumbadora, pero pensaba que la espera era otra forma de engañarla o de postergarla, de alguna manera ella pensó que la jefe de Juan le perdonara las deudas y lo dejara a él para lo último. Una cosa pensamos y otra muy distinta lo que nos sucede.

Refugiada en el dolor acudió al único ser que la podía ayudar, en todo el sentido de la palabra, el sacerdote del barrio, un hombre joven que era líder comunitario y que todos en el barrio admiraban por sus buenas acciones, pronto Julia se dio cuenta por experiencia propia de sus buenas acciones. Lo hizo a los dos meses de conocerlo, cuando se encontró de repente en la misma cama con él, disfrutando del deleite que otorga lo que creemos imposible, disfrutando de las mieles de pelearnos un hombre con Dios, con ese mismo Dios que se llevo a Juan, como si en un acto de venganza ella estuviera tomando algo para si que le corresponde a Dios.

Esta fue la mejor batalla que libró ella con lo imposible, una vez mas se aseguró que un hombre no podría darle lo que la mayoría de las mujeres sueñan, un hogar y unos hijos, quizás ella creía que los matrimonios felices no existen, y que la mejor manera de tomar lo mejor de un hombre es a través de encuentros disfrazados del misterio de lo imposible.

*La fuerza tumbadora es la fuerza que hace morir a todos los seres vivientes (la muerte) fuente Carlos Castaneda

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Que bien escrito esta este articulo!

Una abrazo

Jorge
Esteban Eordogh ha dicho que…
Como siempre: EXCELENTE!..Felicitaciones mi bella amiga!!....un gran abrazo....Esteban
Anónimo ha dicho que…
Lulú,
Este articulo me ENCANTO, te felicito. Es una de aquellas historias pintorescas, descritptivas y profundas. De aquellas que en el termino Clemencino 'Te tocan el Coco"
G E N I A L I S I M O !!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Juan ha dicho que…
Historia muy bien Contada, alguna vez lei a castaneda...el pinche...

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